Los contrastes de los refugiados en Chile
El caso de ex yugoslavos en 1999 y de palestinos el 2008, son dos matices de la vivencia del asilo en Chile. Mientras la mayoría de los primeros decidieron irse tras no adaptarse, gran parte de los segundos se quedaron y obtuvieron la ciudadanía.
"LO que sucede con los sirios es horrible, quizá peor de lo que vivimos en Irak", dice Thamer Khalifah, refugiado palestino en Chile, mientras vende dulces árabes en un carrito de supermercado, en pleno barrio Patronato de Santiago.
Hace dos meses, este profesor de historia de 53 años recibió su carta de nacionalización junto a 64 de los 117 palestinos reasentados en nuestro país en 2008. Llegaron a Chile gracias a gestiones del primer gobierno de Michelle Bachelet y del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), luego que pernoctaran por años en un campamento situado en la frontera entre Siria e Irak, el cual se creó a raíz de la huida de palestinos residentes en este último país tras la caída de Saddam Hussein.
Hoy, en medio de la crisis en Europa por el éxodo sirio y el reciente anuncio del Ejecutivo de acoger refugiados de ese país, Khalifah realiza un análisis desde su experiencia. "Fue una buena noticia cuando Chile dijo que venía a sacar a algunas personas del campamento, como setecientas querían salir, pero Chile dijo que iba a escoger a cien", relata este hombre, que actualmente reside en Quilicura. "Lo único que queríamos era salvarnos. Cuando llegamos todo parecía desconocido, pero nos dieron ayuda; los chilenos y la colonia palestina", agrega.
Si bien la vivencia la califica como "positiva", hace una salvedad respecto al programa. "Uno de los problemas que tuvimos es que el curso de español fue muy corto, duró como seis meses. Un refugiado necesita tiempo", subraya.
Complejidades
De acuerdo al Departamento de Extranjería y Migración del Ministerio del Interior (DEM), en Chile se han realizado 19 reasentamientos humanitarios desde 1999. El primero de ellos se centró en 64 personas procedentes de la ex-Yugoslavia (Serbia, Croacia y otras naciones), quienes huían de la crisis política de su país, para lo cual se realizó un trabajo en el que además del gobierno y la ACNUR, participó la Vicaría de la Pastoral Social, como agencia implementadora del proceso.
La imagen de los refugiados con las banderas chilenas a su arribo al país y sus días en la residencia Santa Ana, en Santiago, fue plasmada en el documental que retrató las complejidades del proceso y, también, la capacidad del país, en ese entonces, para garantizar la asistencia a estas personas. "No hubo información. Se les ofreció la oportunidad de venir a Chile y al llegar acá ellos empezaron recién a tener conocimiento sobre nuestro país", comenta Martha González, jefa del área Refugio de la Vicaría Pastoral Social entre el 2003 y 2009 y quien participó en el final del proceso de este grupo. Dentro de las complejidades detectadas en este caso en particular, González describe que "era muy difícil el tema de la vivienda; el tema del trabajo también fue duro, pero principalmente por el manejo del idioma. Ellos tuvieron clases, pero algunos no tenían interés de quedarse", subraya, destacando que esta experiencia sirvió para perfeccionar las posteriores.
Del total de personas de ese grupo, hoy sólo quedan dos familias. El resto, retornó a su nación de origen o se trasladó a otros países.
Aprendizaje
A este primer caso, le siguió otra misión entre 2001 y 2002 para refugiados de Afganistán, Azerbaiyán, Irán e Irak, tras la cual, se realizaron otros asentamientos de colombianos entre los años 2003 y 2011. Eleana Montes, originaria de Medellín, participó en uno de ellos. Debido a motivos de inseguridad en su patria, pidió refugio en Costa Rica -lugar donde estuvo tres años-, y luego, nuevamente por motivos de seguridad, solicitó el asilo en Chile. "Pedimos el reasentamiento tras una entrada masiva de colombianos, entre la que llegó gente de la milicia, y empezaron a haber algunos problemas. Buscábamos seguridad", comenta. Actualmente vive en la comuna de Quilicura junto a sus padres y su pareja. Según comenta, en su caso, el proceso incluyó asistencia en materia de vivienda, de reinserción laboral y económica.
Alfredo del Río, quien fue coordinador general del reasentamiento de los palestinos en 2008, como miembro de la sección de refugio del DEM, también asume que "se han aprendido lecciones" con cada uno de estos casos.
Respecto de los ex-yugoslavos, señala que "no hubo una planificación, un misión de selección que es importante. La gente creía que Chile era un país como Alemania, desarrollado, con muchas expectativas. Además, hay que decirlo, ellos venían con la intención de que Chile fuera como un trampolín para irse a Estados Unidos o a Canadá".
Del Río añade que con los palestinos también se sacó una lección: "en la primera fase de llegada hay que priorizar el idioma por sobre todo".
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