Pequeña Gigante y su tío reúnen y emocionan a medio millón de personas
Desafiando los 32 grados que marcó el termómetro, una multitud siguió a las marionetas en su segundo día en Santiago. La jornada partió a las 10 y se extendió hasta las 20 horas, con el esperado encuentro entre la muñeca y el Señor Escafandra. El montaje de la compañía Royal de Luxe se despide hoy de Chile.
Ella llegó en su barco. El se puso de pie. Después de todo un día de búsqueda, estaban a sólo metros de distancia. Las 500 mil personas que llegaron al Paseo Bulnes -según cifras de Carabineros- estaban emocionadas. El Señor Escafandra había partido a las 10.00 a encontrar a su sobrina. Recorrió el centro de Santiago, de la Alameda a la Plaza de Armas, pero sin fortuna: la Pequeña Gigante no aparecía. Al mediodía se durmió en la Plaza Venezuela y despertó cinco horas después. Hizo el camino de vuelta y la esperó dormitando. A las 20.00 por fin la muñeca de seis metros y su tío de 11 se encontraban. Ella se levantó y flotó hasta los brazos de su tío. Su abrazo desata la euforia: es el momento estelar de una jornada en que Santiago fue un gran escenario.
En su segundo día, y a tres años de su estreno en Chile, la Pequeña Gigante renovó su categoría de rockstar entre los chilenos. A las 8.00 ya había gente en el Paseo Bulnes esperando el comienzo del montaje de la compañía Royal de Luxe. Dos horas después, se levantó el container que cubría al Señor Escafandra, que comenzó su búsqueda rodeado de miles que lo seguían con fascinación. "¡Es muuuy grande!", se escuchaba entre el público, mientras la Pequeña aún dormía al otro lado del palacio La Moneda, acompañada por una multitud, donde se confundían familias, niñas vestidas como la marioneta, jóvenes, adultos mayores, santiaguinos, gente que viajó de regiones y vendedores de toda especie, desde muñecas a jugos de fruta.
Después de refrescarse en la Plaza de Armas, el Señor Escafandra llegó al mediodía a la Plaza Venezuela. Allí descansó hasta las 17.00, cuando enfiló de vuelta a La Moneda. Dormilona, la Pequeña abrió los ojos a las 13 horas. Se duchó, se vistió, y con gorro y lentes de motociclista, subió a un monopatín y arrancó por Morandé. Fue la euforia: el público gritaba y aplaudía.
Hizo gimnasia en la Plaza de Armas, caminó y desató una explosión de carcajadas cuando se detuvo a hacer pipí. Montada en su barco, partió al Parque Almagro y allí durmió, sobre una silla de playa de su tamaño.
A esa hora, Santiago era una fiesta: la gente hacía picnic, los bomberos armaban lluvias de agua para combatir el calor, que llegó a 32 grados, y todos esperaban el encuentro. Tras el abrazo, la muñeca celebró bailando. Era el fin de la fiesta. Minutos después ambos dormían. La Pequeña y su tío se despiden hoy de Santiago (ver infografía) y viajan a Nueva York.
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