Daniela Seguel: "Quiero soñar con mi papá"

Daniela Seguel

Tres semanas después del fallecimiento de su padre durante uno de sus partidos, Daniela Seguel, la número uno de Chile, retomó por primera vez una raqueta. Los sentimientos de este día de trabajo y los recuerdos de una jornada infausta se mezclan con un futuro lleno de esperanza.




"¡Vamos, Dani, que Dios te bendiga!". Esas fueron las últimas palabras de un alegre Jorge Seguel a su hija, Daniela, que esa tibia mañana del sábado 26 de noviembre jugaba la final de la Copa Las Condes.

La conversación se da un contexto muy especial. "Me quedó marcada, porque en verdad nunca me traía la ropa. Yo soy muy cabalera y había dejado la ropa que había usado el día anterior. Dije: 'Esta ropa es de partido importante'. Entonces, le pedí a mi mamá que me la lavara. Y se quedó en el baño. Al otro día, mi papá se levantó de los primeros. Nos encontramos a la salida del baño y me traía la ropa; le dio un beso y me dijo esas lindas palabras que, después de lo que pasó, las tomo de otra manera", cuenta ahora, 23 días después, sentada en una banca de una canchas del Estadio Israelita, la tenista. El día que volvió a entrenar y coger la raqueta.

Los abrazos se multiplican al verla llegar. "¡Grande, Dani! Qué bueno que volviste", se oye. Sus entrenadores, Guillermo Pérez Roldán y Aldo Álvarez, son los primeros en recibirla. Es su regreso a las canchas después de esa fatídica tarde en la que falleció su padre, por un infarto, mientras ella disputaba la final en el Club El Alba.

Son las 10.10. El sol inmisericorde del lunes hace estragos en el sector oriente de la capital. Trabajos con elástico y después servicios son la pauta inicial para la número uno de Chile. Entremedio una buena noticia: "El gimnasio lo puedes utilizar cuando quieras, a partir de ahora. Lo hablé con el profe", le cuenta Pérez Roldán. Dani agradece. Es un alivio, ya no tendrá que trasladarse a otro lugar para hacer la preparación física y evitará incurrir en gastos mayores en locomoción colectiva.

"Ese día, mi papá andaba bastante bien. Había ido a la feria a comprar unos zapatos para mi hermano. Estaba súper contento y eso es lo que nos tranquiliza: se fue feliz, viéndome jugar, que es una de las cosas que más le gustaba. Y, además, estábamos todos juntos", cuenta la oriunda de San Joaquín, quien esa semana les pidió a sus familiares que la fueran a ver, pues les dijo que creía muy probable no estar en Chile el próximo año.

Al otro extremo de la cancha, Daniela mueve de lado a lado sus jóvenes sparrings, que se turnan para el peloteo. No hay jugadoras que tengan su nivel, por lo que está obligada a entrenar con hombres. La Pantera se cansa un poco, pero sin que se note que llevara inactiva tres semanas. Está más flaca. "Lo normal es que cuando uno regresa de vacaciones, engorda. Pero con todo lo que pasó, perdí peso", confiesa.

Las noches tampoco han sido fáciles. Incluso, con algunos problemas para dormir. Cuando logra hacerlo persigue un deseo que aún no se cumple: "Lo que más quiero es poder soñar con mi papá".

Daniela, con una entereza que conmueve, recuerda ese doloroso sábado de noviembre: "Tengo muy grabado el partido, el momento en que pasó todo. Fue en el 3-1 del segundo set e iba cuarenta iguales, cuando a mi papá... Me di cuenta, porque estaba toda mi familia junta. Vi que era alguien de mi grupo, me acerqué y era él. Nunca lo había visto convulsionando y me largué a llorar de una".

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"La gente me tranquilizó, me dijo que era un desmayo por el sol y que estaba consciente. Pensé: 'Bueno, se lo llevan a la clínica por precaución'. Después me costó seguir jugando, porque no sabía qué pasaba. A pesar de todo, tenía el partido controlado. Luego aparece la árbitro y me dice que me necesitan urgente en la clínica. En ese momento, no me imaginé lo peor. De hecho, cuando llegué allá tampoco me lo imaginaba. Me enteré cuando entré al box donde estaba mi familia. De sólo ver las caras, me di cuenta", agrega.

Luego, las muestras de apoyo se expandieron por todo el mundo. A tal punto de que en los funerales de su padre, decidió agradecer en público, pese al dolor. "Me nació hablar porque había recibido mucho apoyo y quería hacerle una promesa de que iba a seguir adelante con el tenis, que era uno de nuestros sueños; no porque él creía que fuera buena, sino porque él sabía que yo disfrutaba en una cancha de tenis y confiaba mucho en mí", explica.

"Jorge S.", reza el tatuaje en el antebrazo izquierdo. Una marca indeleble del inicio de una nueva etapa, en la que está segura de que el éxito crecerá. "Es un nuevo comienzo, se viene fuerte y con desafíos importantes. Confío en que puede ser un gran año. Estoy pasando por un buen momento, pero creo que vienen momentos mucho mejores. Tengo fe en que así va a ser", se anima.

El primer entrenamiento termina a las 12.00. Luego, vendrá otro a la hora de almuerzo y más tarde tocarán mediciones físicas. Las conclusiones son positivas: "Me sentí bastante bien para llevar tres semanas inactiva. Creo que fue un buen reencuentro, porque dentro de todo no perdí las ganas de jugar al tenis".

Eso sí, asume que el volver a una pista desde ahora es distinto. "Creo que todos los días en la cancha, ya sea entrenamiento o partido, serán especiales, porque de una u otra forma me voy a acordar de él. Sobre todo, porque su trágico fallecimiento fue en una cancha de tenis. Entonces, los recuerdos siempre van a estar".

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