Los generales de Bashar al Asad que lideran la ofensiva en uno de los últimos frentes contra Estado Islámico en Siria
Las ruinas de Sukhna se elevan sobre la inmensidad del desierto y parecen estar en medio de ninguna parte.
Sin embargo, este estratégico punto del este de Siria, rodeado de campos de gas, es el premio mayor del combate que el ejército libra contra los remanentes del califato declarado en el país por el autodenominado Estado Islámico (EI).
"Es una victoria significativa", me dice el general Mohamed, con la mirada protegida del calor con sus gafas de estilo aviador.
El musculoso militar, que solo confiesa su nombre de pila, acaba de saltar de su vehículo blanco resplandeciente al ver a nuestro equipo inspeccionar una señal de tráfico marcada con el infame símbolo negro de Estado Islámico a la entrada de esta devastada ciudad desértica.
"Sukhna era el eje más importante de EI en el área y ahora hemos logrado abrir la ruta hacia Deir al-Zour", explica, haciendo referencia a la gobernación -unidades administrativas en las que está dividida el país- más próxima.
Deir al-Zour sigue controlada casi por completo por Estado Islámico, a excepción de una parte sitiada de la ciudad principal y una base aérea todavía en uso.
Somos los primeros periodistas en llegar al pueblo después de que fuera recapturado por el ejército sirio.
Su constante avance por el vasto y ardiente desierto está siendo acelerado gracias a la poderosa ayuda de los aviones de combate rusos y las fuerzas especiales, una serie de milicias respaldadas por Irán y las tribus locales.
Tazas de té abandonadas
Cada edificio de cada calle de Sukhna luce las cicatrices de alguna otra batalla brutal.
Ni uno solo quedó intacto.
Como si fueran casas de muñecas recubiertas de polvo, las fachadas destruidas revelanmesas, sillas, incluso tazas de té abandonadas cuando los combatientes de EI irrumpieron en este pueblo desértico hace tres años.
Casi todos huyeron.
Ahora, los miembros de EI derrotados huyeron hacia la capital de Deir al-Zour, de mismo nombre, a unos 130 kilómetros.
Esta semana murieron más de 200 de ellos, cuando los aviones de combate de Rusia bombardearon una columna de vehículos cargados de armamento que se dirigía, serpenteante, al último reducto de Estado Islámico en el complejo campo de batalla sirio.
Al norte de Sukhna se sitúa Raqa, en su día la autoproclamada capital del califato.
Ahora está bajo asedio de las Fuerzas Democráticas Sirias, principalmente kurdas, que cuentan con el apoyo de las fuerzas especiales estadounidenses en el terreno y de los aviones de combate de la coalición liderada por EE.UU. desde el aire.
Las organizaciones humanitarias y los activistas se muestran alarmados por el creciente número de víctimas entre los civiles que quedaron atrapados en la zona a medida que el combate se intensifica.
Y las consecuencias de la batalla para retomar Deir al-Zour, donde también se resguardan los combatientes de EI, no se prevén diferentes.
En la lista de sanciones
"Estamos empeñados en ganar", promete el segundo general sirio con el que nos encontramos en Sukhna.
El comandante de este frente oriental, el general Mohamed Khaddour, toma él mismo el volante para llevarnos a su nueva posición de ofensiva, a unos 10 kilómetros a las afueras del pueblo.
Y como para demostrar su temple, blande su brazo mostrando las heridas de guerra.
"Mira mi brazo. Me hirieron en tres ocasiones", me dice.
Con su sombrero blando, especial para el desierto, y su uniforme casual, cada centímetro de este hombre ha sido endurecido por la batalla, venerado por los suyos, vilipendiado por sus enemigos.
Aplastó a las fuerzas rebeldes con una eficiencia brutal en cada uno de los principales frentes desde que estalló la guerra en Siria hace ya más de seis años.
El general me recuerda que está en la lista de sanciones de la Unión Europea.
Es el número 125 y está acusado de "ser el responsable de reprimir las manifestaciones pacíficas" de 2011, en Douma, un distrito de la capital Damasco.
Pero, en su extraña reunión con periodistas occidentales, rechaza los cargos e insiste que está concentrado en un nuevo frente. "Estoy combatiendo a Estado Islámico", sentencia.
El músculo de Rusia
Una descarga de artillería levanta una nube de arena fina que momentáneamente oscurece cualquier vista. A medida que se aclara, un penacho de humo marrón se alza en el horizonte. Las posiciones más próximas de EI están apenas a un kilómetro de distancia, justo después de la montaña.
Mientras el general Khaddour junta a sus hombres para evaluar los ataques, las fuerzas especiales rusas se unen a la discusión, con sus rostros ocultos con máscaras de lana ante la presencia de periodistas. Los rusos obligan a detener cualquier grabación cuando ellos están presentes.
Le pregunto al general si el hecho de que los estadounidenses también están combatiendo en territorio sirio complica las cosas.
"Ellos tienen un rumbo completamente distinto", responde. "Nosotros sólo nos estamos concentrando en Deir al-Zour".
Pero, en caso de que hubiera quedado alguna duda, agrega: "No hay ningún poder sobre el terreno que pueda evitar que retomemos lo que queremos recuperar".
¿El próximo frente?
En la guerra contra Estado Islámico todas las armas están apuntando en la misma dirección, contra una amenaza común en lo que debe ser el campo de batalla más desordenado del mundo.
Pero para los hombres del presidente sirio, Bashar al Asad, aquí hay un juego mayor. Los éxitos recientes sobre el terreno en frentes clave en contra de los grupos rebeldes sirios han permitido liberar algunas de sus fuerzas y de sus aliados para hacer posible este decidido embate a través del oriente del país.
Acuerdos de cese el fuego locales, apoyados por el músculo político y militar de Moscú, han llevado una calma relativa a algunos de los enclaves rebeldes que aún existen. Pero cada oficial con el que hablamos insistió en que la provincia noroccidental del Idlib, el mayor bastión de la oposición, será su próximo objetivo tras el colapso del califato de EI.
La derrota territorial de Estado Islámico puede ser ahora solo una cuestión de meses. Cuando ese día llegue, la otra guerra en Siria, con su cambiante caleidoscopio político de potencias e intereses extranjeros cambiará a un nuevo escenario en el próximo nuevo frente de la dura batalla por Siria.
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