Del cáncer a la pista

Vicente Jara disfruta la oportunidad que le dio la vida. A los cuatro años superó una osteomielitis de rodilla. Estuvo a punto de perder la pierna. Hoy, con 10, se luce como promesa del atletismo chileno, Aprovechará hasta donde el destino le permita.
La vida del joven Vicente Jara era normal, común y corriente para un niño que con cuatro años y, de manera genuina, sólo busca ser feliz. Estaba en esa etapa de su vida cuando, jugando, sufrió un leve accidente, que, eso sí, pudo costarle muy caro. "Se tiró de un resbalín y se golpeó. Hasta ahí no había gran problema, pero se resfrió y el bicho se metió directamente en el hueso de su rodilla derecha. Sufrió osteomielitis", cuenta la madre de Vicente, Aracelli Pacheco.
Ahí comenzó el drama. "Le sacaron la mitad del fémur hasta la parte del cartílago del crecimiento. Me lo imaginé sin piernas. Estaba embarazada de 40 semanas y el pensamiento general era 'o le cortamos la pierna o el niño no crecerá más'. Iba a tener mi guagua el viernes y a él lo operaban el sábado. Después llegué a imagenología y me dicen '¿desde cuándo tiene cáncer el niño?'. Nadie me lo había dicho. Casi me morí", recuerda su mamá.
En esa condición, nadie jamás hubiese pensado que el futuro de Vicente estuviese en el atletismo. El pequeño estuvo cuatro años recuperándose de aquella enfermedad y dando dura batalla. "Su doctor, de la Teletón, le trajo desde Estados Unidos unas pastillas asquerosas que él se tomaba como agua. Con eso se regeneraron sus huesos. Desde los cuatro hasta los ocho años él no pudo hacer ningún deporte, sólo nadar", señala su madre. Y agrega: "Vicente estaba en pleno proceso de recuperación a los ocho años, cuando su hermana entró a un taller de atletismo. Ahí él me dice que quiere correr y yo me fui de espalda. Su rodilla no estaba completa y era una especie de esponja con puros hoyitos".
¿Qué le dijo el doctor? "Justo estaba llegando de una pasantía en Estados Unidos. Me dijo que perfecto, que corriera, pero con supervisión. Fuimos hace seis meses a la última y está todo bien", dice su mamá, con una felicidad y orgullo que contagian.
"Estoy aprovechando todo ese tiempo que no pude tener para correr", comentó Vicente Jara tras ganar la corrida Milo el domingo pasado, donde batió el récord en los 3k bajando el tiempo de 10,05 minutos a 10,03. Es la tercera que se realiza en el año y en las otras dos él también fue el mejor. "Mi meta es ganar en todo lo que participe este año", añade. Y lejos de ese objetivo no está. "Desde que compite no ha perdido ninguna carrera", asegura su madre, aunque aclara que "una vez llegó segundo en una corrida familiar en San Antonio, pero el niño que ganó tenía 15 años y Vicente sólo 9. El otro día en San Carlos de Apoquindo logró la mejor marca técnica de la historia en 800 metros, en 2,26,63 minutos".
Vicente vive en Isla de Maipo, pertenece al Club Wapi y cursa quinto básico. "Mis ramos favoritos son Educación física, Ciencias y Matemática. Me va bien, tengo notas sobre seis en todo", dice el pequeño que, por la enfermedad que sufrió, tampoco puede exigirse al máximo nivel. "Hay carreras que son fijas para él, como las del segundo sábado de cada mes, donde corre en los nacionales contra gente de otros lugares del país. La primera semana del mes, también, participa en el Club Maipú. El resto de las competencias van surgiendo. Ahora, por ejemplo, estamos preparando un viaje a La Serena", cuenta su mamá.
El pequeño Vicente, a su corta edad, está consciente de lo que vivió. "No me voy a olvidar nunca de lo que tuve. Haberlo superado significa, para mí, que puedo luchar contra todo", afirma. Su madre lo sabe, aunque de cara al futuro es cautelosa. "El problema de Vicente es como una tapadura que, existe, pero está tapada. Las fiebres para nosotros son terribles, porque puede volver a detonar todo. Él me dice 'si cuando tenga 18 me dicen que no puedo crecer ni correr más, obligado a hacerlo ahora'. Nosotros le decimos que disfrute", asegura.
¿Una promesa del atletismo? "Todos los ven como un grande a futuro. El problema está entre los 12 y 14 años, porque ahí algunos dejan de correr. Para él estar viviendo esto es un regalo y, por lo mismo, seguirá haciendo lo que quiera", cerró su madre, que fielmente junto al padre de Vicente y al apoyo de sus abuelos, han sido un pilar fundamental para que el pequeño siga creciendo.
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