Las lesiones que complican a la Fach

Ceremonia de Graduacion de Oficiales de la FACH
18 de Diciembre de 2013/SANTIAGO_. El presidente de la Republica, Sebastian Piñera, asiste a la Ceremonia de Graduacion de los Oficiales de la FACH 2013_. FOTO: PEDRO CERDA/AGENCIAUNO

Dos ex uniformados presentaron demandas en contra de la Fuerza Aérea acusando negligencias médicas del hospital clínico de la institución por operaciones mal hechas, cuyas secuelas fueron la justificación de su llamado a retiro. Ambos señalan que hay otros 20 casos similares. Esta es su historia.




Aunque entró a estudiar Ingeniería Comercial después del colegio, el sueño de Pablo Ortega Varas (34) era ser parte de la Fuerza Aérea de Chile (Fach). Proveniente de una familia con tradición en las fuerzas navales, la idea de servir al país le entusiasmaba. Eso sí, a él le gustaba volar y no navegar. Luego de dos años de estudios universitarios, decidió congelar su carrera y hacer realidad su mayor ambición. Entonces, postuló para entrar a la Escuela de Aviación. Era el año 2004.

Ortega no tuvo dificultades para ingresar y hacer carrera en la Fach. Pasó de manera exitosa los exámenes físicos y psicológicos requeridos para el ingreso a la institución. Además, nunca presentó problemas en los controles médicos que se exigen año a año para demostrar buenas condiciones físicas y seguir en la carrera.

Los problemas empezaron en febrero de 2012, cuando Ortega se encontraba prestando servicios en el Grupo de Abastecimiento de la Primera Brigada Aérea de Iquique. Tenía el grado de teniente y se desempeñaba como jefe de Escuadrillas de Apoyo General. Durante febrero de ese año le pidieron realizar la carga y descarga de equipos militares, los que se encontraban dentro de cuatro contenedores en el recinto de la base aérea Los Cóndores, de Iquique. "Obviamente, todo fue a pulso, a mano. No teníamos maquinaria ni material de apoyo", recuerda Ortega.

La tarea, además de requerir un enorme esfuerzo debido a los cientos de kilos que tenía que levantar, parecía absurda. El primer día tuvo que descargar, pero al día siguiente sus mayores le ordenaron que volviera a guardar, en los mismos contenedores, todo el material que había sido retirado. El tercer día tuvo que volver a descargar los mismos elementos de los contenedores. Aunque estaba sorprendido, el teniente no quiso reclamar por la aparente falta de sentido de la labor encomendada.

Durante los tres días, Ortega sintió un dolor muy fuerte en el cuello. Decidió, entonces, ir a la consulta del médico de la unidad. El primer diagnóstico fue una hernia cervical, altura C6-C7. Los doctores lo derivaron inmediatamente al hospital institucional, en Santiago. Ahí le dijeron que la única forma de sanar la lesión era con una intervención quirúrgica. La operación se realizó el 31 de agosto de 2012.

Ortega acordó con los médicos que estaría una semana internado en el hospital de la Fach y más tarde viajaría a Concepción, donde vivían sus padres, para descansar y hacer uso de su licencia médica. Serían un par de semanas fuera del trabajo.

Sin embargo, el tiempo de recuperación se extendió a varios meses, pese a los auspiciosos pronósticos iniciales. Lejos de terminar, los dolores se fueron incrementando con los días. Los neurólogos le comentaron a Ortega que no tenía ningún otro problema médico y que todo era producto de la lesión en el cuello. Finalmente, el piloto fue enviado de vuelta al hospital de la Fach y, esta vez, le realizaron infiltraciones con corticoides a la columna. Pese a la nueva intervención, los dolores no acabaron y nunca pudo volver al trabajo. Debió volver a Concepción a vivir con sus padres definitivamente.

"No he podido volver a mi vida normal desde ese día. Por ejemplo, ahora no puedo hacer deportes ni tener relaciones sexuales normales", cuenta Ortega, quien, además, dice que en todo este tiempo ha sufrido síntomas como crisis de pánico, depresión, ansiedades e insomnio producto de todo el proceso.

El 10 de setiembre de 2016, la Fach notificó a Ortega su retiro absoluto del servicio, sin derecho a pensión y sin haber terminado la investigación sumaria que había solicitado a raíz de sus problemas de salud y a la operación a la que se había sometido. La justificación que le dieron en la institución fue que en su último examen le habían detectado una "cervicalgia posterior crónica". Es decir, tenía una malformación congénita que hasta ese momento no había sido detectada, pese a que había pasado todos los chequeos médicos durante toda su estadía en la institución. "Si hubiese tenido esa enfermedad, nunca habría podido entrar a la Fach", señala Ortega.

Desde ese día, el teniente quedó sin ningún tipo de ayuda institucional, enfrentando sus dolores.

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El comandante Gerardo Alvear Henríquez (44) pasó por una situación similar. En noviembre de 2015, en medio de una instrucción militar en Tomé debió cargar varios materiales pesados. La noche siguiente se dio cuenta de que no sentía sus piernas. Pidió ir a controles médicos y le detectaron un lumbago sin ciática. "Me fui a tratar con un doctor privado, que tiene convenio con la Fach, y me dijo que tenía una protusión en la espalda, que no era necesario operar de inmediato. Ibamos súper bien con ese tratamiento, hasta que un mes después, un médico de la unidad me dice que tengo que irme al hospital institucional en Santiago", recuerda Alvear, quien en ese momento vivía en Puerto Montt.

En el hospital de la Fach le dijeron que debía someterse a una intervención quirúrgica, porque presentaba una disectomía percutánea L5-S1 derecha. Si se operaba, le dijeron que en 10 días iba a estar dado de alta y podía reintegrarse a su trabajo en el sur. Aunque tenía dudas, por el primer diagnóstico que le habían hecho, aceptó someterse a la operación. Esta fue llevada a cabo por un equipo a cargo del mismo doctor que operó a Pablo Ortega. La intervención fue realizada el 25 de enero de 2016.

El comandante Alvear aún recuerda lo que sintió después de la operación: "Me desperté con un dolor terrible desde la espalda y toda la pierna derecha. Desde ese momento, durante dos o tres meses, me dieron morfina para el dolor".

Tras dos semanas internado, salió del hospital, pese a que los dolores no cesaban. "Me dicen te vas de alta, porque lo tuyo es un problema siquiátrico. Te vas con licencia y ocupa estos medicamentos", recuerda.

De vuelta en Puerto Montt, Alvear nunca pudo reintegrarse a su rutina diaria por los malestares en la espalda. Se trató con médicos privados y le dijeron que la operación había sido mal llevada, que no era necesaria para su diagnóstico original. En el hospital de la Fach le ofrecieron una infiltración de corticoides. Alvear lo rechazó, por consejo de sus médicos privados.

Sin poder reintegrarse a sus actividades normales, Alvear solicitó una investigación sumaria administrativa para determinar si la enfermedad había sido producto de su trabajo dentro de la Fuerza Aérea y si había recibido el tratamiento indicado.

Alvear fue dado de baja el 1 de enero de 2017. La solicitud para investigar no había sido respondida y le faltaba un año para jubilar.

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Ortega y Alvear decidieron denunciar y llevar sus respectivos casos a la justicia. El teniente Pablo Ortega se encuentra en medio de una demanda civil en contra de la Fuerza Aérea, mientras que el comandante Gerardo Alvear está esperando una resolución en Contraloría para querellarse.

"Es absurdo que un funcionario pase todos los procesos de selección, con todas sus condiciones físicas, que se enferme por su labor y que después digan que no fue en servicio, que estaba enfermo desde antes", comenta la licenciada en ciencias jurídicas, Karen Valenzuela, quien defiende a Ortega y Alvear ante lo que define como una vulneración de los derechos de salud y de trabajo.

Valenzuela añade que tienen precedentes para ganar el juicio contra la Fach. La abogada se ampara en el caso de la capitana Rosa Vanhauwaert Sudy (33), quien este año ganó una demanda laboral en contra de la Fach. Ella era la única mujer en el Departamento de Planificación y Control de Cerrillos y algunos compañeros la comenzaron a hostigar cuando supieron que mantenía una relación sentimental con otro miembro de la Fuerza Aérea. El estrés por la situación sumado a las extenuantes jornadas laborales hicieron que su cuerpo presentaras síntomas graves de agotamiento, como migrañas intensas y fatiga crónica. Apenas podía levantarse de su cama. Por ello, empezó a tomar varias pastillas para tratarse y la Fach aceptó reducir sus horas de trabajo. Sin embargo, los problemas no cesaron. A pesar de lo que decían los médicos, sus superiores la hicieron trabajar más de lo indicado, hasta que la dieron de baja de forma definitiva.

Esto la motivó para denunciar y colocar una demanda laboral en contra de la institución. Los tribunales fallaron a su favor y sentenciaron que la Fach debía indemnizar a Vanhauwaert por casi 15 millones de pesos.

Aunque la mujer no conoce personalmente ni a Ortega ni a Alvear, ha conversado con ellos para prestarles apoyo e intercambiar experiencias. "Me encantó trabajar ahí y de verdad era feliz con mis aviones y con el personal con que trabajaba. Entonces, obviamente, siempre traté de que todo pasara y que mejorara. De abajo me apoyaban, pero de arriba me tiraban mierda", recuerda Vanhauwaert, quien no ha podido encontrar trabajo y hasta hoy se mantiene vendiendo alfajores.

Al ser consultados por Reportajes, desde la Fach se limitaron a confirmar la situación de retiro de los ex uniformados, sin emitir ningún tipo de declaración sobre las causas judiciales.

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Hoy, Pablo Ortega trabaja como supervisor de guardias de seguridad, ganando el sueldo mínimo. Camina apoyado en un bastón y está usando marihuana para aliviar sus dolores. Consultó con un médico coreano cuánto costaba recuperarse de su espalda, pero el precio era inalcanzable. Por su parte, Gerardo Alvear se encuentra sin poder trabajar. Los doctores fueron más tajantes con él. "Me dijeron que nunca podría llegar a estar bien, que podría recuperar un 70% de mi estado de salud", señala.

Ambos dicen que sus casos no son hechos aislados dentro de la Fach. Saben de al menos otros 20 compañeros que fueron dados de baja de manera injustificada por razones de salud y esperan que ellos denuncien. Dicen que también han visto cómo otros miembros reciben licencias médicas y pensiones sin estar realmente impedidos de trabajar.

Los dos, además, sostienen que han recibido distintos tipos de hostigamiento desde que decidieron denunciar. Pese a lo que han pasado, tanto Ortega como Alvear siguen teniendo mucho respeto por la institución. Después de todo, el sueño de cada uno era entrar a la Fach y hacer carrera. Ambos argumentan que la plata no les interesa y que lo único que esperan es poder dejar atrás los problemas físicos, hacer justicia y poder reintegrarse a su trabajo. Para eso aún queda una larga disputa judicial por delante.

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