El teatro, un espejo de la realidad

[el rol vigilante] La actual oferta teatral se rinde ante una tradición constante: disminuyen los clásicos y aumentan las obras locales e inspiradas en hechos reales. "La ficción ya no basta", dicen unos; "lo real asombra más", explican otros. Hoy, el teatro chileno husmea y denuncia.




El telón se abre. Dos ágiles sombras corren por el escenario. Una persigue a la otra hasta capturarla y golpearla. Los focos se encienden: en escena, una sala de clases cualquiera. Allí, cinco alumnos del Instituto Nacional se debaten para elegir quién de ellos encabezará la lista que postula al centro de alumnos. La tarea no será fácil.

Así define Raúl Osorio, director del Teatro Nacional Chileno, la obra Nacional, que debuta el próximo jueves en la sala Antonio Varas. Ganador de la segunda versión del Concurso de Dramaturgia del TNCH, el texto del dramaturgo Gabriel Castillo -de 21 años-, dirigido por Osorio, se alza como uno de los montajes que reflotará una constante: "El teatro chileno vuelve a ocupar con fuerza su rol como vigilante de la sociedad", dice Osorio. "A partir de ese acto cívico común para ellos, terminan dándose cuenta de que la educación sigue coja, que el sistema los hizo tropezar. Es una crítica en sí misma", explica.

La historia del teatro chileno sostiene esta actual tendencia. "En dictadura surgieron varios autores -como Juan Radrigán, Jorge Díaz y Gustavo Meza- y obras como Tres Marías y una Rosa y Las brutas, que denunciaron y dijeron lo que los medios no pudieron", señala Osorio. En las siguientes décadas surgirían las críticas al sistema educacional de Guillermo Calderón (Clase), los textos que repasaron la dictadura de Nona Fernández (El taller) y otros inspirados en la crónica roja actual, con Luis Barrales (H.P.). Los ejemplos podrían seguir y seguir.

Según Alexis Moreno, actor, director y autor de Los millonarios -obra que aborda el conflicto mapuche en la voz de un grupo de arrogantes abogados, en el Teatro UC-, "la ficción ya no basta, y el relevo llegó hasta las plumas más jóvenes e iracundas del presente". Y no se equivoca. La dramaturgia parece haber encontrado una sólida base en hechos noticiosos que, reescritos al teatro, sirven para explicar y describir el país que se ha construido. "Los grandes clásicos han decaído", reflexiona Jesús Urqueta, autor de Todo se limita al deseo de vivir eternamente, que permanece en temporada en el GAM y que narra la historia verídica de una profesora de origen aimara que en 2009, luego de oír una entrevista por la radio en que se desconocía la deuda histórica con los docentes, se suicidó en el Norte Grande. Urqueta fue su alumno. "Se da en casi todos los géneros artísticos, pero aquí ha sido una constante: la ficción ha perdido terreno, y los dramaturgos jóvenes encontraron su derecho a réplica sobre las tablas. Lo real asombra más", afirma.

Para Isidora Stevenson, autora de Campo, un drama burgués -hoy en el Teatro del Puente-, "si el teatro no tuviera asidero en la realidad, ¿qué sentido tendría?". Javiera Fernández, autora de Alcérreca, obra que debuta el 21 de agosto en el Teatro de la Universidad Mayor, cree que el cruce es indudable. "Los autores asumieron una misión de contribuir a acelerar procesos políticos en el país", afirma. Junto a la directora Rosa Landabur, dieron con la historia de Gabriela Blas, quien en 2007 dejó a su hijo en pleno desierto por ir en busca de las llamas que se le habían perdido. En medio del revuelo mediático, fue condenada a 10 años de cárcel, luego a 12. Finalmente, la mujer de origen aimara recibió el indulto del Presidente Piñera en 2012.

Lo propio hará Campo adentro, de Esteban Carvajal, inspirada en Antares de la Luz -líder de la secta de Colliguay-, que estará desde el 14 de agosto en el Teatro de la Aurora. También Par, de Florencia Quinzio, desde el 15 de agosto en el Galpón Chileno de las Artes. La obra narra el suicidio del matrimonio francés Cazes, de 86 años, en apoyo a la eutanasia en su país. "Si el teatro no opina, deja de ser teatro. En Chile, eso está muy claro", concluye.

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