El giro de la cartelera local: los conciertos exclusivos
Los tradicionales shows para estadios han empezado a perder terreno ante citas más exclusivas, como la próxima de Paul McCartney, las que implican mejores condiciones y mayores precios. Una nueva era que se explica en un público más exigente y en la variedad de sitios.
Antonio Cortés (34) ya ha visto cuatro shows de Paul McCartney en distintos estadios -incluyendo sus visitas de 1993 y 2011 en el Nacional- y ayer, cuando debió adquirir su entrada para el recital que el británico ofrecerá el 21 de abril en el Movistar Arena, no tuvo demasiados matices: "Compré algunas de las entradas más caras porque vale la pena verlo más de cerca y en condiciones muy distintas. No tengo problemas en pagar 10 mil o 20 mil pesos más si eso asegura ver un concierto de un modo muy diferente al que nos habíamos acostumbrado".
De algún modo, su ímpetu de fan ilustra uno de los cambios más esenciales que ha enfrentado la industria de la música en vivo: abandonar los grandes coliseos deportivos -aquellos que garantizan más de 30 mil personas y que durante décadas simbolizaron el concepto de "megaevento"- para ceder espacio a reductos de un aforo más acotado, pero que permiten cobrar mayores precios, a cambio de mejores condiciones de acceso, comodidad o cercanía con el artista.
En EE.UU., 2010 fue la temporada donde se afianzó la tendencia. Aunque la concurrencia a recitales bajó un 20% respecto al año anterior, las empresas incluso ganaron más dinero, ya que los espectadores prefirieron pagar tickets más elevados en lugares cuya capacidad no sobrepasaba las 20 mil personas. Si se establece un paralelo histórico, la lista de las cinco giras mundiales más rentables de los 90 luce a emblemas del rock para estadios -como los tours Voodoo Lounge, de The Rolling Stones, o Popmart, de U2-, mientras que el mismo top 5, pero en esta década, tiene a periplos que concentraron su recorrido en arenas, como The Wall, de Roger Waters, o Wrecking Ball, de Bruce Springsteen. De hecho, los propios Stones han desarrollado su actual tour en teatros o arenas de convocatoria media.
En Chile, las cifras van en la misma dirección. 2011 marcó el período de mayor número de megaeventos en estadios en los últimos 14 años -gracias a Shakira, Justin Bieber y Britney Spears, entre otros-, marca que ha descendido casi a la mitad, luego de que 2012 y 2013 sólo reportaran, respectivamente, cinco conciertos para más de 35 mil personas. Los casos más emblemáticos apuntan a Coldplay, que en su debut de 2007 optó por hacer tres fechas en Espacio Riesco, con boletos desde $ 40.000.
En los 90, Luis Miguel convirtió el Nacional en su refugio más acostumbrado, pero en cada una de sus visitas desde 2005 sólo ha optado por el Movistar Arena. Lo mismo sucedió con Ricardo Arjona: sus promotores aseguran que su popularidad en el país se rentabiliza mejor con un puñado de presentaciones en el domo del Parque O'Higgins -como en 2012, cuando hizo seis- que con una en un coliseo. Un análisis parecido realizan los encargados de los festivales, quienes han empezado a montar shows paralelos, lo que, para el próximo Lollapalooza, permitirá citas exclusivas de Jake Bugg o Pixies. Incluso Morrissey, durante el año pasado, celebraría una gira publicitada como "noches íntimas", la que finalmente no se materializó.
YA NO ES SORPRESA
"Es plausible pensar que en mercados de tanta oferta, donde el contenido vuelve y se agota la novedad, se busquen variables lejanas a la masividad", postula Jorge Ramírez, director de la productora Multimúsica (Ricky Martin, Beyoncé), como una suerte de contexto para justificar el fenómeno: ante la consolidación de Chile como uno de los mercados continentales más apetecidos para conciertos, luego de 25 años en que casi han pasado todos los créditos de relevancia de la música popular (incluso, algunos se han repetido en poco tiempo, como Madonna, Faith No More o Iron Maiden), se abre una nueva etapa que busca la renovación para instancias que se convirtieron en hábito. Los conciertos en estadios ya dejaron de ser novedad. El público también se puso más exigente.
"Hay una secuencia", conceptualiza Carlos Geniso, jefe de DG Medios y responsable de los espectáculos del ex Beatle. "Si un artista nunca vino, como The Cure, se genera una efervescencia que desemboca, naturalmente, en un estadio de gran capacidad. Si ya ha venido tres a cuatro veces, se puede desarrollar otro proyecto".
Gabriel Bursztyn, director de T4F, también alude a la madurez del circuito: "Hay más alternativas, y eso tiene que ver con la infraestructura de cada país y la economía. Y aquí, para que esa alternativa existiera, tuvo que haber hoteles, autopistas, aeropuertos y arenas". Como consecuencia, el Grupo Barter aún tiene en carpeta la construcción de una segunda arena para Santiago en los próximos años.
LOS BENEFICIADOS
Eso sí, los productores coinciden en que la mayor intimidad precipitará entradas un 30% más caras. O sea, va menos gente, pero las ganancias son superiores. Nuevamente "Macca" es el ejemplo: si su ticket más barato en 2011 costó $ 28 mil, la misma localidad para abril asciende a $ 40 mil. Entonces, ¿puede que también desaparezcan las entradas que rondan los $ 20 mil?
Gary Bongiovanni, editor de Pollstar -la más reputada publicación de conciertos en el mundo-, cuenta que así fue el rumbo en EE.UU.: "En la última década, el precio de las entradas se ha duplicado. Eso, más la instalación de las entradas premium en las primeras filas, fue permitiendo a los artistas hacer más dinero por shows más pequeños. Los shows en estadios son muy caros de producir y sólo hacen sentido para los pocos que de seguro los llenan. Aun así, muchos de ellos eligen lugares cerrados, más pequeños, porque el gasto estructural es menor".
Alfredo Alonso, cabeza de Bizarro (Marc Anthony, Ana Gabriel), lo pone en cifras: "También es muy conveniente para las productoras, porque en un sitio más acotado se evitan problemas, puedes extender la cartelera para los meses de invierno y el montaje se demora un día, en vez de los cinco que toma en un estadio".
Como otros beneficiados, recintos que hasta hace poco ni siquiera aparecían en el circuito también han ganado protagonismo. Por ejemplo, desde su remodelación en 2006, el teatro La Cúpula ha aumentado en un 200% sus ingresos anuales. El Club de la Unión también fue recuperado y recibirá a Julian Casablancas, uno de los invitados a Lollapalooza. "Vamos probando sitios. Pero tenemos la ventaja de que Perry Farrell -el fundador- ha visitado muchas veces Santiago, y también sugiere los lugares que ha conocido", dice Maximiliano del Río, uno de sus directores.
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