¡Los vínculos afectivos sí importan en el mundo laboral!
Curso: Autogestión y Trabajo con Sentid

<p><b>Profesores:</b> Luz Eugenia Mundaca y Sebastián Vidaurre</p> <p>La empatía asume diferentes grados que van desde la capacidad de captar e interpretar adecuadamente las emociones ajenas, hasta percibir y responder a sus preocupaciones o sentimientos inexpresados.</p> <p>El beneficio de esta habilidad no es sólo para las personas hacia quienes la desplegamos, también el cultivar vínculos sociales positivos, proporciona bienestar físico y psicológico para uno mismo.</p>




Según el destacado biólogo chileno, Humberto Maturana, los seres humanos somos mamíferos amorosos que pertenecemos a una historia evolutiva cultural centrada en la Biología del Amar, en una convivencia en el compartir y el colaborar, no en la competencia o la agresión. Si así fuese, nuestra preocupación por el bienestar del otro sería imposible.

En ese convivir amoroso es donde está nuestro bienestar biológico y cultural. De hecho, nos enfermamos y eventualmente morimos, cuando se pierde ese convivir de manera permanente. Aunque pareciera que la competencia y la lucha son centrales en nuestro vivir actual, el desamor tiene para nosotros un carácter destructor.

Para no caer en actitudes o pensamientos negativos, Maturana aconseja practicar la Biología del Amar, porque nos devuelve y conserva la salud en nuestra unidad psíquica y corporal, pues esa es la fuente última de nuestro bienestar, y es de hecho el fundamento relacional que directa o indirectamente nos libera del dolor y sufrimiento cultural.

Lo mismo ocurre en el mundo del trabajo. Vincularse amorosamente en este ámbito no sólo es deseable, sino la base fundamental para la colaboración y la confianza. Los vínculos amorosos se generan y cultivan cuando somos capaces de respetar tanto la legitimidad de nuestra propia voz, como la de los otros.

Los grados de empatía

¿Qué habilidades debemos desarrollar para generar vínculos de calidad? Una de las más importantes es la empatía. Si logramos empatía con los demás, podemos darnos cuenta de lo que sienten sin necesidad de que nos lo digan. Y es que a pesar de que las personas pocas veces nos expresen verbalmente lo que sienten, podemos descifrarlo de una forma tan simple como su tono de voz o expresión facial. La capacidad de captar estas formas sutiles de comunicación, exige de competencias emocionales básicas, como la conciencia de uno mismo y el autocontrol.

Si no tenemos la capacidad de darnos cuenta de nuestros propios sentimientos, no podemos llegar a establecer contacto con el estado de ánimo de otras personas. La empatía asume diferentes grados, que van desde la capacidad de captar e interpretar adecuadamente las emociones ajenas, hasta percibir y responder a sus preocupaciones o sentimientos inexpresados. Ésta nos permite:

Todas estas habilidades las podemos desarrollar. Lo primero que debemos tomar en cuenta es si las tenemos presentes en nosotros o no. El feedback de otros es clave para darnos cuenta del grado en que las tenemos desarrolladas. Luego de tener claro este paso, lo próximo es practicarlo recurrentemente para incorporarlas a nuestra cotidianidad y convertirlas en parte de nuestros hábitos.

El beneficio de estas habilidades no es sólo para las personas hacia quienes las desplegamos; lo importante es cultivar vínculos sociales positivos que proporcionen bienestar físico y psicológico también para uno mismo.

En el mundo de hoy, ¿es posible enriquecer los vínculos afectivos?

Primero debemos considerar que la existencia social humana se desarrolla en tres matrices fundamentales: la comunitaria, la reticular y la institucional. De la articulación, adecuación y equilibrio entre estas tres matrices depende en gran medida las características de los procesos de integración social de las personas. Sin duda, de ello también deriva, en gran parte, su bienestar emocional y salud física.

La matriz comunitaria es fundamental en el proceso de socialización, ya que entrega estructuras de sentido más sólidas a las personas que la integran. Asimismo, está más asociada a la vida, al juego, a la recreación, al esparcimiento y al intercambio humano.

Por su parte, la matriz reticular es un sistema más abierto, móvil y flexible. Un ícono de esta matriz en la vida actual son las redes sociales vinculadas a Internet. Esta red es el correlato psicosocial de la modernidad, pues ya no habla de territorio, identidad o historia, sino de intercambio de recursos, apoyo recíproco, contacto social, ganancia social e influencia.

Asimismo, la matriz institucional importa más el rol asignado a un individuo que la persona como tal, de allí que las relaciones sean más frías, formales y preprogramadas.

El hombre moderno vive cada vez menos en situación comunitaria. Los imperativos de la modernidad lo han llevado a desarrollar su existencia social en una matriz de redes -internet- y en una matriz institucional, perdiendo en ello buena parte del enriquecimiento de los vínculos y contención propios de la vida comunitaria de barrio o de comunidad primaria. Ante ello, parece urgente complementar el foco en la eficiencia y eficacia, propio de las redes sociales e institucionales, con uno puesto en la calidad amorosa de los vínculos humanos.

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