Cineasta Abdellatif Kechiche: "Hoy existen menos tabúes en el amor"
El 19 de junio llega a salas la cinta francesa La vida de Adèle. Hablan con La Tercera su director y la actriz Adèle Exarchopoulos.
Tardó en llegar, pero Chile tendrá al fin en sus salas de cine a la ganadora de la Palma de Oro 2013 del Festival de Cannes, La vida de Adèle. Conmovedora, tierna, intensa, sensual, polémica. Son algunos de los adjetivos que han acompañado a este filme que cuenta cómo una adolescente de clase media redescubre su sexualidad al enamorarse de Emma, una chica universitaria perteneciente a la élite cultural de la alta burguesía francesa.
Con escenas de sexo lésbico explícito de hasta ocho minutos de duración, no tardó la obra del franco-tunecino Abdellatif Kechiche en generar algunas críticas con respecto de la incomodidad que producen sus planos tan directos y extensos.
La actriz principal, Adèle Exarchopoulos, que brilla con emotividad en todo el metraje de tres horas, está un poco harta de esta controversia. Y así lo explica a La Tercera: "No entiendo cómo se ha hablado tanto de ese tema; la opción del director es mostrar el sexo tal y como es y con una duración parecida, como sucede con escenas en las que aparezco comiendo, por ejemplo. Entiendo que en algunos países pueda incomodar, porque no estén acostumbrados, pero que suceda en Europa y otras democracias occidentales es preocupante. ¡Tan solo se quería mostrar todo lo que era orgánico en las relaciones de las personas!".
No sólo quisquillosos y guardianes de la moral valoraron negativamente los momentos casi pornográficos. También Julie Maroh, autora del cómic autobiográfico que inspiró la adaptación libre (Le bleu est une couleur chaude), aseguró que el sexo lésbico no era como aparecía en pantalla y que se trataba de relaciones que seguían patrones heterosexuales.
"Puedes decir que te gusta o no cómo lo hacen, pero es bastante estúpido querer establecer lo que es o no homosexual", responde Exarchopoulos. "De hecho, mi personaje ni siquiera sabe si es lesbiana. Todavía se está descubriendo y tan solo ha conocido a una chica. Es peligroso delimitar cómo debe o no debe ser una relación; a lo mejor, quien dice eso es que no ha tenido suficiente sexo", rematata con contundencia.
En las escenas con la otra protagonista, Léa Seydoux, "la idea era dejarse llevar por ella, que me dominaba", cuenta Adèle. "Nos sentíamos muy libres y fue muy divertido, aunque al principio resultara un poco embarazoso, porque nunca había estado con una chica. Pero es un poco como cuando eres pequeño y juegas unos papeles imaginarios".
OTRA VELOCIDAD
La larga duración de los planos y secuencias eróticos son proporcionales a una historia en la que el director, pese a retratar a una juventud actual que suele vivir a toda prisa, optó por descripciones pausadas, conversaciones degustadas, momentos de calma alargada en el césped de un parque.
"Mi mirada es externa, por lo cual no tengo que filmar a la velocidad con que suceden las cosas. Puedo estar grabando un tren y no tengo que ir a su misma velocidad, incluso un tren de alta velocidad, porque yo tengo otra velocidad", argumenta por su parte el propio Kechiche con un discurso pausado, madurado, profundo.
"Si consideras las definiciones del cine de la Nouvelle Vague en los 60, se pauteaban por un ritmo sacudido de escenas cortas. O sea, lo del ritmo acelerado no es nada nuevo. Yo me di cuenta de que mi propio ritmo no correspondía a esas definiciones canónicas de los 60, de modo que corro el riesgo de ir en contra de mi época, porque los lenguajes son atemporales", profundiza el cineasta, que a sus 53 años ha dirigido otras cuatro películas entre las cuales destaca La escurridiza, de 2003, donde también retrata amores y pasiones juveniles en un contexto actual, tema que le apasiona. Y Cous cous, la gran cena (2007), considerada entre las mejores cintas del nuevo siglo.
Por encima de todo, La vida de Adèle es una película de amor. "No veo nada de novedoso en la sociedad actual sobre el sentimiento amoroso. El amor es siempre una sorpresa para las dos personas, que sienten una atracción casi metafísica en un momento determinado, aunque no me gusta mucho teorizar sobre el sentimiento", ahonda Kechiche.
Como complemento de lo anterior, plantea el cineasta que "lo que es verdad es que hoy en el amor existen menos tabúes, como por ejemplo en la relación entre dos hombres o dos mujeres. En la relación entre Emma y Adèle, al amor le cuesta resistir a las diferencias sociales. Emma, de la élite cultural, vive un poco prisionera de su vocación artística y de su seudovocación por el medio en el que vive, que considera tener el privilegio del buen gusto. Adèle es más joven y también más sencilla. No busca en la vida las luces artísticas que persigue Emma".
Además de un reguero de emociones intensas y dilemas vitales y amorosos con los que es muy fácil sentirse identificado, el espectador se va a encontrar en La vida de Adèle con el descubrimiento de una actriz sensacional que, a sus 20 años, brilla y explota como un sol veraniego de mediodía . Con una mirada siempre al borde del llanto, Exarchopoulos asegura ser una persona mucho más racional que el personaje que lleva su nombre. Y dice que el director se apasionó tanto por su interpretación, que creyó que así iba a irradiar más fuerza, lo que facilitaría la identificación. "Para actuar, siempre fuerzo algo que a veces está dentro de ti", plantea la actriz francesa de raíces griegas. "Pero en este caso no me considero parecida al personaje que interpreto. Ayuda mucho la dirección exigente de Abdellatif".
No obstante, existe una proximidad buscada por el director entre los orígenes sociales de los dos personajes principales y los de las actrices que los interpretan. Exarchopoulos, en efecto, se crió en una familia de clase media y dice haber tenido una infancia sencilla y feliz, que a los 8 años le empezó a llevar por el camino de la actuación. "La verdad es que no conozco mucho esa élite cultural a la que pertenece Emma, pero por lo que sale en la película parece un poco aburrida, siempre queriendo aparentar", comenta.
Hollywood ya la ha llamado por teléfono y su vida ha dado un giro de 180 grados después del éxito de la cinta. "Todavía no he comprobado hasta qué punto mi vida ha cambiado, porque todo ha sido muy violento este año, pero en el sentido positivo de la palabra. Grabar la película, la promoción por todo el mundo, Cannes, no me ha dado tiempo a digerir nada. Mis padres están tranquilos y son respetuosos: toman distancia para que no hablemos todo el tiempo de ello y me recomiendan siempre que tome mi tiempo para pensar y tomar mis decisiones".
Sus escenas lésbicas, asegura, no han cambiado su modo de ver estas relaciones porque fue educada "muy abiertamente". Y lamenta que aún exista la homofobia: "Lo malo es que la sociedad, con la de problemas que hay en el mundo, se preocupe de querer establecer a quién debes amar y cosas así".
Eso sí, aunque "somos jóvenes y hay que experimentar cosas", la actriz lo tiene clarísimo: "Me gustan los hombres".
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