El obstinado rigor de David Rosenmann-Taub

<p>El poeta chileno publica una versión revisada de Los Surcos Inundados.</p>




La exigente poesía de David Rosenmann-Taub requiere del lector una particular atención a la sonoridad de sus versos. Exige ser receptivo a su ritmo. En su último libro (en realidad, la versión corregida de uno publicado antes), Los Surcos Inundados, hay un poema que podría echar luces. Se titula Ritmo. Dice: "Bulto -¿breñal pesquisidor?- / de rejas. // Duración: / alamedas". Bueno, su poesía también exige vencer la impaciencia y tener un diccionario cerca.

Pero el lenguaje no es lo único enigmático en este poeta. Deliberadamente elude toda "actividad literaria" que no sea la de escribir sus libros, los que desde el año 2002 publica LOM. Nacido en 1927 en Santiago, desde hace tres décadas reside en Estados Unidos. Precoz, publicó su primer libro en 1949: Cortejo y epinicio, recuperado en forma corregida en 2002 (e incorporado con el título de El Zócalo, en 2013, a una tetralogía). Como se puede apreciar del cotejo de ambas ediciones, el libro fue sometido a un reacomodo de sus textos pero también a una labor de pulimiento, a veces tan severo que algún poema que parecía un detallado retrato barroco termina como una mancha abstracta.

Los Surcos Inundados, que fuera publicado en 1951, aparece más de 60 años después, también corregido. Despojamiento y depuración no son menos rigurosas. Por ejemplo, el poema Alumbramiento disminuye de 18 a 9 estrofas. Hijo, de 19 a 8. Además que muchas estrofas disminuyen en versos y muchos versos en palabras. Agrega un poema (Jaguar: yu), pero elimina Alborada poderosa y una sección de Friso de Isabel (aquella que empezaba: "Isabel, como nombre, como brisa, / Isabel, como sueño, como herida"). ¿Mejoran los poemas tras la poda? Difícil saberlo. Ocurre a veces con alguna versión de cierta música que cualquier otra versión parece errada o falsa. Pero más allá de la apreciación subjetiva, hay casos en que no siempre menos es más. En Abismo, uno de los poemas sobre el tema de la muerte de un hijo, tema que ya había aparecido en Cortejo y epinicio, se lee en la primera versión: "Hijo mio, mi sangre empozada en tus venas / grita por recorrerte, por sentirte gozoso / de lucha, de vertiente, de verdor, de sabor; / hijo mío, mi sangre encharcada en tus venas / me recorre las fibras del amor de tu carne: / sangre mía, revuélcate, rebélate, recórrelo / otra vez, otra vez; / no descanses, dandún, abandona ese sueño, / ven a mis brazos, hijo, lleno de luz, de vida, / con la plena fragancia del racimo maduro; / sangre mía, caliéntalo, dale otra vez calor, / dale otra vez vocales tímidas a su boca". Y en la nueva versión: "Mi coraje / grita por recorrerte, por sentirte goloso / de facundia, de lucha. / No descanses. // Linfa mía, vergel, / dale calor y tímidas vocales". Los gritos de desesperación se han convertido en clave morse.

Por otra parte, parece que a Rosenmann-Taub no le gustaría figurar en una "Sublime Antología Mundial de Poesía". Lo parece ya que en un poema le dice a la muerte: "Trúfame, Parca, si aparezco un día / en esa Antología". Queda por desentrañar qué quiere decir con "trufar".

En todo caso, el poema figura en una antología. Si no sublime ni mundial, es cuando menos importante, entre otras razones, porque la publica la prestigiada editorial española Pre-textos. A cargo de Álvaro Salvador y Erika Martínez, El duelo de la luz, selecciona poemas de su tetralogía Cortejo y Epinicio, largamente trabajada, formada por El Zócalo, El Mensajero (2003), La Opción (2011) y La Noche Antes (2013).

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.