La paz divide a la cuna de las Farc

planadas

Hace 52 años, en la localidad de Planadas, nació la guerrilla. Sus habitantes crecieron junto a las Farc y por eso temen que su pueblo se transforme en tierra de nadie tras el acuerdo de paz. De todos modos la mayoría votará que "Sí" en el plebiscito de mañana. Planadas es también una de las zonas en las que las Farc deberán entregar sus armas.




Es martes por la noche en Planadas y este municipio colombiano -ubicado a 330 kilómetros de Bogotá- está de fiesta. En la plaza principal cientos de personas se ríen de quienes se atreven a subir a un improvisado escenario a cantar karaoke. Otros toman cervezas Aguila y shots de agua ardiente. Y algunos de los militares presentes en el lugar juegan con los niños. En Planadas la mayoría celebra, al ritmo de rancheras y ballenatos.

Cada cierto rato el animador recuerda el por qué de tanto jolgorio:  apenas un día antes, el lunes 26 de septiembre, el gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) firmaron la paz en Cartagena de Indias, tras 52 años de un conflicto armado que dejó 267 mil muertos.  "Demos gracias a Dios. Celebremos la paz. ¡Es un día muy especial, sí, sí!", dice el animador. "¿Quién se va a atrever a cantar ahora?", pregunta.

Para los 29.000 habitantes de Planadas, en el departamento de Tolima, la presencia de las Farc no es ajena. Muy por el contrario: es parte de su historia. Fue en esta verde e intrincada zona rural donde en 1964 un levantamiento campesino dio origen a la guerrilla más antigua de América Latina. Pero ahora, este poblado rodeado de montañas espera dejar atrás el mote que acuña desde hace años: "La cuna de las Farc". Por eso mismo, mientras muchos celebran, otros miran con recelo el acuerdo de paz y también el plebiscito de mañana, en el que los colombianos deberán refrendar el histórico pacto.

Marta tiene 45 años y vende plátanos fritos en la plaza de Planadas. Cuando se le pregunta por el proceso de paz mira hacia ambos lados y se pone seria. "Es un engaño", advierte. "Un engaño para el pueblo, para los campesinos. La gente está ciega", afirma. Tras negarse a dar su apellido cuenta que "todas las fiestas y eventos" que se han realizado en el pueblo tienen un doble propósito: "Si se analiza bien, estamos engañados, no va a mejorar nada". Marta confiesa que las Farc "solucionaban los problemas" cuando tenían más presencia en la zona, pero eso no significa que quieran verlos en la política. "Si entran a la política, ahí sí que no. Cuando entran cambia todo. Hay mucha corrupción", concluye.

Uno de sus clientes, Ander Acevedo, de 28 años, se une a la conversación y asegura que "no va a cambiar nada, sólo van a sustituir una banda criminal por otra". Ander es conductor de un camión y trabaja trayendo carga desde Ibagué, ciudad a 230 kilómetros de Planadas (cinco horas en vehículo). "Si la política de corrupción no cambia, no va a cambiar nada", asegura. Su compañero de trabajo, Diego, de 30 años, también está de acuerdo. "En tres o cuatro años más esa paz será la guerra una vez más", sentencia y agrega: "El Presidente Uribe le enseñó a Santos un montón. Ahora Santos le da un golpe en la espalda. Esperamos que con las Farc no pase lo mismo y le den un golpe en la espalda a Santos", opina.

Ninguno de los tres sabe si acudirá a votar en el plebiscito del domingo. Tienen la sensación, explican, de que independiente de cual sea su voto, la campaña del "Sí" se impondrá frente al "No". "Está escrito. Que Dios nos ayude", acota Marta, mientras reparte servilletas a sus comensales.

El enfermero de "Tirofijo"

En la plaza del pueblo, conocen bien a Jorge Ardila. "Debe estar en la finca pero ya viene", comenta el dueño de un quiosco. Ardila, de 59 años, ha tenido, como muchos en Planadas, contacto directo con las Farc. Pero su vínculo es más profundo: su padre, Pedro Antonio Ardila, era nada menos que el enfermero del líder histórico de las Farc, Manuel Marulanda "Tirofijo", que murió en 2008.

"Mi padre permaneció con Tirofijo por mucho tiempo, pero también con el Ejército. El trabajó con todos sin discriminar a nadie; quien necesitaba sus servicios se los ofrecía", dice. "Las Farc le tenían mucha confianza. Le mandaban a pedir los medicamentos, si estaba muy grave venían y se lo llevaban a escondidas para el monte. Fue muy duro para mi padre, porque a pesar de tanto servicio, él terminó en la cárcel. Luego lo declararon inocente, pero estuvo ocho meses (en prisión)", cuenta Ardila.

Sin embargo, ese no fue el peor momento para su familia. Dos de sus hermanos murieron en manos de las Farc. "Con Tirofijo teníamos una buena relación. Cuando mataron a mi primer hermano, él hizo una misiva y cambiaron al comandante de las Farc que estaba a cargo. Dijeron que se habían equivocado. Pidieron disculpas, pero no sé", rememora.

A pesar de todo, Ardila cree que el acuerdo que se firmó el lunes puede cambiar las cosas para bien. "Es una buena oportunidad. En este país nos hemos equivocado demasiado y ojalá se cumpla lo prometido. Ojalá no hayan malas intenciones debajo de las mesa", dice.

Sin embargo, explica que hay una gran desconfianza entre los habitantes de Planadas. "La gente no tiene una decisión. Desafortunadamente eso es lo que ha ocurrido, hay desconfianza. Aunque ahorita tengan una buena intención, con todos los antecedentes uno nunca sabe a qué atenerse", opina.

Ardila ya perdonó a las Farc. "Lo del perdón es evolucionar y de pronto mirar al futuro. Si uno no perdona nunca llegaría a ser feliz", dice. Pero lo persigue una culpa: "Haber contribuido a crear a ese monstruo", comenta, algo resignado.

Entrega de armas

"Cuando me preguntan cuándo van a llegar las Farc a Planadas, yo siempre contesto lo mismo: ellos no van a llegar, porque siempre han estado aquí", dice Raúl Durán, un funcionario público de Gaitania, un pueblo emplazado en lo alto de los montes de Planadas, muy cerca del veredal de El Jordán, que en los últimos días ha obtenido una inusual atención. El Jordán es una de las 23 zonas que el gobierno estableció como parte de los acuerdos de paz para que los guerrilleros de las Farc entreguen sus armas, en un período de seis meses. Además, harán capacitaciones técnicas, agrícolas y también, de cierta manera, podrán volver a la escuela.

El veredal de El Jordán es comentario obligado de los habitantes de la zona, porque es aquí donde se espera que cientos de combatientes de las Farc comenzarán su transición a la vida civil. Algunas personas creen que esto será positivo para la zona. Durán es uno de ellos. "Siempre se ha vivido aquí un conflicto bastante complicado. Pero se ha venido hablando del acuerdo de paz y esperamos que una vez se haga realidad, esto será más tranquilo", dice.

La zona tiene una característica en común con el resto de los veredales y ocho campamentos establecidos como parte del acuerdo de paz: está completamente alejada de un centro urbano importante, pero con la accesibilidad suficiente para que el grupo tripartito que lo monitoreará (Naciones Unidas, el gobierno y las Farc) pueda resguardar tanto a la guerrilla como a los lugareños.

Para llegar al veredal de El Jordán, desde el centro de Planadas hay que recorrer un camino empinado, rodeado de verdes montañas. El veredal está a 15 kilómetros de Planadas, pero llegar ahí toma una hora en auto. Se sabe que se está cerca cuando dos militares detienen a los pocos vehículos que cada día llegan a la zona de entrega de armas.  "¿Vienen de la ONU?", preguntan los soldados. Es que en los próximos días distintas delegaciones de Naciones Unidas llegarán a supervisar el inicio de las construcciones. En estos momentos el veredal no es más que una zona verde resguardada por postes de madera.

"No sé cuándo irán a llegar", dice arriba de un caballo un joven que no quiere dar su nombre. "Se comenta de todo, hay gente que está de acuerdo y gente que no", señala.

La cercanía de la guerrilla no es el problema, explica, porque desde hace décadas que en esta zona han estado acostumbrados a su presencia. "Están ahí arriba", afirma, apuntando a las montañas.

"Los que no están de acuerdo es porque no están de acuerdo con que se entreguen, con que se acabe la guerrilla. Pero que lleguen aquí no, nadie se opone. Como no hay alguien por aquí, esto se pone muy peligroso. De todas maneras ellos nos han cuidado acá de muchas cosas y al no estar, pues aquí cada quien hace lo que quiere", explica y detalla que hay gran expectación sobre el plebiscito de mañana. Conversaciones informales con diferentes pobladores dan cuenta que la mayoría votará que "Sí".

Carmenza, una mujer que pasa por el veredal en su moto, se detiene a comentar el plebiscito. "Vamos a salir el domingo a votar por el sí y para ver lo que cambia", dice. Carmenza también añora la época en que las Farc dominaban la zona. "Ya estamos acostumbrados a vivir entre ellos. Ellos no salían matando a cualquiera. Aquellos que no cumplían la ley eran castigados, pero nada pasaba", dice.

El responsable de este veredal por parte de la policía es el teniente Andersson Arana, quien se mudó recién hace dos semanas a Planadas. Alrededor de 400 guerrilleros llegarán a esta zona, explica Arana, que reconoce que "muchas personas se sentían más protegidas con la guerrilla". "Para nadie es un secreto que a quienes no hacían caso, los mataban", concluye.

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