Moisés Naím: "Este tipo de protestas son espontáneas y sin líderes"
A juicio del escritor, "hay un contraste entre la marca Chile y estos eventos". Además, plantea: "La destrucción del transporte no es vista de la misma manera ahora de cómo será vista en tres semanas".
Desde que estallaron las protestas en Chile, los más influyentes medios del planeta han seguido con atención la actual contingencia. Incluso revistas como The Economist y periódicos como The New York Times, The Guardian, El País, Clarín y Folha de Sao Paulo han abordado la crisis chilena en sus portadas y sitios web. Los principales intelectuales a nivel global también están monitoreando el estallido social. Moisés Naím, escritor, exministro venezolano y miembro del Carnegie Endowment for International Peace, un think tank con sede en Washington, está sumamente preocupado por los acontecimientos en Chile y el futuro del gobierno de Sebastián Piñera.
¿Cómo ha seguido el estallido social en Chile? ¿Cómo lo analiza a la distancia?
Hay una gran tentación entre la gente de conectar estas protestas con las de Ecuador, con las de Hong Kong, con las calles del mundo ardiendo. Puede haber parecidos entre esas protestas, pero cada una de ellas tiene razones determinantes y gatillos diferentes.
Cada país tiene su propio sistema, idiosincrasia y problemas. ¿Se puede hacer un paralelo entre lo que está ocurriendo en Chile con algún otro estallido en A. Latina?
Hay un tema que tiene que ver con esto, que es contagio o conspiración. Hay quienes creen que esto es un gran plan asociado con el Foro de Sao Paulo, esta cosa que originalmente fundaron Lula y Chávez y donde Maduro también está. Me refiero a que se insinúa que los venezolanos estarían detrás de la inestabilidad de Perú, Haití, Ecuador, etc. Esa es una manera de verlo. Otra manera de verlo es que esto sería un contagio acelerado por las tecnologías del siglo XXI. Una vez que comienza la inestabilidad, los interesados se montan en este potro que tiene vida y fuerza. Estos procesos son nebulosos en su estructura -que tiene mucho de organización espontánea y autoorganización por redes sociales-, no tienen líderes claros, como en Hong Kong o Ecuador. Estas protestas no tienen liderazgos y dependen muchísimo de redes sociales. Lo hemos visto en Moscú, en Teherán y Bagdad. Lo otro llamativo es la velocidad con que ocurre todo. Y los gobiernos que quieren negociar no saben con quién hacerlo, porque no hay interlocutores.
¿Qué otro fenómeno es nuevo en las protestas de este tipo?
Las peticiones de las protestas comienzan siendo muy específicas y se van agrandando. Las peticiones comienzan con cosas puntuales y después que tienen éxito al sacudir al país, rápidamente se van agrandando y se van transformando en algo más abstracto y ambicioso. Esto comienza con el aumento de 30 pesos por el pasaje de Metro y ya están por cambiar todo el sistema.
¿Cómo está siendo visto desde fuera de Chile el manejo que ha tenido el gobierno de Piñera en esta crisis, especialmente por la decisión de sacar al Ejército a la calle, en un país que aún no supera del todo sus fantasmas del pasado. ¿Cómo observa eso?
El mundo se ha visto tan sorprendido con esto como el gobierno. Si el gobierno de Chile se vio sorprendido por la velocidad y la magnitud de los disturbios, pues quienes están fuera están más sorprendidos aún, por la extraordinaria reputación que tiene Chile como uno de los países más exitosos de América Latina en la lucha contra la pobreza, prosperidad económica, etc.; aunque se sabe que hay mucha desigualdad y abuso de parte del sector privado, etc. Hay un contraste entre la marca Chile y estos eventos.
¿Fuera de Chile se entiende que las protestas son por algo más profundo que el alza del pasaje del Metro?
En este momento hay protestas en Barcelona y otros lugares, está el Brexit, lo de Hong Kong. Las protestas en Chile tienen competencia con otras que capturan más la atención, porque tienen consecuencias sistémicas. Hay algunas que nacen y mueren en el lugar donde ocurren; otras que tienen consecuencias más allá, como las de Hong Kong o Cataluña. En todas las protestas primero hay un disparador inicial y luego aparece alguien diciendo que tienen raíces profundas. Entonces te dan la lista de los defectos de la sociedad actual: puede ser la corrupción, la discriminación racial, la desigualdad, el choque entre regiones, el campo y la ciudad, etc.
¿Cómo podría decantar lo que ocurre en Chile?
Es muy difícil pronosticarlo. Pueden prologarse. Depende mucho de cuánto el resto de la sociedad se identifica y solidariza con quienes protestan. El hecho de que quienes protestaron hayan destruido el medio de transporte de los más pobres no puede ser visto con simpatía por la gran mayoría. Al principio puedes estar contento, porque alguien elevó la voz contra las injusticias, esto está bien. Pero después que pasen tres semanas, habiendo triplicado el tiempo para ir al trabajo, ya no te vas a sentir tan contento. La destrucción del sistema de transporte no es vista de la misma manera ahora de cómo será vista en tres semanas más.
¿Una crisis de esta dimensión puede facilitar el auge de figuras de tinte populista?
No todos los populistas son charlatanes, pero sí muchos charlatanes son populistas. Los charlatanes son quienes prometen soluciones mágicas a todos los problemas, como mesías que tienen respuesta para todo. Por ahora, Chile tiene un sistema de partidos que aún funciona. Por ahora.
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