Columna de Sebastián Edwards: Las falencias de la derecha

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Muchos dicen que Piñera debe abrirse al centro y captar a los simpatizantes de la DC. Eso es necesario, pero no suficiente.




Parte de la derecha chilena es "autista" y ensimismada, incapaz de salir de su entorno inmediato, de entender a otros, de tener verdadera empatía, atributo esencial, en el decir de Adam Smith. Además de autista, esta derecha es triunfalista, esencialmente conservadora, inamovible en sus posiciones. Fue esta derecha la que dominó la campaña de Sebastián Piñera, y es ella la responsable de los decepcionantes resultados en la primera vuelta.

Si Sebastián Piñera se sacude de ese círculo autorreferente, si cambia a tanto asesor educado en el Verbo Divino o el Villa María por personas que reflejen a la ciudadanía, si muda la sede central de su comando de Las Condes a Recoleta, podrá ganar las elecciones.

Sigo creyendo que Sebastián Piñera es la mejor opción presidencial para los próximos años. Creo que con Piñera habrá menos desempleo y los salarios crecerán más rápido. Creo que el ex presidente está mejor preparado para enfrentar la destrucción de fuentes de trabajo que ineludiblemente traerá la cuarta revolución tecnológica. Con Piñera hay una mayor probabilidad de que nuestra educación mejore en calidad y avancemos hacia una prosperidad equitativa. Creo que si Piñera se desmarca de la derecha conservadora tendremos un país más tolerante, moderno e inclusivo.

La diferencia entre "necesario" y "suficiente"

Muchos dicen que Piñera debe abrirse al centro y captar a los simpatizantes de la DC.

Eso es necesario, pero no suficiente.

Si Piñera quiere ganar debe hacer mucho más: tiene que enfatizar proyectos con un espíritu "liberal progresista", proyectos con los que comulguen la gente joven, los emprendedores, las mujeres y todos aquellos que quieren un país más amable. Un país con menos bullying y mejores derechos sociales.

Esto no significa que reniegue de su programa. No. Se trata de una cuestión de prioridades. En ese programa -y siguiendo la filosofía que lo inspira- caben distintos énfasis. Los resultados del domingo requieren subrayar aquellos aspectos que tienen un mayor componente liberal-progresista.

Piñera tiene que usar el lenguaje con mayor claridad, reconocer errores en forma directa y hacer suyas las buenas ideas de otros, sin complejos. Es verdad que hasta ahora ha hecho algunas de estas cosas, pero las ha hecho a medias, un poco a regañadientes. Habla de leyes "perfectibles", en vez de reconocer que algunas son malas y deben cambiarse; usa el concepto de "segunda transición" sin atribuirle autoría a Alejandro Foxley; evoca a Patricio Aylwin sin aceptar que el ex presidente hubiera votado por Goic.

En la noche del 19-N Piñera debió haber dado un discurso corto. Debió haber empezado con un "he escuchado a la calle". Claro, me dirán que eso ya lo dijo Lagos. Pero ese es, precisamente, el punto. Piñera debió haber dicho: "Quiero hacer mías las palabras de ese gran patriota, de ese presidente insigne que fue Ricardo Lagos: he escuchado a la calle".

Pero no lo hizo, y se lanzó en una filípica interminable, donde repitió las frases de la campaña como si hubieran sido piezas de oratoria que lo llevaron al éxito. Los televidentes estaban atónitos, y muchos compararon los 20 minutos de Piñera con los 143 segundos de Guillier. Ninguno de los dos dijo nada, pero uno lo hizo en corto.

Nuevos énfasis

Si bien es muy tarde para empezar de nuevo, hay mucho que Piñera puede hacer.

Una prioridad esencial es cambiar a los portavoces y voceros. Más diversidad, menos arrogancia; más horizontalidad y sentido del humor. Esto no sólo se refiere a los funcionarios de la campaña, sino que también a los representantes de la derecha en los programas de TV. Porque convengamos que en los foros y debates los representantes de la izquierda ganaron casi siempre por paliza. No fue "por puntos"; con frecuencia fue por knock out.

Al hablar de su programa, Piñera debiera enfatizar temas que recojan el sentir y las aspiraciones de la gente, especialmente de los jóvenes. Todo esto sin desatender los objetivos de la modernidad y el crecimiento.

He aquí algunas ideas simples, ejemplos sobre lo que se puede hacer:

Gratuidad acelerada y total para los institutos profesionales de educación superior. Es aquí donde estudian los jóvenes de familias más pobres y vulnerables, y es aquí donde se debiera formar a los futuros técnicos que nos ayudarán a enfrentar el tsunami de robots y máquinas inteligentes que nos invadirán en los próximos años. En Chile se gradúan miles de abogados y periodistas cada año -la mayoría de los cuales no encuentran trabajo-, pero no hay técnicos que puedan instalar los paneles de energía solar en el Desierto de Atacama. En los últimos años hubo que importarlos de Europa -Portugal y Rumania-, entre otros. Tenemos el país con mayores ventajas para la energía solar en el mundo entero, pero somos incapaces de instalar los paneles. Insólito.

Una ley migratoria moderna, que junto con ser humanitaria celebre la diversidad. Lo primero es regularizar la situación de quienes ya están en el país, tratándolos con dignidad y respeto. Pero eso no es suficiente. La ley debiera establecer un proceso claro y transparente para que en los próximos años aumentemos en forma significativa el número de migrantes legales. Hay numerosos ejemplos que se pueden seguir, como el de Australia, que atrae a miles de personas con habilidades que escasean en ese país. Además, debiéramos dar visas de inmigrantes a todos los graduados extranjeros de instituciones de educación superior que quieran quedarse en Chile. Esta medida -que está vigente en Oceanía- transformaría a nuestras universidades e institutos técnicos en una nueva fuente de exportaciones. Esta iniciativa cubre varios objetivos: es humanitaria, inclusiva, fomenta la diversidad, ayuda al crecimiento y genera nuevas fuentes de divisas.

Reforzar las leyes de protección al consumidor. Esto no les gusta a muchos representantes de la industria nacional, pero es un componente esencial de las legislaciones en países capitalistas modernos, como Canadá, Australia, Noruega y Nueva Zelandia. Piñera debe ser particularmente severo respecto del tema de los abusos, la discriminación y las colusiones.

Otras ideas: abrir el ahorro pensional a instituciones que no sean AFP; fomentar la competencia de ese modo, permitiéndoles a las mutuales, organizaciones sin fines de lucro, compañías de seguros y otras administrar los fondos para la jubilación. Hacer una nueva ley de pesca, que mantenga lo positivo de la actual y cambié sus problemas, recogiendo las críticas de gente como el senador Ossandón. Crear un canal cultural de TV que vaya mucho más allá de lo recientemente aprobado, fomentando la cultura en modalidades del siglo XXI.

Autismo de alto orden

El domingo, cuando volvía de votar en Recoleta, me encontré en la estación de Metro El Golf con uno de los periodistas de centroderecha más influyentes de la plaza. Le dije que había una probabilidad de que, aun siendo primero, Piñera sacara un porcentaje relativamente bajo de votos, un porcentaje que podía ser visto como una "derrota moral". Agregué que era importante que alguien preparara un discurso adecuado bajo ese escenario. Mi amigo se rió: "No es necesario", dijo, mientras me daba unos golpecitos paternalista en la espalda. "No es necesario", repitió, "vamos a sacar el 47%".

Al despedirnos noté que llevaba en sus manos un ejemplar del nuevo libro de Carlos Peña, Lo que el mercado sí puede comprar. Empecé a subir las escaleras de la estación y pensé: "Después de tantos años y tantas vicisitudes, el autismo sigue dominando a un sector importante de la derecha chilena".

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