Australia: La dura lucha de Nadal contra el calor y el 112 del mundo
El español, extenuado, estuvo al borde de la eliminación en la tercera ronda del Grand Slam. Superó mareos, deshidratación y calambres.
Rafael Nadal sacó adelante un partido agónico, a la desesperada y casi sin fuerzas después de cuatro horas y 12 minutos de angustia. Con mareos, deshidratación y calambres incluidos, y venció al estadounidense Tim Smyczek por 6-2, 3-6, 6-7 (2), 6-3 y 7-5, para ganar la tercera ronda del Abierto de Australia.
"Una noche muy dura", dijo sobre la pista, donde aprovechó la oportunidad para calificar a su rival de "caballero por lo que ha hecho al final, algo que no todo el mundo hace con 6-5 en el quinto set", al referirse a la repetición de primer saque que Smyczek le concedió tras el murmullo del público que había desconcertado a Rafa.
"Hoy había mucha humedad, intenté lo mejor, pero no sé lo que me ha pasado. Ha sido un problema gástrico, creo, he tenido malas sensaciones y deshidratación al finalizar el primer set, y algunos calambres por alguna parte", explicó.
Para resumir todo lo que había pasado, añadió que "esta humedad me ha pasado factura. Estaba muy cansado, he tratado de mantener la mejor actitud, pero es algo lógico, porque no estoy perfecto después de estar tanto tiempo fuera del circuito".
Smyczek parecía el rival perfecto para que Nadal siguiera tomando ritmo. Situado en el puesto 112 del mundo, procedente de la fase previa, sin título alguno, pero si más acostumbrado a la lucha, con tres victorias en la fase de clasificación y la primera en el cuadro principal, y que había asegurado que si no tuviera la más mínima oportunidad de ganar, no saltaría a la pista. Su predicción estuvo a punto de cumplirse, porque aunque nunca en su vida había ganado a un rival entre los diez primeros, el de Milwaukee estuvo muy cerca.
Al límite
Nadal empezó a afilar sus colmillos en el primer set, que ganó con autoridad. Pero los problemas y las dudas comenzaron a surgir en el juego del español, que notaba además la tremenda resaca que se hacía sentir en la central después la primera jornada de calor, con 32 grados. Su camiseta rosa fucsia estaba empapada y su cara reflejaba desesperación. El 0-2 del tercer set inquietó al banquillo del manacorí, detectando que le pasaba algo. Una llamada al fisio del torneo aclaró el asunto: El zurdo sentía mareos y deshidratación y los consiguientes calambres. El doctor le dio una pastilla. Luego le hicieron llegar un suplemento rico en glucosa y Rafa mordisqueó un plátano y tomó zumo. Y se fue al baño.
Sin fuerzas era difícil controlar a un inspirado rival que además lograba golpes no soñados y sumaba saques directos. Todo parecía perdido para el campeón de 2009, que no obstante se mantuvo en la lucha, agarrándose a lo que podía, a sus piernas, a su coraje. Y llegó por fin la rotura en el sexto juego (4-2) que le dio moral para hacerse con ese parcial y nivelar el duelo.
Nadal estaba al límite y su rival parecía fresco, sin signos de nerviosismo y concentrado al máximo. Así salvaba puntos de rotura, mientras que a Nadal le costaba ganar su servicio. Hasta que finalmente Rafa logró robarle el saque en el undécimo juego.
Smyczek tuvo entonces un detalle que le honra. Sacaba el español para ganar el partido, y el murmullo del público le hizo fallar el primer intento, y el americano concedió que lo repitiera. Luego, el dramatismo siguió hasta el final porque Nadal necesitó cuatro oportunidades para sellar una de las victorias más duras de su carrera y confirmar que ningún jugador procedente de la previa ha podido con él, jamás, en un Grand Slam.
Nadal se enfrentará en tercera ronda con el israelí Dudi Sela que derrotó al checo Lukas Rosol, pesadilla y verdugo del español en Wimbledon 2012, por 7-6 (2), 5-7, 7-5 y 6-3.
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