Los libros de Pinochet

El libro La secreta vida literaria de Augusto Pinochet, del periodista Juan Cristóbal Peña, aborda las circunstancias de su producción literaria, académica y autobiográfica. A continuación un extracto sobre el origen de la inquietud en Pinochet y de cómo Geopolítica, uno de sus textos académicos, es sospechoso de plagio al profesor que más lo influyó.




Las memorias de Pinochet poco y nada cuentan de su paso por la Academia de Guerra. Esos tres años que permaneció dedicado exclusivamente a estudiar se redujeron a dos breves párrafos en que recuerda, primero, que las materias de historia y geografía «eran las que me tomaban más tiempo», y luego, que el año académico concluía con un viaje a algún lugar del país.

Pinochet omitió que era un estudiante solitario, sin grupo de estudio como la mayoría de sus compañeros, y que se graduó en el décimo lugar, de un total de 14, lo que le valió la Medalla al Progreso. Pero sobre todo omitió la influencia que en él ejerció el profesor Gregorio Rodríguez Tascón.

Rodríguez, a quien llamaban Goyito, fue su profesor en los cursos de geografía y geopolítica, en los que mostró particular interés. La epopeya antártica gravitaba fuertemente entre los militares chilenos de su generación, que vieron en ella una gesta patriótica. Las expediciones antárticas no se comparaban ni por lejos con las expediciones represivas. Unas eran privilegio; las otras, deber. Haber participado de una de las tres expediciones, más aún, arriesgando la vida como lo hizo Goyito, rayaba en el heroísmo.Y por primera vez en la historia del Ejército de Chile el heroísmo estaba vinculado a la academia.

Los hijos de Rodríguez Tascón cuentan que Pinochet no era de sus alumnos más destacados. Menos al que más estimó por sus capacidades intelectuales. Ese lugar era ocupado por oficiales como Schneider, Prats y Mahns, a quienes solía invitar a su casa en el centro de Santiago, a pocas cuadras de la Academia de Guerra. Pero el capitán Pinochet al menos mostraba entusiasmo y voluntad, un interés tan persistente, que a fin de cuentas, a falta de un mejor candidato, lo convenció de recomendarlo como profesor auxiliar de ambas cátedras en el curso de 1952 de la Academia de Guerra.

Pero Rodríguez hizo más que recomendar a Pinochet. Lo impulsó a seguir una carrera académica, lo guió y apoyó en sus inicios, confiándole libros y apuntes personales. Y un año después, cuando Rodríguez ascendió a coronel y asumió la representación militar de la embajada de Chile en Lima, el capitán Pinochet lo reemplazó como profesor titular en ambas cátedras. Si Pinochet se había perfilado hasta entonces como un oficial tropero, con condiciones especiales para la vida de cuartel y el mando de soldados, a partir de su graduación como oficial de Estado Mayor su carrera asumió un perfil intelectual que no había asomado hasta entonces o, si había asomado, lo había hecho muy tímidamente, a tropezones (...).

Ese tránsito no sólo provocó un vuelco en su carrera, de oficial tropero a profesor de geografía y geopolítica y autor de libros y artículos. En ese tiempo el oficial Pinochet asimiló lecturas que lo guiaron en los siguientes años. A fin de cuentas, aunque no brilló como alumno, Pinochet aprendió de los libros más de lo que se le ha supuesto.

Muchos años después, al borde del retiro, le confidenció a uno de sus escoltas que una de las lecturas que más lo impresionó en sus años de estudiante en la Academia de Guerra fue El arte de la guerra, de Sun Tzu. El militar y filósofo chino, a quien se atribuye ese libro, plantea que la guerra no es otra cosa que el arte del engaño.

Una vez egresado de la Academia de Guerra, con las lecciones asimiladas, comenzó a ejercitar el arte de la apariencia por medio del uso de lentes oscuros y un silencio sepulcral sobre lo que pensaba, creía o sentía. Augusto Pinochet Ugarte, oficial solitario y silencioso, suspicaz, cauto, intelectualmente acomplejado, aplicó una estrategia de guerra a cada una de sus acciones dentro y fuera del Ejército, de acuerdo con las conveniencias del momento. El juego de la simulación le permitió escalar posiciones, sobrevivir a los vaivenes políticos, mantenerse expectante a la espera de la mejor oportunidad para lanzarse al ataque. «Cuando ven una oportunidad, son como tigres; si no, cierran sus puertas», enseñó Sun Tzu, y esa máxima llevó a que el general Prats, suponiéndolo confiable, respetuoso de su juramento de lealtad, lo recomendara ante el Presidente Allende como su sucesor al frente de la Comandancia en Jefe del Ejército. «El arte de la guerra se basa en el engaño», aprendió Pinochet de Sun Tzu: «Cuando se es capaz de atacar, ha de aparentar incapacidad, y cuando las tropas se mueven, aparentar inactividad» (...).

Apariencia, engaño, simulación. ¿Acaso no apostó a que sus enemigos lo menospreciaran? ¿Acaso no exageró la nota al hacerles creer que era un militar ramplón, básico hasta la exasperación, al que fácilmente, como a Ibáñez, también podrían haber apodado "Par de botas"?

En vista de cómo resultaron las cosas, la definición sobre el almirante Friedrich von Ingenohl que el propio Pinochet subrayó en un libro de su época de estudiante que conservó en su biblioteca personal es reveladora, aterradoramente elocuente: «Resulta difícil adivinar su pensamiento íntimo, pues no descubría jamás sus planes a los ojos de los demás de manera abierta»".

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"Cuando Pinochet terminó de preparar su libro sobre geopolítica, libro que, como previno el mismo autor en la introducción, «sólo constituye un texto guía» y surge de «apuntes y análisis reunidos en el lapso de 15 años ejerciendo la docencia»; cuando ese cúmulo de «numerosos conceptos fundamentales que se deberán enseñar en esta ciencia» estuvieron sistematizados, prontos a entrar a imprenta, el autor tuvo una ocurrencia.

Goyito, su antiguo y querido profesor de geopolítica, quien le había legado la cátedra y confiado sus apuntes, podía ser el más indicado candidato para escribir la presentación del libro.

Gregorio Rodríguez Tascón había pasado a retiro en 1961, pero estaba lejos de la jubilación. Presidía la Comisión Chilena de Límites, dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores, que en esos años, frente a los múltiples litigios territoriales con Argentina, tenía una particular importancia.

Era común que Rodríguez Tascón encabezara expediciones a las zonas en disputa para realizar mediciones y estudios, pero lo que tenía un carácter técnico, si es que no científico o diplomático, solía terminar como un western patagónico, entre tiroteos con gendarmes argentinos.

Desde la segunda mitad de los 50, cuando pasó del Instituto Geográfico Militar a la Comisión Chilena de Límites, Gregorio Rodríguez vivió episodios tensos y violentos, pero ninguno como el ocurrido en enero de 1966. Un par de meses antes, en la zona de Laguna del Desierto, un carabinero chileno había sido muerto a tiros por gendarmes argentinos, lo que levantó protestas y vientos de guerra desde ambos lados de la cordillera. Entonces el gobierno chileno ordenó el envío a la zona de una expedición encabezada por Rodríguez Tascón, quien debía realizar mediciones y rescatar a un coronel de Carabineros que había quedado cercado por tropas argentinas (...).

Ese era Goyito a mediados de los 60, un prestigiado general en retiro del Ejército, alto funcionario de gobierno, masón, de izquierda, a quien el coronel Pinochet contactó un día para pedirle que le escribiera la presentación de su libro sobre geopolítica.

Por separado, los tres hijos de Goyito cuentan que su padre se sintió halagado ante la solicitud. Había, si no una amistad, una estima mutua, un respeto profesional entre compañeros de armas. El problema vino cuando Rodríguez Tascón tuvo los originales en sus manos y no tardó en reparar, porque la evidencia saltaba a la vista, que Pinochet había copiado párrafos completos de la histórica conferencia que había pronunciado en 1949 en la Academia de Guerra.

Es probable que el capitán Pinochet no fuera consciente del plagio, de lo contrario no se explica que le haya pedido al autor original de los textos plagiados que prologara el libro. Aunque es probable también que Pinochet fuera consciente del plagio, pero juzgara que no había problema en ello, que incorporar párrafos completos de un autor sin identificarlo era intelectualmente honesto y aceptable, que bastaba con que dijera, como lo hizo al final de la introducción que escribió para su propio libro, que, «por último, debemos decir que el material empleado proviene de numerosos maestros nacionales y extranjeros», sin identificar a ninguno de ellos.

El hecho es que Rodríguez se negó a escribir una presentación para el libro de Pinochet. Y es un hecho también que Pinochet, enterado del rechazo y de las razones del mismo, no ofreció disculpas, ni siquiera una explicación. Simplemente pasó por alto el asunto y, como si no tuviera importancia, como si fuera algo personal, mantuvo el texto tal como estaba.

En esas circunstancias, humillado por el rechazo, buscó al retirado general René Alvarez Marín, antiguo director de la Academia de Guerra, para pedirle lo mismo que le había pedido a Rodríguez. Una presentación".

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