La desconocida producción tras el "cortejo fúnebre" que allanó La Legua

Requerían un "caballo de Troya" para entrar a la población de San Joaquín mientras estuviera en plena operación el tráfico de drogas. Fue al jefe del área sur de la PDI, prefecto Nelson Jofré, a quien se le ocurrió la solución. Consiguieron un carrro, un cajón y una veintena de coronas, bautizaron como León al supuesto muerto y lo hicieron hincha de la U.




Sabían que para entrar necesitarían un "caballo de Troya"; la pregunta era cuál. A la población, fundada en 1947, a "una legua" de la Plaza de Armas, no puede accederse con carros policiales sin camuflaje: hay "soldados" en las esquinas para avisar de la presencia de cualquier vehículo extraño, y las casas, de 3,6 metros de ancho y 10 metros de fondo, suelen tener  varias escaleras en sus patios traseros, por lo que en 15 segundos sus ocupantes pueden pasar de una vivienda a otra, mientras la PDI aún golpea las puertas de metal. Tampoco tiene sentido llegar de noche: los habitantes de La Legua dedicados al tráfico pernoctan en diferentes domicilios, y la droga y los elementos que se usan para procesarla también están repartidos.

"Hemos inventado varias formas: entrando con camiones de mudanzas (en 2006, también en La Legua, con los Cara de Pelota, y en 2008 en la Victoria); simulando ser trabajadores de la luz, pero nunca habíamos usado un carro fúnebre y eso los pilló desprevenidos", dice el fiscal regional Metropolitano Sur, Alejandro Peña, sobre el allanamiento del martes que terminó con 27 detenidos.

La idea original, reconoce, no fue suya, sino del jefe del área sur de la PDI. "Humildemente sí, fue ocurrencia mía", admite el prefecto Nelson Jofré, quien explica que debía comandar una operación donde no hubiera detectives heridos ni civiles lesionados y donde pudiera llegar un contingente de gran magnitud: "Hicimos los cálculos y nos dimos cuenta de que necesitábamos forzosamente 250 detectives (...). Teníamos que buscar la fórmula de cómo llegar silentes y de eso viene la iniciativa de utilizar un vehículo distractivo".

Jofré designó a un equipo de cerca de 10 detectives para realizar el cortejo con 20 vehículos y la consiguiente producción, que fue precedida de tres meses de trabajo de inteligencia. La producción requirió obtener el carro y el cajón (que estaba vacío) con una empresa funeraria. Conseguir más de 20 coronas gratuitamente. Obtener banderas de la Universidad de Chile y de un equipo amateur. También, escribir leyendas en coa como "Adiós shoro", para el supuesto joven que acababa de morir.

LA INVENCIÓN DE LEÓN

El apodo escogido para el muerto era León. "Había que pensar que era el funeral de un miembro de la población La Legua (...). León debió ser un jugador de fútbol, de un equipo amateur, porque había una bandera blanca con rojo (además de las banderas de la 'U')", explica Peña.

Definida la maniobra distractiva, había que discutir la operación.

A las 16.00 de este lunes, en la oficina de Alejandro Peña en la Fiscalía Sur, se realizó la reunión de coordinación general. En ésta se decidió concretar el martes y no ayer el supuesto cortejo, como se había planteado en un principio. Entre los asistentes estaba el fiscal del caso, Miguel Palacios; el fiscal jefe antinarcóticos, Héctor Barros; el prefecto Jofré y el fiscal Peña. La investigación había comenzado en marzo y el viernes 4 se habían obtenido las órdenes de detención para 14 personas y el ingreso a 22 inmuebles.

En esa cita se determinó que el operativo se dividiría en tres y que todos debían actuar simultáneamente: un grupo del Equipo de Reacción Táctico Antinarcóticos (Erta) que esperaría en Vicuña Mackenna con El Pinar y cuya misión era allanar calle Leal. Un segundo equipo de la PDI que esperaría en avenida Pedro Alarcón y que llegaría a calles Antártica y a Artes y Oficios. El tercer grupo era la veintena de vehículos que seguía a la carroza. En Jorge Canning, éste siguió derecho, mientras la camioneta con banderas que iba detrás de este vehículo doblaba por el pasaje Sánchez Calchero, considerado el punto cero de la operación. Eran las 14.45 y los pobladores, que habían saludado con respeto el cortejo, no entendían qué pasaba.

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