Los mejores y más emblemáticos discursos de aceptación de los Oscar
<p>Roberto Benigni saltando por los butacas; Angelina Jolie vestida a lo Morticia y afirmando que está enamorada de su hermano son solo algunos de los discursos que han quedado en la memoria colectiva de los premios.</p>
Los mejores discursos no solo contienen las palabras más acertadas, muchas veces son los más emocionantes, divertidos, polémicos o incluso los más extraños, los que se graban con mayor profundidad en la memoria de las personas.
En un repaso a la historia de los premios Oscar, presentamos cinco de los más recordados en estos 85 años de ceremonias. El primero escogido como uno de los discursos de protesta política más recordados; otro como uno de los más emotivos; el siguiente que se instala dentro de los más humorísticos; luego uno de los más extraños, para luego continuar con uno de los más controversiales y finalmente un bonus track memorable:
Marlon Brando: cuando Brando ganó el Oscar en 1972 por su magistral actuación en El Padrino, tuvo una idea bastante sorprendente. Durante la premiación envió en su lugar a una activista por los derechos de los indios americanos, Sacheen Littlefeather, quién llegó vestida con atuendo apache y subió al podio rechazando la estatuilla, para luego pronunciar un discurso en el que protestaba por la forma en que los nativos americanos eran retratados en la industria del entretenimiento estadounidense. La sorpresa fue general y cuando terminó su discurso, se retiró en medio de aplausos.
Roberto Benigni: Eufórico de felicidad se mostró el director cuando se le galardonó con el premio de la "mejor película extranjera" por su obra "La vida es bella" en el 98. Partió subiéndose a las butacas y luego, aún caminando por arriba de ellas, pasaba entre los otros invitados, quiénes aplaudían y reían junto a él. Regocijado de felicidad, dio un discurso muy emotivo en el que todos los espectadores pudieron sentir su alegría: "quiero besarlos a todos", profería Benigni, para luego cerrar con una de las frases más extrañas escuchadas en las galas norteamericanas: "quisiera ser Júpiter y raptarmelos a todos".
Jack Palance: cuando Jack Palance, de 73 años, ganó el Oscar en 1992 por su rol en la película City Slickers, comenzó su discurso refiriéndose a su coestrella en la película, Billy Crystal, diciendo "I crap bigger than him" ("Defeco más grande que él"), mientras los presentes soltaban carcajadas. Luego, prosiguió con algunas palabras para, repentinamente arrojarse al suelo y empezar a hacer flexiones con un solo brazo, ya en ese momento, era seguro que se había ganado la simpatía y la ovación del público de la gala.
Angelina Jolie: al obtener el galardón por "mejor actriz de reparto" en "Inocencia interrumpida", en el 2000, Angelina dio un curioso espectáculo al presentarse con un atuendo gótico, al estilo de Morticia de "Los locos Adams" y diciendo "estoy tan enamorada de mi hermano ahora mismo", frase tras la cual, se puso a llorar. Su afirmación de un evidente gran "amor fraternal" sorprendió a varios de la noche y se consolidó como uno de los eventos más extraños de las premiaciones.
Michael Moore: El cineasta Michael Moore es bien conocido por ser abierto acerca de sus ideas políticas y esta vez, fue uno de sus momentos memorables. Durante su discurso de aceptación del documental "Bowling for Columbine" en el 2003, donde recibió el premio al "mejor Documental", invitó a todo el resto de los nominados al escenario y cuando estaban todos allí, en vez de dar las gracias y los reconocimientos, comenzó a expresar su oposición colectiva a la invasión de EE.UU. a Irak, que había comenzado unos días antes y dirigiéndose directamente al presidente Bush, dijo: "estamos en contra de esta guerra Sr. Bush", dándole orígen a la frase que quedó para la historia: "Shame on you Mr. Bush!" (¡Qué vergüenza Sr. Bush!). ", sellándose como lo último que alcanzó a ser escuchado por la audiencia, antes de que en el salón subieran la música de fondo.
Finalmente y pese a que no es un discurso de aceptación, agregamos como bonus track, la presentación de un premio que estaba haciendo el actor David Niven, en 1974, cuando depronto un hombre desnudo pasa corriendo detrás de él. Tras el suceso, el actor, de ánimo imperturbable, sonriéndose dijo, irónicamente, una frase que aún se recuerda: "probablemente la única risa que el hombre nunca conseguirá en su vida es por desnudarse y mostrar sus defectos".
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