Los arrieros que huyen de la sequía

Cerca de 40 mil caprinos ya han cruzado la cordillera en busca de pasto y agua, en el lado argentino. Por primera vez, hay 14 pasos legales habilitados. Este es el relato de su sacrificado periplo.




CHUPALLA, camisa, un par de pantalones -uno liviano para el día y otro grueso para la noche- y un poncho contundente. Eso en cuanto a ropa. Por el lado de la comida, mucho charqui, queso de cabra, algo de pan y unos enormes recipientes con agua, de por lo menos 40 litros, cargados sobre las mulas.

"Si se quiere carne, esa va caminando sola y la hacemos al palo", cuenta entusiasmado Leoncio Contreras, criador de ganado ovino y caprino de la comuna de Combarbalá, en la Región de Coquimbo.

Contreras es uno de los cerca de cuatro mil ganaderos de las provincias de Limarí y Choapa que todos los años, pasada la primavera, parten con sus rebaños rumbo a Argentina. ¿El objetivo? La supervivencia.

A través de esos duros periplos, de cinco y hasta 15 días de viaje, cruzando por pasos de la cordillera de Los Andes, de hasta 4.000 metros de altura, persiguen mejores pastos para sus animales.

Este 2013, sin embargo, la situación es diferente. Mucho más tensa, cuentan. "La sequía nos tiene muy complicados, no ha llovido en dos años y todos están arrancando de este desastre”, dice Pedro Valdivia (62), alcalde de Punitaqui y ex criancero.

Según la Dirección Meteorológica de Chile, el país está por finalizar uno de los tres años más secos desde 1866. Su último boletín destaca que en la Región de Coquimbo se acentuó el estado denominado "extremadamente seco", con precipitaciones bajo la mitad de las de un año normal.

Valdivia lo tiene más que claro: "Aquí las cabras y ovejas comen el ramoneo, que son arbustos, pero ya casi no quedan. Y aunque repartimos agua a muchas casas mediante camiones aljibes, no alcanza para personas y animales".

Esta nueva y seca travesía de los crianceros comenzó a principios de noviembre. "Para muchos significa recorrer en caballo hasta 100 kilómetros rumbo al valle de Calingasta, en la provincia de San Juan, Argentina, que es el destino final, cuidando el ganado de pumas y zorros", detalla Gustavo Hernández, concejal de Combarbalá.

Algunos viajan en grupos, guiando rebaños de más de dos mil cabezas de ganado. Y una vez en Argentina, se quedan a vivir allí, en sitios y cabañas ya pactadas y contratadas, hasta marzo, cuando comienzan a regresar. "Esta temporada volverán lo más tarde posible, por la sequía, lo que también es peligroso, debido a las posibles nevadas en la cordillera", agrega Hernández.

La sequía, sin embargo, no es la única novedad. Este año, por primera vez, los arrieros pueden utilizar 14 pasos fronterizos que el Ministerio de Agricultura, y otras entidades de gobierno, acordaron con las autoridades trasandinas. Antes, el tránsito por la zona era ilegal.

"También se prohibía el uso de leña para hacer fogatas en la noche y asar carne, lo que ahora fue autorizado, siempre y cuando se respeten las normas ambientales", afirman en el ministerio.

"(Hacer fogatas) es algo vital, porque en el cruce de la cordillera tú tienes desde 25° en el día hasta varios grados bajo cero por la noche, más los vientos de refilón y heladas de madrugada", describe Néstor Corlano, otro criancero.

Según cifras del ministerio, en esta región hay 435 mil caprinos (por lejos, la mayor concentración del país, seguida por Valparaíso, con 46 mil) y 6.500 crianceros inscritos.

Juan Manuel Fuenzalida, intendente de la IV Región, destaca que "la sequía ha sido un tremendo problema. Por eso, todo se adelantó. Ya han cruzado más de 40 mil animales, fundamentalmente de las comunas de Combarbalá, Monte Patria, Punitaqui y Río Hurtado, entre otras. Y esperamos bordear los 100 mil".

En cuanto a precios, agrega que "el peaje por cruzar la cordillera son US$ 3,5 por cabeza de ganado, mientras que el talaje, es decir, lo que se paga por pastar en las haciendas de destino, fluctúa entre US$ 3,7 y US$ 5 por animal".

Mery Sánchez, presidenta de los crianceros de Combarbalá, sostiene que "los precios no son iguales en todos lados y también hemos sufrido bastante con eso, igual que con la falta de agua, pero no hay nada que hacer. Hay que sobrevivir".

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