La joya imperial que revolucionó China: Pingyao
<img style="padding: 0px; margin: 0px;" alt="" src="https://static-latercera-qa.s3.amazonaws.com/wp-content/uploads/sites/7/200910/550385.jpg" width="81" height="13"> Con la Expo, China es el centro de las miradas. Pero cuesta creer que el gen de su desarrollo económico no nació ni en Beijing ni en Shanghai, sino en una fábrica textil del nortino Pingyao, que hace tres siglos extendió cheques a sus vecinos.
Andar en tren no es de lo mejor en China. A no ser que compre un boleto con mucha anticipación para obtener un asiento asignado en clase turista o pague bastante por una cama en el coche-dormitorio, el panorama puede ser algo negro: un largo viaje, de pie y apretado como sardina. Pero si sufre esta mala suerte, tampoco se preocupe demasiado, la pesadilla se olvidará rápido si llega a lugares tan increíbles como Pingyao, localidad amurallada ubicada en la provincia de Shanxi, en la mitad de la ruta que une a Beijing con Xian, al norte de China.
Como producto de una máquina del tiempo, en este lugar se sentirá trasladado a la China imperial. Posiblemente, Pingyao sea la única ciudad del norte que conserva la totalidad de la muralla original (1370) y, también, la estructura de sus barrios, calles y casas ha sido mantenida en su forma tradicional. Faroles rojos iluminando las puertas, dragones lanzando fuego grabados en las paredes de piedra, pagodas, casas de té y tiendas que venden vestuarios típicos de seda.
Pingyao data del Medioevo y se ha mantenido intacto gracias a que la revolución cultural china y las guardias rojas la dejaron pasar milagrosamente sin alterarla en lo más mínimo. Quizás ayudó también el éxito del clásico cinematográfico "El Farol Rojo", protagonizado por la celebridad local Gong Li, que usó este lugar como locación e hizo caer en cuenta a los chinos de que no era buen negocio plagarla de McDonalds, Starbucks y centros comerciales, como actualmente abundan en casi todos los pueblos y ciudades de alrededor.
CAPITALISMO CHINO
No sólo su escenografía es increíble, sino que también su historia: aquí nació ni más ni menos que el hoy poderoso sistema bancario de China.
Fue en el siglo XVIII cuando una modesta fábrica de tejidos y tinturas del ala oeste de Pingyao comenzó a emitir cheques para las ciudades vecinas, logrando tal éxito con esta maniobra de financiamiento comercial, que en los años 40 se transformó en una suerte de Wall Street de la época, llegando incluso a establecer sedes en Japón, Rusia y Singapur.
De hecho, hoy se pueden visitar los bancos más importantes que por mucho tiempo amasaron fortunas increíbles -conocidos también como tongs- y que se mantienen prácticamente intactos desde dicha época. Como el Rishengchang, que permite acceder hasta sus bóvedas, además de otras 60 sedes bancarias que son museo o funcionan convertidos en tiendas de antigüedades u hostales para mochileros y donde se puede hallar alojamiento para cualquier bolsillo.
También en Pingyao abunda la buena mesa, con recetas que están a años luz de las clásicas bandejitas de aluminio, con las que muchas veces se nos hace creer que comemos comida china. Aquí nada de eso. En un verdadero deleite se pueden transformar un buen pato pequinés con salsa agridulce, unas huesudas pero blandísimas ranas fritas o unas adictivas miniempanadas cocidas en recipientes de bambú, que aquí se conocen como dumplings. Por supuesto que todo debe ser acompañado con una espumosa y helada cerveza Tsingtao, o con té verde que le servirán en cualquiera de los restaurantes de comida típica que abundan.
EQUILIBRIO ESPIRITUAL
Llama la atención que dentro de los muros de Pingyao se puede ver más actividad comercial y personajes locales apostando al Ta-te-ti, que templos, monjes y vida espiritual. Pero eso no significa que este pueblo carezca de aquello. Sólo habrá que arrendar una bicicleta -los autos no se permiten en el centro histórico-, pedalear por algo más de media hora y encontrarlos a las afueras de los muros.
Basta preguntar entre la gente hacia dónde dirigirse para dar con el objetivo y lo más probable es que sea derivado a dos lugares que, sin dudas, cumplirán con sus expectativas. El primero es el Templo de Confucio, muy bien conservado edificio de 1163. En su interior hay 87 esculturas de Confucio y sus discípulos. Entrada gratuita. El segundo es el enorme templo taoísta Cheng Huang. En siete mil m2 construidos y sobrecargados de piletas, flores y esculturas religiosas, los devotos veneran a los dioses de la ciudad y de la abundancia. Para entrar, se piden inciensos como ofrenda, para que los espíritus nunca dejen de dar fortuna a los habitantes de Pingyao y quién sabe, quizás a las visitas.
COMO LLEGAR
Desde la estación de trenes de Beijing Oeste sale el tren 203 a las 20.00 horas y arriba a las 06.00 AM. Desde US$ 20.
DONDE DORMIR
Yamen Hostel: 69 Yamen St. Piezas dobles con baño privado US$ 20. Pingyao
Yunjyingchen Hotel: 56 West Street. Habitación doble con desayuno: US$ 90
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