Mayo del 68, medio siglo después: el legado de la revuelta que sacudió a Francia
Sin estruendos, los franceses recuerdan los 50 años de un hito cultural y social que puso en vilo al gobierno de Charles de Gaulle y a la clase política. Las implicancias y la discutida herencia de un fenómeno inmerso en un contexto de agitación mundial.
La conmemoración de los 50 años del Mayo francés no ha sido especialmente visible. La revuelta estudiantil, que derivó en la mayor huelga del siglo XX en el país, así como en una inédita concesión a los trabajadores, tiene sin embargo un eco en otras manifestaciones. En estos días y en semanas recientes se han producido paros, tomas, desalojos, retomas y/o cierres de semestre en varias universidades. Eso, para no mencionar una huelga de ferrocarriles que ha ocasionado importantes trastornos y que se sumó a la de Air France.
Es como si se tributara, acaso involuntariamente, un cierto "espíritu de mayo". Un mayo sin Mayo donde aparecen las publicaciones de rigor, donde el "Momento 68" se revisita también vía Tlatelolco, Vietnam, California o Praga, y donde los intelectuales se preguntan qué dejaron la espontaneidad callejera y el posibilismo revolucionario de entonces.
En mayo resuenan los historiadores británicos Eric Hobsbawm y Tony Judt, para quienes el fenómeno fue una revuelta cultural, antes que social o política. Su prominencia, apunta el segundo en Postguerra, "se debe más a su impacto y al especial simbolismo de la insurgencia en las calles de París, que a sus efectos, nada duraderos".
Para su colega argentina Valeria Manzano, por el contrario y entre otros puntos, en mayo de 1968 se produjo "una nueva comprensión -práctica, antes que teórica- de la política". Y si en las presidenciales de 2007 Nicolas Sarkozy ninguneó explícitamente la herencia "sesentayochista", acusándola de haber "liquidado la escuela del mérito y del respeto" y "sentado las bases del capitalismo sin escrúpulos", voces en la vereda contraria hablan hoy de "un gran avance democrático" que "atacó la discriminación en todas sus formas" (Henri Weber, ex senador PS y joven radicalizado de esos años).
Por estos días la gráfica del 68 ha asomado, resignificada, en las mismas calles parisinas que una vez se llenaron de graffitis con consignas incendiarias y asertos poéticos ("Prohibido prohibir"; "Sea realista, pida lo imposible"; "La belleza está en la calle"). En paralelo, siguen en pie las preguntas por lo que cabe reivindicar y recordar.
Un hito inesperado
En un país con larga historia de huelgas, revueltas y revoluciones (de la toma de La Bastilla a la Comuna de París), un fenómeno como el que hoy se conmemora no debería, en principio, resultar ajeno. En su minuto, sin embargo, muy pocos lo vieron venir.
El historiador Jean-François Sirinelli plantea que a lo largo del mandato de Charles de Gaulle, que asumió la Presidencia en 1958, se fueron consolidando en la sociedad francesa las cuatro "P": Paz, Prosperidad (en 1967, el país había pagado su deuda), Pleno empleo y Progreso. Y sin embargo, asomaron la agitación y las fracturas. Entre otras razones, no evidentes entonces, por las implicancias del crecimiento de la matrícula universitaria, que pasó de 150 mil alumnos en 1958, a 500 mil en 1968, y por una rigidez en las costumbres que tocó de cerca a una cultura juvenil transversal y crecientemente contestaria.
Si bien la semilla puede hallarse en la agitación de 1966 entre los estudiantes de Estrasburgo, la historia con mayúsculas comienza en 1967 en Nanterre, suburbio al Oeste de París. Con 1200 estudiantes, sus instalaciones eran escenario de un gran movimiento entre las residencias de hombres y mujeres, pese a las prohibiciones en vigor. Fue la lucha contra estas restricciones -incluida una "ocupación" masculina del edificio femenino, el 21 de marzo-, la que dio las primeras señas de una voz juvenil que se articuló con más fuerza en noviembre, cuando los estudiantes se declaran en huelga para pedir una reforma a los procedimientos de los exámenes.
Entre los líderes está un joven franco-alemán de ojos claros, cabello colorín, gestos juguetones y sello carismático: Daniel Cohn-Bendit, conocido por muchos como "Dany, el Rojo" (en francés, "rouge" apunta a su izquierdismo y a su color de pelo). Calificado de anarquista por sus detractores, partiendo por los comunistas, protagonizó en enero un raro incidente en el que lanzó un chiste al ministro de la Juventud y el Deporte, François Missoffe, de visita en Nanterre -el chiste incluía el nombre de Hitler-, enfrentó incluso una demanda para su expulsión de Francia presentada por su propio rector.
El asunto se puso más serio en marzo, ganando terreno una multitud de grupos de distintas adscripciones revolucionarias (anarquistas, marxistas-leninistas, trotskistas, maoístas, situacionistas, guevaristas). El día 20, 300 militantes del Comité Vietnam y la Juventud Comunista Revolucionaria rompieron las vitrinas de American Express en el barrio parisino de la Ópera. Hubo varios arrestados. Los estudiantes de Nanterre, en pos de su liberación, deciden el 22 tomarse la torre administrativa y lanzan un manifiesto. La relación con la rectoría, de creciente conflicto, deriva en la decisión de cerrar la universidad. Ya es el 2 de mayo.
Al día siguiente, los nanterrois parten a la Sorbona, en el Barrio Latino de París. Cerca de 500 personas se reúnen en el patio. El rector pide asegurar la "libertad de exámenes" y la policía entra a efectuar arrestos. Se registran los primeros enfrentamientos graves: adoquines y señalética arrancados del suelo, autos volteados a mitad de la calle, unos 600 detenidos. Y si eso parecía atípico, hubo que esperar "La Noche de las Barricadas": la intensidad, extensión y cuantía de los desórdenes hizo que la mañana del día 11, barrios enteros de París parecieran zonas de guerra. De Gaulle no se manifestaba y su Primer Ministro tuvo que terminar de golpe una visita a Irán y Afganistán.
El día 13, se pasa del Mayo estudiantil al Mayo social. En solidaridad con los estudiantes y portando sus propias reivindicaciones, las principales agrupaciones sindicales llaman a la huelga general. Llegado el momento, huelguistas o no huelguistas, cerca de 10 millones de trabajadores franceses (un quinto de la población) no estaban trabajando. En tanto, La Sorbona, ocupada por los estudiantes, recibía a trabajadores, intelectuales y artistas del cine como Jean-Luc Godard y Francois Truffaut.
Ahora que trabajadores y estudiantes esparcían la protesta por Francia, ¿Era el momento de hacer la revolución? ¿Qué perseguía el movimiento? Según cuenta Cohn-Bendit en el docurreportaje Les coulisses de la révolte (2018), Jean-Paul Sartre, visitante asiduo de La Sorbona ocupada, se la pasaba preguntándole: "¿Y entonces, la revolución?". "No, hay un largo camino de reformas y de revueltas", dice que le contestaba. "Nadie pensaba en el poder", agrega.
El margen que le quedaba al Gobierno para evitar el desgobierno lo llevó a negociar con los sindicatos. Las gestiones de un joven ministro Jacques Chirac, la disciplina del PC y otros factores hicieron posible una reunión de Pompidou con empresarios y sindicatos. Tras 48 horas ininterrumpidas de negociaciones, la huelga se bajó el día 27 a cambio de concesiones "excesivas, pero inevitables", en palabras del futuro Presidente Valéry Giscard (entre otras, aumentos salariales y cuarta semana de vacaciones). Y aunque la revuelta inicia entonces un declive irremontable, el suspenso no termina: el 29, De Gaulle desaparece. Nadie sabe dónde está, ni siquiera Pompidou (más tarde trasciende que viajó a Baden-Baden, Alemania, a pedir consejo al general encargado de las tropas francesas en la zona).
Al día siguiente, el viejo general se despacha un discurso por radio en el que informa el cierre de la Asamblea Nacional y llama a elecciones legislativas anticipadas. Minutos más tarde, un mar de gaullistas -300 mil a un millón, dependiendo de las estimaciones- ocupa las calles de París. Un mes después, el gaullismo arrasa en las urnas.
Más tarde
A 50 años, Valeria Manzano ve este y los otros movimientos del '68 instalando con fuerza "una crítica a los sistemas de jerarquías y de producción y reproducción de la autoridad". Por su parte, Cohn-Bendit, ex parlamentario "verde", considera hoy los acuerdos que pusieron fin a la huelga general "una victoria de la democracia social". Eso sí, dice que en su momento no supo verlo.
¿Y que dicen los franceses? Una encuesta publicada en marzo por Le Nouveau Magazine Littéraire, revela que el 82% sabe de su existencia; que las palabras más asociadas al movimiento son "huelgas", "estudiantes", "adoquines" y "revuelta", y que, consultados si Mayo tuvo consecuencias positivas para la sociedad francesa, el 79% cree que sí.
El estudio también arrojó que la crítica más compartida a Mayo era el "haber degradado la confianza de los ciudadanos en los responsables políticos". ¿Cuáles son hoy los eslóganes favoritos de entonces? En orden descendente, "Haz el amor, no la guerra"; "Apaguemos la tele, abramos los ojos"; "No quiero perder mi vida para poder ganármela" y "Todo es político".
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