La emotiva historia del basquetbolista paralímpico que brilla pese a tener un solo brazo

El argentino Gustavo Villafañe fue arrollado por un tren a los 9 años. Hoy es figura de su selección. "Hago unas 420 flexiones" cuenta a <b>La Tercera</b>.




Hacer comparaciones entre deportistas paralímpicos es un acto tremendamente injusto. Y más si se considera que, en los recientes Juegos Parasudamericanos, todos ellos dejaron hasta el último aliento con tal de conseguir sus objetivos. Porque detrás de cada competidor, existen historias de superación y de tenacidad para enfrentar la vida. Todos son héroes.

Pero el caso del basquetbolista Gustavo Villafañe simplemente descoloca por lo estremecedor y maravilloso de su ejemplo. El ala pívot de la selección argentina, ganadora de la medalla de oro, sobresale por su capacidad de dominar su silla de ruedas -y además controlar el balón- pese a una dificultad aún mayor que la del resto de sus compañeros y rivales: sólo juega con el brazo derecho.

Cabe entregar una consideración técnica: para que la silla de ruedas pueda avanzar recta, necesariamente deben ser impulsadas ambas ruedas, ya sea al mismo tiempo o con la mínima alternancia. Y Villafañe es capaz de arreglárselas de sobra para que el trayecto sea directo... incluso con el balón en su poder.

"Para poder dominar ese movimiento, me llevó un entrenamiento de varios años. Cuando partí en serio en el básquetbol, entrenaba seis horas ese movimiento", cuenta a La Tercera el jugador argentino, cuya proeza trasciende fronteras y genera la admiración de todos quienes lo han visto jugar en distintas partes del planeta.

DE LA PISCINA A ESPAÑA

A los 9 años, la vida de Gustavo Villafañe cambió para siempre: un tren lo atropelló y le debieron amputar ambas piernas y el brazo izquierdo. Pero lejos de rendirse, un año después del episodio se integró a un equipo de básquetbol, deporte que lo ha apasionado toda la vida. Eso sí, una respuesta tan o más cruel que el accidente mismo lo obligó a cambiar de disciplina: le dijeron que no estaba apto porque no tenía los dos brazos.

Por eso, y aprovechando que practicaba algo de natación, inmediatamente reemplazó el parquet por la piscina. Un cambio que casi lo llevó al éxito: "Logré los tiempos suficientes para clasificar a los Juegos Paralímpicos de Sidney 2000". Practicaba estilo libre, espalda y mariposa.

La oportunidad era inmensa. Sin embargo, la pasión por el baloncesto pudo más: "En vez de ir a los Juegos, decidí volver a intentar en el básquetbol. Sentí que ese era el momento de retomarlo. En ese momento tenía 18 años. Hoy tengo 31". El corazón había hablado: "Me gustaba el básquetbol porque es un deporte colectivo, de compañeros. Por eso lo preferí".

Esta decisión terminó siendo acertada. Tanto, que gracias a sus condiciones pudo jugar en la Liga de España. Específicamente, defendió al club Joventut de Badalona durante una temporada. "Llego ahí después de haber sido seleccionado y porque me vieron jugar. Es un lindo país, muy exigente, donde todo es profesional", rememora.

LA MÁQUINA NO SE DETIENE

En la actualidad, Villafañe defiende al club Cilsa de su país, pero hoy disfruta el oro logrado en Santiago. Ayer lunes ya estaba de vuelta en Buenos Aires. "Ahora toca festejar con la familia", relata. Eso sí, nada se ha acabado aún. De hecho, el título obtenido en la capital de nuestro país es apenas el inicio de lo que, esperan, sean mejores días.

"Mi desafío próximo es el Mundial, en donde esperamos esperamos ocupar un lugar destacado para Sudamérica. Se juega en Corea del Sur en julio de este año", cuenta con entusiasmo.

Para ello, el protagonista de esta historia deberá retomar su rutina de entrenamientos, en donde el brazo derecho trabaja al máximo. "No tengo un número de 'push ups' (flexiones) determinado, pero yo creo que cada vez que entreno hago... (piensa) unos 420 en total". Recalcamos, con una sola extremidad. Una verdadera máquina. Un ejemplo vivo que hace recobrar la esperanza de que el ser humano sigue siendo noble y grande. Un crack.

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