Familias con sólo un hijo: un fenómeno que crece en Chile
En 13 años pasaron a representar el 38% del total de familias con hijos.
Estamos hablando de los que tienen todos los juguetes de la casa para ellos. Los que no pelean por la ropa con nadie, no tienen a quién echarle la culpa cuando hacen algo mal ni les toca esperar su turno para entrar al baño. Es decir, estamos hablando de los hijos únicos, los que forman parte del tipo de familia más reducida.
Fenómeno de los tiempos modernos, en el país los hogares con un solo hijo crecieron en un 54,5% desde 1990 a 2006. En esos términos, si hace 13 años este tipo de familia representaba el 32% del total de hogares con hijos, hoy la cifra se eleva a un 38%. ¿La causa? No hay una, sino varias, de acuerdo con los especialistas.
Para los investigadores, un factor importante es el creciente número de mujeres que opta por retrasar la maternidad y tener sólo un hijo para poder combinar de mejor manera su vida familiar con la profesional. También incide la diferencia de costo entre educar a un niño o a unos cuantos, así como la disminución de la fertilidad y el aumento en la tasa de divorcios, que muchas veces interrumpe el ciclo de completar la familia y convierte a los hogares en monoparentales con un hijo.
"Todo se conjuga para que la familia, en general, se racionalice y se haga un cálculo más estratégico en la planificación familiar. Eso nos habla de una sociedad más moderna", comenta Catalina Arteaga, doctora en ciencias políticas y sociales de la Universidad de Chile. De hecho, si hace 30 años las mujeres tenían, en promedio, cerca de cinco hijos, hoy no alcanzan a dos, señala el demógrafo del Instituto Nacional de Estadísticas, Gustavo Villalón.
Las cifras, que hablan de una población que tiende al envejecimiento (la tasa de recambio generacional es de 2,1 y Chile tiene actualmente una tasa de 1,9 hijo por mujer), podrían implicar -a largo plazo- una transformación importante de la sociedad, marcada por el individualismo de sus integrantes. Sin embargo, una serie de estudios dan cuenta de que los hijos únicos, a diferencia de lo que se creía, tienen una serie de características que los alejan del estereotipo de egoístas, solitarios e inadaptados.
DEDICACION EXCLUSIVA
Fue el sicólogo infantil G. Stanley Hall, quien en 1896 escribió que "ser hijo único es una enfermedad en sí misma", a él se le atribuye el estereotipo negativo con que han cargado históricamente los niños que crecen sin hermanos. Sin embargo, Tony Falbo, profesor de Sicología Educativa de la Universidad de Texas, Estados Unidos, ha pasado 30 años dedicado a estudiar a las familias que tienen sólo un hijo y concluyó que Hall estaba equivocado. Y que, además, su error tuvo consecuencias. "La gente ha intentado hacer que los padres con un solo hijo se sientan culpables y equivocados por elegir esa opción; en diversas encuestas se observa que muchas familias tienen un segundo hijo simplemente para evitar que el primero crezca sin hermanos", dice.
El argumento del académico para anular a Hall surge a partir de las más de 100 investigaciones con las que comprobó una serie de ventajas en estos niños: tienden a lograr una puntuación ligeramente superior en los tests de habilidad verbal, consiguen mejores resultados en el colegio y tienen una autoestima un poco más alta. El resultado, además, fue refrendado por las conclusiones que el autor obtuvo en un estudio aplicado a 4 mil niños chinos que crecieron bajo la política estatal de un niño por hogar.
Así también lo han confirmado más de 100 estudios sobre el tema y se debe, según ha dicho Falbo, a que estos niños crecen con una serie de condiciones especiales: "Algunas de ellas son bastante lógicas y tienen que ver con los recursos físicos y el tiempo que sus progenitores dedican a su educación. Los hijos sin hermanos tienen más posibilidades de realizar estudios universitarios y de asistir a colegios más prestigiosos", explica.
En esos términos, señalan diferentes investigaciones, los hijos únicos comparten muchas características con los hijos primogénitos de familias más numerosas, ya que además de que en ambas situaciones la primera visión del mundo es a partir de la referencia de los adultos, los padres tienden a motivarlos más para que alcancen mayores expectativas. "En ambos casos, son niños que suelen estar más motivados para cumplir los deseos de sus padres, más orientados a alcanzar metas y ser buenos estudiantes", de acuerdo con el sicólogo de la Universidad de Nueva York, Ben Dattner.
PRIMOS A FALTA DE HERMANOS
Pero nada es milagroso. Ningún especialista apuesta a que las ventajas que tienen los hijos únicos sean inherentes a su condición. Un aspecto gravitante en la capacidad adaptativa del niño es el tipo de familia en la que crezca, que no haya sobreprotección, y el empeño que pongan sus padres en suplir con redes sociales y familiares la ausencia de hermanos.
"Un niño con hermanos tiene múltiples experiencias para ejercitar el compartir, esperar, elaborar los celos, las rabias y que, en conjunto, ayudan a sociabilizar mejor. Porque, entre otras cosas, cuando hay hermanos uno 'negocia' con ellos, se compara y aprende a aceptarse a sí mismo", dice la sicóloga de la Universidad del Desarrollo, Verónica Pérez. Y agrega que como al ser hijo único no se tiene toda esa experiencia, es imprescindible que los padres fomenten la integración social con los primos, en el jardín infantil y en el colegio.
"La evidencia a partir de escenarios culturales muy diferentes sugiere que muchos niños son capaces de obtener por medio de sus amistades y alianzas con pares, cualquier cosa que pudieran haber perdido por no tener hermanos", según explica David R. Shaffer en su libro Sicología del desarrollo, Infancia y adolescencia.
Por eso, hoy, los sicólogos están recomendando que a los hijos se les den más oportunidades de convivir con otros niños, en lugar de aconsejar a los padres que apliquen una disciplina más rígida para evitar que se vuelvan egoístas o inadaptados.
Con respecto al futuro de los niños que crecen sin hermanos, recientemente se realizaron tres análisis en Estados Unidos, cuyo resultado indica que los adultos sin hermanos no parecen estar en desventaja con respecto de los que sí los tienen.
De hecho, señalan diversas investigaciones, las pocas diferencias que se encontraron indican lo contrario: los hijos únicos adultos parecen ligeramente más exitosos socialmente, no parecen ser más proclives al divorcio ni a mantener actitudes más cautelosas hacia los demás. Aunque pasan algo de menos tiempo con los amigos y prefieren las familias poco numerosas.
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