La travesía del último soviético
Un cosmonauta soviético orbitaba la Tierra el mismo día en que el Estado socialista cayó, en 1991. Krikalev, el montaje de Cristián Keim que el 6 de enero debuta en el MAC Quinta Normal, protagonizado por José Soza, recoge su hazaña para entrelazar la historia de Rusia con la de nuestro país.
EL 25 de diciembre de 1991 colapsó la Unión Soviética, llevándose consigo varios asuntos por resolver. En esa misma fecha, que pasaría a la historia como el fin de un conflicto y toda una era, dos cosmonautas de origen soviético, Volkov y Krikalev, gravitaban a 400 kilómetros de altura hacía meses, desde que ambos fueron enviados en una misión espacial a la estación MIR, en los descuentos de la Guerra Fría. Retornarían a la Tierra recién el 25 de marzo del año siguiente, cuando ya no existía el Estado socialista más grande del mundo: sus familias ahora eran rusas, su presidente era Yeltsin y no Gorbachov, y hasta la ciudad natal del último de los dos, el ingeniero mecánico Sergei Krikalev (1958), entonces de 34 años, dejaba de llamarse Leningrado para convertirse en San Petersburgo.
Un documental del director rumano Andrei Ujică de 1996, titulado Out of the present (Fuera del presente), narró la larga estadía de Krikalev alrededor de la MIR en plena caída soviética. Lo mismo hará, desde el 6 de enero en el MAC Quinta Normal, un montaje dirigido por Cristián Keim (Recabarren) y protagonizado por el actor José Soza, quien se introducirá en un traje espacial para interpretar al hombre que la prensa bautizó como "el último ciudadano soviético".
Junto al frontis del edificio, en calle Matucana, un gran domo blanco instalado hace más de dos meses será el lugar donde ocurra todo: en su interior se ha levantado la cápsula desde donde Krikalev, el nombre de la obra financiada con $39 millones del Fondart y apellido de su protagonista además, verá desaparecer, a lo lejos, la que fue su patria sin que él se percate. "El texto -a cargo de Mauricio Barría y Rolando Jara- no solo instala la anécdota de este cosmonauta soviético, que para muchos puede parecer atractiva, sino que la tomamos como punto de partida para reflexionar sobre las relaciones humanas, la pérdida de lazos, las dificultades en la comunicación moderna y, sobre todo, la inestabilidad absoluta de las utopías que se perdieron en el tiempo", comenta el director.
Un reto experimental
José Soza y Cristián Keim ya habían trabajado juntos, primero como compañeros de elenco en La catedral de la luz (1995), dirigida por Alfredo Castro, y luego bajo las órdenes del último en Combate de negros y de perros y Muelle oeste, ambas en 2014. Para el actor de 70 años, rostro inconfundible de las teleseries de los 90 y primeros años 2000, encarnar al actual administrador del Centro de Entrenamiento de Cosmonautas Yuri Gagarin y asesor de la NASA además, simboliza su retorno al juego, a lo que él llama "experimentación actoral".
"A mi edad sigo tocando ciertos niveles de duda, de inseguridad, de ponerme muy abiertamente a investigar y no saber nada. Me interesó esta vez indagar por mí mismo en la biografía del personaje y todo el submundo de la labor espacial, viendo videos en Youtube y leyendo cuanto pueda para compartir con el resto del equipo", cuenta Soza. "Tengo muy presente, y como nunca, la idea de ser un actor experimentado y experimental a la vez, aportar con lo que sé y dar segundas lecturas a esta anécdota del personaje para preguntarnos, por ejemplo, sobre la caída de un régimen, de un proyecto. Esta obra es una buena excusa además para preguntarse qué significó el golpe de Estado en Chile y el aniquilamiento de esa utopía en la que varios trabajamos. También una para revalorar el teatro como un trabajo colectivo", añade el actor, quien hizo su última aparición en teatro con El aumento, en marzo pasado, el monólogo de Georges Perec dirigido por Carolina Sagredo que estuvo en
Matucana 100.
Dentro del mismo domo, algunos pasos más allá, junto a la entrada del MAC, transcurrirán cinco años de la vida de Sergei Krikalev a partir de 1991, cuando batió el récord del hombre con mayor permanencia en el espacio tras seis misiones, con 803 días, nueve horas y 41 minutos. Recién en 2015, un compatriota suyo, el cosmonauta Gennady Padalka, le arrebató el cetro al superarlo por dos meses sin pisar la Tierra. En el mismo lugar se proyectarán también imágenes del espacio y de un documental a cargo de Marcello Martínez que entrelazará la historia reciente de Chile con la de la Rusia post Unión Soviética, en 360 grados. "El apoyo visual es fundamental para generar la atmósfera que queremos. Una que acentúe la desolación de este hombre junto a los costos que significan para su vida un trabajo este, lejos de los suyos y del mundo que no se detiene. Además, está el guiño a nuestra propia historia y la del mundo de hoy, con la crisis migratoria y el fin de las utopías", comenta Keim.
El elenco del montaje lo completan Gonzalo Durán (Volkov), Nicole Vial (quien será su esposa) y Zarina Nuñez. Esta última encarnará a Margaret Lackinto, un personaje incidental aunque determinante: la mujer, de origen australiano aunque residente en EEUU, radioaficionada al borde de lo obsesivo y quien precisamente la noche del 25 de diciembre de 1991, mientras intentaba establecer contacto con algún punto lejano en el espacio, dio con un cosmonauta soviético que no comprendía -o asumía, más bien- lo que ocurría en su país mientras él orbitaba la Tierra.
Krikalev estruja a la mujer desde el otro lado de la línea: "Dime qué pasó, enséñame", le dice. "Pienso que fue su llamado de auxilio. Krikalev está listo para sortear cualquier obstáculo en el espacio, para eso está entrenado, pero no para frenar lo que ocurría aquí cuando él no estaba. Para él -dice Soza- las fronteras no existen desde su nave, está todo unido. Esto me hace mucho sentido con el discurso de las trasnacionales, que es el mismo", ríe, y concluye: "Soy un convencido de que hay que seguir la ruta del dinero: hoy no solo existe el turismo espacial, sino que hay quienes dicen que la Luna ya no vale la pena, pero sí Marte, donde algunos ya vieron otro lugar que pueda servirnos para algo más que el deleite de la contemplación".
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