A 20 años de su muerte editan perfil de Julio Ramón Ribeyro

El narrador peruano, uno de los mejores de Latinoamérica, es retratado por el periodista Daniel Titinger en Un hombre flaco.




Se desplazaba por las calles de París en un automóvil Jaguar con chofer. En su amplio departamento colgaba un cuadro de Van Gogh y entre el desorden figuraba un medallón de oro diseñado por Picasso.

Era fines de los años 60 y el autor peruano Julio Ramón Ribeyro (1929) vivía unos días de lujo. Mientras era embajador de su país ante la Unesco, en Lima era considerado el mejor cuentista vivo de Latinoamérica.

Sin embargo, 10 años antes, cuando comenzaba la década del 50, sus días en Francia marcaban el paso de la desolación y la pobreza. Vendía libros para comprar botellas de vino y paquetes de cigarrillos.

El autor de Los gallinazos sin plumas luego trabajaría en la Agencia France Press y en paralelo escribía un diario interminable que tituló La tentación del fracaso.

En 1973, aún en París, condenado por un cáncer en el esófago y el estómago, la muerte era inminente. Pero resistió a dos operaciones y vivió y escribió hasta volver a Lima en 1992. Dos años más tarde, el 4 de diciembre, moría frente a Alida, su mujer.

"Alida de Ribeyro se convirtió en el feroz paradigma de la viuda literaria: una mujer dispuesta a cortarle la yugular a quien pretendiera tocar el legado de su marido", escribe el periodista peruano Daniel Titinger en Un hombre flaco, perfil de Julio Ramón Ribeyro, editado por Ediciones UDP a 20 años de su muerte.

"Parece una estaca con las manos en los bolsillos y mirando el mar. Se lo ve tan delgado que cualquier brisa lo podría alzar como un pañuelo. Sonríe o hace una mueca tímida con la boca, escondiendo los dientes amarillos por el tabaco (...), bajo ese tupido bigote que se ha dejado en los últimos meses, sin razón aparente", anota Titinger sobre la fotografía que ilustra esta nota, y que también justifica una vida: Ribeyro era un hombre demasiado flaco, frágil y sin ninguna aspiración relacionada con el éxito.

El diario, La tentación del fracaso, es uno de los mayores proyectos literarios que ha dejado huella de sabiduría y precariedad de un escritor. Es, a su vez, un registro de quien no le interesó promover su obra, y que prefirió estar en la segunda fila del Boom latinoamericano, encabezado por Gabriel García Márquez y su compatriota Mario Vargas Llosa.

Titinger demuestra con una serie de entrevistas a amigos de Ribeyro, como Alfredo Bryce Echenique, Fernando Ampuero, Guillermo Niño de Guzmán, además del biógrafo Jorge Coaguila, que Alida de Ribeyro es la persona que ha impedido que se publiquen los diarios que van de 1978 hasta 1994.

Un hombre flaco es también un retrato revelador y bello del autor de Sólo para fumadores. "Lo que me horroriza es que mi diario, si alguna vez se llega a publicar pueda convertirse en un libro 'formativo', en el sentido de encontrar en él algo de ejemplar. Yo temería que alguien se pareciese a mí. (...) En suma, soy el mal ejemplo, lo que debe descartarse", anotó Ribeyro en La tentación del fracaso.

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