La historia de polémicas que ha protagonizado Günter Grass, el escritor tildado de nazi
El escritor alemán que falleció hoy a los 87 años fue un francotirador de la historia de su país y de Europa, pese a protagonizar episodios controvertidos en su pasado.
Escritor de firme posición política, Günter Grass -que murió hoy a los 87 años- fue un tipo que no dejó a nadie indiferente en su país. Habituado a duras polémicas, Grass fue un inmisericorde observador de la historia alemana, poniendo el dedo en la llaga sobre cuestiones sensibles de su historia reciente.
Así ocurrió luego que Alemania se reunificó luego de estar dividido en 2: la República Federal (RFA) y la República Democrática alemana (RDA). Grass fue un enemigo de la unión, por considerarla apresurada e invasiva y sus ideas las publicó bajo el título de Alemania: una unificación insensata, donde afirma que se destruyó mucha más cultura en ambos países en las postguerra que en el período mismo del conflicto bélico. "Soy consciente de que vivo en un mundo bárbaro que se las da de culto", dijo esa vez, despertando polvareda en sectores políticos progresistas, siendo él mismo cercano a la Social Democracia germana.
Pero ya mucho antes, Grass criticó la represión de obreros en la Alemania del Este (RDA) a comienzos de los cincuenta, lo que lo tradujo en la obra teatral Los plebeyos ensayan la revolución. Su colaboración con el ex canciller germano Willy Brandt en sus campañas lo vertió al libro Diario de un caracol. Impactante fue también su texto con motivo de los 35 años del fin de la II Guerra Mundial, Escribir después de Auschwitz, donde dice: "Ni Prusia, ni Baviera, ni siquiera Austria hubieran podido, por si solas, desarrollar y aplicar los métodos y la voluntad del genocidio organizado; tenía que ser la gran Alemania. Tenemos todas las razones para tener miedo de nosotros mismos como unidad capaz de actuar. Nada, ningún sentimiento nacional por muy idílicamente que se coloree, ninguna afirmación de buena voluntad de los que han nacido después puede relativizar ni eliminar a la ligera esa experiencia, que, nosotros como autores y las víctimas con nosotros, tuvimos como alemanes unificados. No podemos pasar por alto Auschwitz".
Sin duda que esta reflexión desoladora sobre la identidad más profunda del ser alemán, fue luego duramente criticada cuando Grass divulgó en su autobiografía Pelando la cebolla (2006), su pasado como miembro de las SS, cuando tenía 17 años. "No quedan marcas en la piel de la cebolla que expresen miedo u horror. Seguramente veía a la Waffen-SS como unidad de élite (...) La doble runa en el cuello del uniforme no me repugnaba", escribió.
Durante largas décadas, Grass calló este episodio por verguenza. Pero si bien reconoció que nada supo de los horrores y de hecho afirmó que nunca disparó un arma, esta experiencia marcó a Grass y su reflexión culpógena por ser alemán. "Es cierto que mientras duró la instrucción como artillero de tanque, no supe nada de los crímenes de guerra salidos a la luz más tarde, pero esa ignorancia declarada no podía empañar el reconocimiento de haber sido pieza de un sistema que planeó, organizó y ejecutó el asesinato de millones de personas", escribió.
La controversia fue feroz y Grass fue acusado de nazi e incluso hubo presiones para que la Academis sueca le despojara del premio Nobel que había ganado en 1999. En medio del barullo, el escritor se defendió como pudo con frases como esta: "¡Pero si yo lo que soy es escritor. Lean mi libro y cómo lucho en él. Así me pueden entender mejor!", expresó.
Sus principales enemigos no le perdonaron que justamente él, el más iracundo vigilante moral de su país luego de la II Guerra Mundial, haya tenido y ocultado un desliz tan terrible como este. Su figuración política y literaria tambaleó pero Grass no pidió perdón por el episodio. Este hecho luego se acrecentó con la publicación del poema Lo que hay que decir (Was gesagt werden muss), donde el autor compara a Israel con la Alemania democrática y afirma que el estado judío es el mayor peligro para la paz mundial, por el arsenal de armas nucleares que tiene en secreto.
¿Por qué he callado hasta ahora?
Porque creía que mi origen,
marcado por un estigma imborrable,
me prohibía atribuir ese hecho, como evidente,
al país de Israel, al que estoy unido
y quiero seguir estándolo.
¿Por qué solo ahora lo digo,
envejecido y con mi última tinta:
Israel, potencia nuclear, pone en peligro
una paz mundial ya de por sí quebradiza?
Naturalmente, la conmoción que provocó Grass en su país fue enorme e Israel pidió las penas del infierno contra él, además de nombrarlo persona non grata. Los adjetivos de antisemita, desproporcionado y agresivo fueron comunes para calificar al escritor, quien se defendió de los dichos afirmando que un ataque preventivo de Israel a Irán podría desencadenar el conflicto. En esta nueva polémica, Grass quedó prácticamente sólo, salvo algunos escritores que saludaron su valentía y libertad para disentir.
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