De qué hablamos con televisión cultural

Con el anuncio de la creación de un canal cultural educativo del Estado, varias voces debaten qué se entiende y cómo se concilia TV y cultura.




En 1963, con 57 años, el padre del neorrealismo italiano y director de Roma, ciudad abierta (1945), Roberto Rossellini, dejó el cine para experimentar con las didácticas televisivas. Lo anunció en un acto de la revista Filmcritica, y sus palabras son aún consideradas una declaración de principios:

"La crisis de hoy no es únicamente crisis del cine, sino también de la cultura. El cine, medio de difusión por excelencia, ha tenido el mérito de hacer palpable esta crisis, ponerla en evidencia. Por esto quiero retirarme de la profesión y pienso que tengo la obligación de prepararme -con toda libertad- para replantearlo todo desde el principio, para volver a retomar el camino a partir de bases completamente nuevas". Al año siguiente puso en marcha su proyecto de enciclopedia televisiva con la serie L'età del ferro, en que narró la senda del hombre hacia el conocimiento del metal y su manipulación en cuatro episodios. Le siguieron La prise du pouvoir par Louis XIV (1965), Atti degli Apostoli (1968), y las biográficas Socrate (1970), Blaise Pascal (1971), Agostino d'Ipona (1972), y Cartesius (1973), todas apoyadas por la RAI. En palabras del cineasta en fuga, su cámara había pasado de la pretención del cine a mostrar realidades en bruto, como un niño curioso que observa su entorno. Medio siglo más tarde, la teoría de Rossellini ha cobrado una vigencia inusitada, incluso en Chile.

El anuncio venía entre los nueve párrafos dedicados a cultura en su discurso del 21 de mayo. La Presidenta Michelle Bachelet se detuvo escasos segundos en la cartera que acababa de recibir a su nuevo cabecilla, Ernesto Ottone, para dar la gran sorpresa: la creación de un canal de televisión cultural y educativo de recepción libre, gratuita y sin publicidad. "Queremos hacer de la TV un instrumento que dé cuenta de la diversidad cultural y geográfica de Chile y esté al servicio de todas las chilenas y chilenos", dijo. El propio ministro Ottone manifestó más tarde, ese mismo día, que la iniciativa es "un anhelo muy antiguo de la ciudadanía y los creadores de tener un canal de calidad y enfocado en el desarrollo educacional y cultural".

Pero, lejos de generar unanimidad, el anuncio remeció al medio televisivo, dejando varias hebras sin atar. Sí hubo quienes celebraron la iniciativa, pero también otros que vieron en ella las medias tintas de una deuda histórica  con los contenidos culturales en la pantalla chica. Jaime de Aguirre, por ejemplo, ex director de CHV, afirmó en una entrevista tras su salida de la estación: "Los programas se convierten en culturales o no en cuanto son capaces de movilizar socialmente al país por la vía de la entretención o por lo que sea", cuestionándose de qué hablamos cuando se habla de un canal cultural. "¿El resumidero de cosas fomes?, ¿el resumidero de cosas que no se pueden financiar por el mercado?", insistió.

De Aguirre y sus conclusiones remecieron, otra vez: muchas preguntas giran en torno a la televisión cultural, varias aún sin respuesta.

La mesa de trabajo encabezada por el Consejo Nacional de Televisión (CNTV), los ministerios de Educación y Cultura, los productores independientes de cine y televisión y la Secretaría General de Gobierno, trabaja contra reloj. Las dudas sobre qué es cultura y qué no, dicen, deberán ser atendidas antes de que el segundo gobierno de Michelle Bachelet concluya, cuando el canal aparezca finalmente en pantalla.

Las dos corrientes

¿Qué se entiende por televisión cultural? El estudio del CNTV de 2014, titulado Televisión cultural, diagnósticos y definiciones, cita al Ministerio de Cultura colombiano: "Es importante saber que ella lleva expresiones propias del talento creativo a terrenos en los que son susceptibles de explotación comercial". Por tanto, dos vertientes en una sola: por un lado, la europea, que con casos como la BBC (Inglaterra) -donde actualmente una funcionaria del CNCA realiza una pasantía-, RAI (Italia) y ARTE (Francia-Alemania), surgió como un servicio público "relacionado en mayor medida con la alta cultura que con la cultura popular, ya que la alta cultura estaba legitimada por las elites intelectuales", según Belén Igarzabal, directora del área de comunicación y cultura de Flacso Argentina, en su paper  Toda televisión es cultural.

El escritor Rafael Gumucio, quien fue parte de los cimientos del Canal 2 Rock&Pop, concuerda: "La televisión cultural no debe ser ligada solo a las artes. Me atrevo a decir que incluso Vértigo podría ser de contenido cultural en tanto transmita lo identitario del país. Que entretenga no quiere decir que no lo sea. No es excluyente".

El pensador francés Dominique Wolton establece, sin embargo, que la televisión cultural sí excluye a ciertas audiencias y que profundiza la desigualdad. "En general la televisión pública, siguiendo el modelo europeo, buscó educar y transmitir la cultura de las artes, de la elite, la alta cultura sin tener en cuenta que lejos de generar posibilidades de encuentro con todos los sectores de la sociedad, promovió la exclusión y el abandono de la audiencia".

Para Nissim Sharim, quien fue miembro del directorio de TVN desde 2000 hasta el 2006, y quien durante su ejercicio dio una batalla para evitar que salieran del aire programas como El Show de Los Libros (conducido por Antonio Skármeta) y Los Patiperros, de Cristian Leighton, "hace mucho que se desechan programas de buena calidad, lo que es inconcebible en un momento histórico en que Chile enfrenta reformas de gran trascendencia, como la educacional". El mismo pudo visitar los estudios de la BBC, en Londres. "Con lo que vi -entre noticieros, documentales, películas y espacios de entretención-, queda demostrado que la televisión cultural puede ser una gran herramienta de educación y cultura sin que atente contra la entretención del espectador".

El periodista y productor de programas culturales, ex conductor de Hora 25, Augusto Góngora, dice que "estos aportes generan nuevas miradas, conversaciones y posibilidades de acción. Eso vitaliza la vida social y cultural de los ciudadanos".

Del otro lado, en tanto, está el modelo estadounidense, que ideó la televisión como una empresa privada con fines económicos. "Se focalizaron en la producción de entretenimiento para atraer a las audiencias. Alta cultura y televisión no se asociaron desde un principio. La PBS, televisión pública, fue la única que presentaba espacios con contenidos culturales. Además, los intelectuales norteamericanos, influidos por los frankfurtianos, no mostraron interés en colaborar en la producción de programas televisivos", dice la misma Igarzabal.

El antropólogo y conductor de La Ruta y La Odisea (TVN), Ricardo Astorga, es quizá el más entusiasta con la propuesta estatal, pero reconoce las falencias del escenario local. "Me parece fantástico que se cree un canal cultural abierto por ley, pero creo que todos los que nos dedicamos a esto hemos sido incapaces de construir una televisión democrática que recoja distintas sensibilidades y que aporte a la sociedad. Más bien es al revés: como los canales privados pertenecen a grandes empresarios cuyo fin es generar ganancias, la televisión se fue convirtiendo en eso, un negocio".

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