“No pude comer carne después de ver los cuerpos en las calles”: las historias de sobrevivientes a 15 años del terremoto más devastador en Haití
El desastre natural provocó más de 300 mil muertes y el desplazamiento masivo de sobrevivientes hacia otras ciudades del país. Hasta hoy, los esfuerzos por la reconstrucción son lentos, mientras la violencia de las pandillas se ha apoderado de la capital.
“Estábamos acostumbrados a terremotos, pero nunca a uno de esa magnitud. Al llegar a Haití, la escena era apocalíptica. Había niños atrapados en edificios, personas pidiendo ayuda, y los escombros cubrían todo a su paso”, recordó Luis Mora, quien fue testigo de las escenas más aterradoras hace casi 15 años, cuando Haití fue sacudido por un devastador terremoto de 7,3 grados en escala de Richter el 12 de enero de 2010.
El epicentro se ubicó a unos 25 kilómetros al suroeste de la capital, Puerto Príncipe. Cuando Mora recibió la alerta, se unió a los equipos de rescate que viajaron al vecino país para salvar a los sobrevivientes entre los escombros. Mora fue miembro de la Unidad Nacional de Respuesta Inmediata de República Dominicana, que trabajó durante semanas en la recuperación de víctimas luego de la catástrofe.
“Mi mamá dijo de broma ‘al parecer están demoliendo la casa’. Salí de la casa corriendo por el movimiento brusco. Estábamos tres hijos y mi mamá en la casa. (...) Estábamos gritando: ‘¡Piedad, Dios, sálvanos!’, algo así. Después veía los muros cayéndose, todo estaba lleno de escombros. Había muchos muros con escombros en la calle”, cuenta a La Tercera Stacey Laicha St Fleur, originaria de Puerto Príncipe que actualmente reside en Chile y en ese entonces tenía 7 años.
“Donde vivíamos, todas las salidas habían sido bloqueadas por muros. Así que estábamos dentro... como que los escombros no nos dejaban salir. Cuando por fin pudimos salir, empecé a ver que había muchas personas con sangre cubriéndose con sábanas blancas, por todas partes. (...) Una de mis primas falleció durante el terremoto porque le cayeron escombros encima”, recuerda St Fleur (22), quien actualmente estudia Derecho en la Universidad de Artes, Ciencias y Comunicación (UNIACC).
El 12 de enero de 2011, un año después de la tragedia, el entonces primer ministro Jean-Max Bellerive entregó las cifras definitivas de los desastres. Fallecieron 316.000 personas, 350.000 más habían quedado heridas, y más de 1,5 millones de personas se habían quedado sin hogar, con lo cual el terremoto pasó a ser visto como una de las catástrofes humanitarias más graves de la historia.
Para St Fleur, el recuerdo más vívido que tiene hasta hoy es que “después del terremoto no pude comer carne, porque veía partes de cuerpos en la calle y todo eso era horrible. Hubo rumores de que, si alguien tenía una herida grave por los escombros, por ejemplo, si se rompía el brazo, no lo hacían de manera normal. Más bien, si la piel estaba tan destruida que no podía recuperarse, cortaban esa parte. Por eso podías encontrar partes del cuerpo humano en la calle, como manos o piernas, que salían de los escombros. Solo veías esas partes fuera de los escombros. Todos esos hechos quedaron grabados en mi memoria”, cuenta a La Tercera.
Para el rescatista Mora, entrevistado por el medio dominicano Noticias SIN, “lo más difícil fue ver a aquellos que no pudimos salvar. A veces, llegábamos tarde, y aunque lo intentábamos, los cuerpos ya no respondían”. Los riesgos fueron inmensos, dijo, pues las réplicas continuaban sacudiendo la tierra. “Durante la extracción de personas, tembló de nuevo. Fue una experiencia aterradora, no sabíamos si el suelo seguiría cediendo”, narró Mora a ese medio.
Los desplazados internos
Aquellas réplicas se sintieron hasta Los Cayos, en el extremo suroeste del país, donde las casas damnificadas y el aumento de personas desplazadas fueron parte de lo que vio Vanessa Dacier (31), haitiana que reside en Chile hace siete años y que ahora es activista por los derechos humanos y fundadora y directora de la fundación sin fines de lucro Eritaj.
Los Cayos “comenzó a llenarse porque muchas personas de Puerto Príncipe, que tuvieron que emigrar al sur, llegaron a vivir aquí. Recuerdo que en esa época estaba en el colegio, tenía unos 15 años. Era un colegio de monjas, y llegaron muchas chicas de Puerto Príncipe. Como era enero, el año escolar ya había comenzado, por lo que estas niñas tuvieron que incorporarse con ropa normal, ya que en Haití usamos uniforme”, cuenta Dacier a La Tercera.
“Recuerdo claramente que las casas comenzaron a escasear. Las que se ofrecían en arriendo desaparecían rápidamente, y los precios subieron enormemente”, agrega. “Me impactó profundamente ver a las personas con discapacidades físicas, como aquellos que habían perdido una pierna o incluso ambas piernas. Fue algo muy doloroso para mí. Vi personas que quedaron con discapacidades, para mí eso fue como si fuera una película de zombies. Fue una escena muy atroz para mí”, relata.
Para Patrick Bellegarde, profesor emérito del Departamento de Estudios Africanos y de la Diáspora Africana en la Universidad de Wisconsin-Milwaukee, con el terremoto “todo tipo de desigualdades se agudizaron, lo que podría haber sido ‘disimulado’ se volvió evidente para todos”. Asimismo, precisa a La Tercera que los esfuerzos de reconstrucción en el país caribeño han sido “dolorosamente lentos, si no inexistentes, en muchos sentidos”.
Crisis posteriores al terremoto
Hoy, Haití se enfrenta a una crisis multidimensional. El país no solo se ha visto afectado regularmente por peligros naturales, como terremotos, tormentas e inundaciones, sino también por la violencia propagada por cientos de pandillas, principalmente en el área metropolitana de Puerto Príncipe, pero que también se extiende por las provincias, asegura la Oficina Internacional para las Migraciones (OIM).
Una consecuencia indirecta de la catástrofe natural es que “la pobreza abismal aumentó como se podría haber previsto. Las pandillas, entre los hombres jóvenes en particular, surgen cuando se pierden todas las esperanzas. Las pandillas tardaron en llegar a Haití. Su origen puede haber sido la deportación de jóvenes haitianos que habían cumplido condena en Estados Unidos y que fueron repatriados tras cumplir sus sentencias”, dice el profesor emérito a La Tercera.
Incluso, en ese contexto el número de niños y niñas reclutados por grupos armados en Haití ha aumentado en un 70% en el último año, según las últimas estimaciones de UNICEF. Este repunte sin precedentes, registrado entre los segundos trimestres de 2023 y 2024, muestra que actualmente cerca de la mitad de los integrantes de los grupos armados del país son niños y niñas.
“No es recomendable que vayamos”, dice St Fleur, quien ha descartado volver a su ciudad natal por la falta de seguridad. Para ella, el origen de las pandillas tiene que ver con “una herida que teníamos desde antes, con el porte de las armas ilegales. Al principio no le dábamos mucha importancia, cada uno se ocupaba de lo suyo. Pero finalmente llegamos a esto, que es consecuencia de esa despreocupación de no sacar esas armas ilegales”.
En 2024 hubo más de 5.600 asesinatos denunciados en Haití, según informó este martes la Oficina del Derechos Humanos de la ONU. La alta cifra se registra pese al rol de las misiones internacionales -como la dirigida por Kenia- para frenar la violencia de las pandillas. “Los kenianos han sido ineficaces. Es poco probable que el puñado de guatemaltecos y ocho salvadoreños resuelvan la situación actual. La administración entrante de Donald Trump no tendrá ningún interés en Haití. ¿Las naciones caribeñas intervendrán por su cuenta, con los pocos recursos que tienen? Es dudoso. El final no está cerca”, prevé Bellegarde.
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