Guido Girardi: “Quien controle la inteligencia artificial va a ser el dueño del mundo”
A pocos días del comienzo de una nueva edición del Congreso Futuro, el exparlamentario y actual vicepresidente de la Fundación Desafíos del Futuro aborda el alucinante y amenazante mundo que se nos viene, en el que ve una oportunidad histórica para Chile.
A partir del lunes 13 se reunirán en el país 120 expositores de distintas partes del mundo para dar vida a la XIV edición del Congreso Futuro, la plataforma gratuita de divulgación de ciencia, artes y conocimientos que se realiza desde el 2011 y que se ha convertido en un clásico del verano chileno, convocando a miles de asistentes que consiguen un cupo para escuchar al elenco más diverso que se pueda imaginar. Este año, además, cuenta con una novedad: la cumbre de filósofos que tendrá lugar el viernes 17 de enero; 10 pensadores que firmarán el Documento de Santiago para el Futuro de la Humanidad, un texto con el que se aborda la pregunta que atormenta a Guido Girardi por estos días: “¿Cómo vamos a preservar lo humano en medio de tantas transformaciones?”.
Esas transformaciones tienen que ver, de acuerdo con el exparlamentario y actual vicepresidente de la Fundación Desafíos del Futuro (uno de los organizadores del evento, junto al Congreso Nacional, la Academia de Ciencias y las universidades), con cuatro fuerzas convergentes: la inteligencia artificial, la nanotecnología, la edición genética y la computación cuántica. Allí se construye una nueva frontera, que es hacia donde busca llevar el debate.
“Hasta ahora nosotros podríamos decir que nuestra historia, nuestras vidas, nuestras instituciones son hijas de un mundo analógico, de un mundo que se desarrollaba dentro de los parámetros de la biología y de los cerebros humanos. Pero entramos a un mundo que ya va más allá de la frontera de la biología y entra a la frontera de la física, entramos a un mundo donde la velocidad de procesamiento de esta era nueva, de estos sistemas neuronales artificiales, es de 300 millones de metros por segundo, no de 120 metros por segundo como lo hace nuestro cerebro, y eso empieza a cambiar todos los parámetros. Eso significa que vamos a vivir una era que va a estar marcada por el aceleramiento, por la exponencialidad de los cambios.
Y nuestras instituciones -todas: la manera de educar, la manera de convivir, relaciones padre-hijo, madre-hijo o hija, la manera de gestionar los sistemas democráticos, los parlamentos, los partidos políticos- en cierta manera van a vivir un proceso de obsolescencia para poder comprender la nueva complejidad que viene”.
Cambios a una velocidad desconocida…
Claro, y las instituciones, desde el punto de vista de su gobernanza y de sus principios éticos, van muy detrás de la velocidad de los cambios. Las instituciones que tienen que pensar perdieron la capacidad de pensar.
¿Cómo así?
La era digital nos impone la inmediatez, el presentismo permanente. Y el pensamiento humano, pensamiento biológico, necesita tiempo, silencio y concentración. Y estamos viviendo una crisis de pensamiento. Nadie tiene tiempo para pensar.
¿Pensar el futuro?
En este mundo cambiante, de transformaciones profundas, necesitamos espacios de pensamiento para poder prever los futuros posibles y tener respuesta frente a esos futuros posibles. Porque hay muchos futuros, mejores y peores.
¿Y de qué dependen?
Las tecnologías, al mismo tiempo que abren oportunidades gigantescas, impensadas en el plano de la medicina, de la prolongación de la vida, de enfrentar los cánceres, de generar alimentos para toda la humanidad, eventualmente incluso de poder enfrentar situaciones como la del cambio climático, van aparejadas con una dimensión de cambio mucho más profundo. Además de las discusiones sobre el desarrollo tecnológico, sobre el tema del pilotaje democrático del futuro, si las instituciones van a poder gobernar este futuro, si las instituciones humanas pueden conversar con esta nueva era, y en el fondo plantearse qué humanidad queremos, qué humano queremos, qué humano queremos ser o qué humano podemos ser, o si vamos a seguir siendo humanos.
¿Cómo es eso?
Nosotros podemos hoy día, a diferencia del homo habilis y el homo erectus, que no pudieron decidir permanecer como especie, a lo mejor nosotros sí podemos, esta vez homo sapiens, decir “nosotros queremos seguir siendo humanos, queremos preservar la humanidad, queremos preservar el humanismo”.
¿Estamos en peligro?
Elon Musk dice que en unos años más las máquinas van a hacer todo lo que hacen los seres humanos, pero mejor. Si eso es así, ¿no será el momento entonces de decidir una reflexión ética de si queremos preservar al humano y la humanidad, de decidir cuáles de nuestras capacidades intelectuales, nuestras capacidades creativas, emocionales, le queremos traspasar a la máquina y cuáles queremos preservar?
¿Hay alguien, algún gobierno, por ejemplo, que se esté haciendo esas preguntas?
La política en el mundo entero está siendo rehén de las respuestas y no teniendo la capacidad de instalar las nuevas preguntas. Y esto no es un problema de un gobierno, es un problema global, planetario. Estamos haciendo política como un zombi, como un muerto caminante…
¿No será porque no hemos resuelto las demandas del presente? Seguridad, salud, vivienda, pensiones…
Las autoridades que están en la gestión de lo público están en una emergencia, en una urgencia permanente. Si yo le pregunto al ministro de Hacienda cuánto tiempo tiene para pensar, probablemente me va a decir que no tiene ni siquiera tiempo para ir al baño. Por lo tanto, tenemos un problema de diseño en un mundo cambiante, donde estamos viviendo una revolución de futuros nuevos. Hay un problema de gobernanza y de pilotaje democrático del futuro, donde además las redes sociales, que son una oportunidad, también pueden devenir en una amenaza.
¿Por qué?
Porque el modelo de negocio de las redes sociales, que se transforman en la plaza pública del futuro, tiene que ver con que así como el combustible del siglo XX fue el petróleo y la disputa mundial fue por el petróleo, la disputa geopolítica mundial por el control del futuro son los datos, que son el combustible de esta era, el combustible de la inteligencia artificial. Y la inteligencia artificial es el desafío de poder más importante que enfrenta la humanidad. Y por eso tenemos la lucha entre Silicon Valley y China, porque quien controle la inteligencia artificial va a ser dueño del mundo.
¿Cómo es esa lucha?
Hoy, los pozos petroleros en disputa son los cerebros, los seres humanos. Y el recurso económico más valioso hoy día es la atención. Pero la atención es un mecanismo de sobrevivencia evolutiva. Y se disputa con contenidos que amenazan la sobrevivencia, es decir, con la falsedad, la violencia, la amenaza, la agresión, las tesis conspirativas. Los algoritmos están hechos para amplificar aquellos contenidos que capturan la atención -un contenido falso, violento, mueve seis a 10 veces más el flujo de datos y no hay certificación de veracidad-, y los cerebros, al no tener un discriminador, tienden a creer que lo verdadero es lo que está más presente, pero lo que está más presente es lo falso, lo violento, y empieza a cambiar el mundo, empieza a hacer de la plaza pública un espacio no democrático, no reflexivo, y empieza a hacer que domine la estructura del miedo.
¿Qué consecuencias tiene ese proceso?
Amenaza a las instituciones democráticas, porque si la plaza pública son las redes sociales capturadas por esta lógica, es muy difícil que haya conversación. Porque la plaza pública es conversación y la conversación es democracia, pero en 280 caracteres y en un mundo reactivo, poco reflexivo, es muy difícil que haya democracia.
¿La democracia está amenazada también?
Yo creo que las instituciones democráticas están amenazadas. Primero, porque hay una mayoría planetaria, no solo en Chile, que antes era el mundo popular, obrero, que en el pasado votaba por las izquierdas en el mundo, y que al no ver que las democracias han logrado resolver sus problemas, recelan de la democracia y desconfían de ella en el mundo entero. Hoy día la izquierda perdió la representación de ese mundo popular y de la rabia y de la indignación, y hoy día las canalizan las extremas derechas. Y es lo que hemos visto. O sea, los que votan por Le Pen, en Francia; los que votan por Trump, los que votan por los Bolsonaro del mundo, por los Milei, no son las élites, son justamente estos sectores que se sienten amenazados, desplazados, no incluidos, y donde las democracias no resuelven sus problemas. Eso hace una fragilidad gigantesca a las instituciones democráticas.
¿Qué pasa con los liderazgos?
La plaza pública, al estar capturada por lo negativo, por lo extremo, hace que los líderes del futuro no sean los líderes más inteligentes ni los más reflexivos, todo lo contrario. Los contenidos de un premio Nobel hoy día no tienen un retuit. En cambio, el del terraplanista y del antivacuna se expanden de manera vertiginosa. Son los influencers los que van a ser los actores políticos del futuro. No lo digo peyorativamente, lo digo con un sentido de realidad. O sea, no van a ser las personas políticamente correctas, no van a ser las que hagan propuestas profundas ni las que hablen en un tono adecuado las que van a liderar esta era. De no hacer nada, van a ser aquellos que gritan más, que tengan las posturas más extremas, más estrambóticas.
¿Qué debe ofrecer la política?
La política tiene que ofrecer futuro. Y ya está cuestionada, dado que existe este movimiento canalizado por las posturas extremas, por los populismos, que en el fondo es el pueblo contra la élite, el pueblo contra las instituciones. Un mundo sin instituciones y sin élites de calidad no funciona, no tiene futuro. Pasó en el primer proceso constituyente: que había que terminar con el Senado, el Parlamento, con el Poder Judicial… Es un síntoma, es lo que está pasando en todas partes del mundo. Es una paradoja, porque al final los liberales, los progresistas, los demócratas, somos los conservadores: queremos conservar la democracia, queremos conservar al humano, queremos conservar el humanismo, queremos conservar los seres vivos…
¿Y quiénes son los revolucionarios?
Los que quieren cambiarlo todo. Las extremas derechas. ¿Y quiénes tienen el combustible del cambio, que es la rabia, la indignación? Ellos. Yo creo que si nosotros no entendemos que debemos dejar de estar peleando en una permanente política de trinchera, de lanzarnos molotov entre nosotros, no hay futuro.
¿Cómo se para Chile en este nuevo mundo?
Muy pocos países en el mundo hoy día tienen las posibilidades de Chile de salvar el planeta y de ser países tan ricos como los países europeos en el 2050. Tenemos todos los elementos que esta crisis de la humanidad requiere. El cambio climático requiere energía limpia urgente. Reemplazo de los fósiles. Chile tiene el mayor potencial de energía solar y eólica del planeta. Nosotros si tuviéramos dos millones de megas en el 2050, cosa que no va a ocurrir, de energía solar y eólica, podríamos producir hidrógeno verde y generar ingresos por $ 400.000 millones, ser ricos, pero además ayudar a generar a lo mejor el 20 % de la energía.
¿Por qué no va a ocurrir eso?
Porque el Estado está obsoleto, porque no hay consenso, porque esto requiere justamente un consenso gigantesco entre la política, el mundo intelectual, los territorios, el mundo empresarial y el mundo social. Con justa razón, muchos ecologistas, de los cuales yo fui parte, dicen “las aspas de las turbinas van a matar pájaros”... Sí, es cierto, tenemos que hacerlo lo mejor posible para que eso ocurra en menor cantidad. Pero si no hay combustible que reemplace los combustibles fósiles, se van a morir todos los pájaros del mundo. Entonces hay que poner esas dos dimensiones. Chile tiene el litio y el cobre, que son fundamentales geopolíticamente. Por eso que China, a diferencia de EE.UU., no está haciendo negocio, está haciendo geopolítica al comprar todos los sistemas energéticos, litio, el cobre, porque tiene la mirada a largo plazo... Oye, este país está puesto en el centro, no en la periferia.
¿Qué estamos esperando…?
Yo creo que si la élite chilena, si la clase política chilena, si nuestra intelectualidad, si nuestros empresarios, si nuestros líderes societales, que quieren tener un proyecto de sociedad futura, no nos ponemos de acuerdo y no nos damos cuenta de esto, nos va a pasar el mundo por el lado. Por eso tiene que haber un gran consenso país, y hoy día lo que estamos haciendo justamente es todo lo contrario; así, Chile, para mí difícilmente va a tener un buen futuro.
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