El bar con estilo que renueva Bellavista
Exclusivos cócteles, cocina francesa y la invitación "a un trato más íntimo". Esa es la declaración de principios de Boudoir, un nuevo lounge bar del barrio Bellavista.
Con una curiosa decoración de reminiscencias francesas, el nuevo bar y restaurante Boudoir (Constitución 97) es un lugar diferente para degustar un sofisticado menú, siempre envuelto en un halo de elegancia.
"Es muy original, ideal para el romance. Diría que es un ambiente privado que invita a un trato más íntimo", cuenta Isabel Correa, presidenta de la Corporación de ex Alumnos de la Alianza Francesa. Isabel asistió el pasado 14 de julio a una de las fiestas temáticas que organizan en el Boudoir.
Esa noche, los empresarios Eduardo Jara y Clemente Boisseau se arriesgaron, invitando a la comunidad franco-chilena de Santiago a conmemorar el Día Nacional de Francia, con un Baile de Máscaras. Sólo se pedía reserva previa y tenida formal. Una copa de champaña esperaba a los 100 primeros enmascarados que, además, pudieron degustar algunas delicadezas de la casa, como el "carpaccio de filet sellado en sal de mar y pimienta, con marinada de Dijon, vinagre de Jerez y tomillo fresco". O la "corvina en tres pimientas sobre tapenade de palta con reducción de anchoas".
En las paredes del Boudoir -un local de 450 m2- hay pinturas barrocas, donde amantes furtivos alcanzan el éxtasis e invitan, con su ejemplo, a la conquista. Jara y Boisseau explican: "Es el espíritu de un tocador o boudoir: el cuarto privado de la esposa del rey, el ambiente femenino e íntimo donde recibe a sus amigos. Esa idea de clandestinidad, de que puedes venir con tu amante y no con tu esposo -porque éste, de hecho, tenía prohibido el acceso al boudoir- es lo que nos interesa".
Pero no se vaya a creer que el Boudoir es una invitación exclusiva al pecado; también es el sitio exacto para matrimonios que buscan reavivar el fuego . "Es un concepto habitual en París o Nueva York, que hacía falta en Santiago", asegura Boisseau. Además, indica Jara, "los boudoir eran el lugar de juegos sociales, donde la aristocracia se liberaba y desataba sus fantasías. Quisimos recrear ese espíritu".
Si existiera en Chile, esa aristocracia cruzaría Santiago para vivir la experiencia del Boudoir. "La idea es esa, jugar al quiebre de las costumbres. Confiamos en que nuestros clientes harán el esfuerzo por encontrarnos", dice Jara.
Durante el 2010, este empresario -hijo de chileno- decidió renunciar a su trabajo en París y viajar por primera vez a Santiago. Sorprendido por las bondades del terroir paterno, no dudó en incitar a su socio a venirse e instalar, juntos, el Boudoir. Bouisseau trabajaba en la Bolsa y pidió prudencia: "Déjame conocer el país y luego conversamos", dijo. Pero como en un comercial de Sernatur, el francés cayó rendido frente al encanto nacional: "Este país tiene un potencial increíble en cuanto a servicios", dicen, declarándose amantes de la capital: "El aspecto bohemio de Bellavista nos sedujo, como también los barrios Brasil y Concha y Toro. ¡Santiago tiene muchas sorpresas!".
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