Ficciones
La muerte de Muhammad Ali con el recuerdo de algunas anécdotas que pertenecen más a la imaginación que a la realidad, pone en el tapete el tema de la frontera entre el periodismo y la literatura. El primero debe ser rigurosidad, precisión, archivo y chequeo de las fuentes, mientras que la segunda es terreno fértil para la creatividad, los diálogos inventados y las fantasías presentadas como certezas. El problema es que casi siempre el autor ingenioso no deja claro las diferencias, mezcla una pizca de verdad con un puñado de mentiras y entonces el lector predispuesto cree a pie juntillas que se trata de algo real.
Acaso esa tendencia de creer sea una herencia de la infancia, del viejo pascuero. En más de una presentación de libros, he lamentado que se repitan mitos que ya han sido desvirtuados por la documentación, pero nunca ha faltado el bolsero que, segunda copa de vino de honor en la mano, expresa en voz alta: "¡Qué sería de nuestro país sin sus mitos!".
Las historias del viejo colega Raúl Hernán Leppé, un especialista en tango y boxeo, resultaban tan entretenidas que se formaba un círculo para escucharlo. Los interlocutores sabían que él era "un poco exageradito" y sonreían a su espalda, pero no se perdían de oír sus chascarros.
Entre las más solicitadas destacaba su versión de cuando se hizo amigo del afamado Jorge Negrete, cuya visita a Chile en 1946 causó conmoción en la capital. El cantante y actor mexicano actuaba en el teatro de la Plaza Baquedano y a fin de que evitara el acoso de sus admiradores, el cronista le ofreció su departamento en el mismo edificio Turri para que durmiera la siesta. En retribución de la gentileza, el artista le regaló los pasajes para que lo visitara en su tierra. Partió nuestro amigo, arribó a México, prosiguió su viaje en tren y llegó con sus maletas de cuero a la estación desierta. Allí esperó mirando el horizonte, hasta que divisó una nube de polvo que se acercaba. Era Jorge Negrete montado en un corcel blanco…
Uno de sus cuentos menos conocidos es cuando fue sorprendido por el escritor estadounidense John Dos Passos. Lo conoció en Buenos Aires y cuando el novelista de Manhattan's Transfer se enteró de que era reportero deportivo y chileno le habría preguntado: "¿Usted vio jugar a David Arellano?". Al ver su sorpresa, agregó: "Para mí, el fútbol se llama David Arellano. Vi un solo partido en mi vida, el que tuvo un equipo chileno en Barcelona, y me impresionó fuertemente ese jugador que me dijeron se llamaba Arellano. Estando días después en Madrid, leí en un periódico que Arellano había muerto en Valladolid. Todo eso hizo que se me quedaran el nombre y la figura del muchacho. Esos son todos mis conocimientos de fútbol universal…".
En otra oportunidad, llegó a España el mismo día que se disputaba el derbi Real Madrid-Barcelona. En un departamento lo esperaban la cantante y actriz Sara Montiel y el conductor radial Raúl Matas. Al comentar que su deseo era ir al fútbol, le explicaron que era imposible, que las entradas se habían agotado una semana antes. Dijo que fueran con él, en Chamartín se acercó a una ventanilla y solicitó hablar con el presidente de Real Madrid. Antes de cinco minutos apareció Santiago Bernabéu, quien al verlo ordenó a los encargados: "¡Que pase don Raúl Hernán y sus acompañantes…!"
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