¿Por qué nos cuesta tanto decir NO a los niños?
Una investigación realizada por la consultora KMR ubica a Chile entre los cuatro países latinoamericanos, donde a los padres les resulta más difícil negarse ante el requerimiento de los hijos. Sólo es superado por México, Ecuador y Venezuela.
La escena se repite con frecuencia. Una mamá de 30 y tantos está en el supermercado, su hijo se detiene en la góndola de los juguetes y pide que le compren uno. No, dice ella convencida. El niño sigue insistiendo, sin éxito, hasta que empieza a llorar, se pone colorado y se tira al suelo. Ella utiliza su estrategia más efectiva: avanzar para obligarlo a seguirla. Pero no funciona, el llanto sube en decibeles, mientras los otros transeúntes empiezan a mirar. Después de tanto grito y sollozo, cede. Ahora sí el niño va detrás de la mamá, con su nuevo juguete en las manos y una sonrisa en la cara.
¿Por qué, simplemente, decirle que no y aguantar el mal rato? A nivel mundial, algunos expertos han llamado a la camada de padres adultos jóvenes como "la Generación Sí", incapaces de negarse frente a los requerimientos de los niños. Un fenómeno que queda de manifiesto en una investigación realizada por la consultora KMR y en la que Chile se ubica entre los cuatro países latinoamericanos, donde a los padres les cuesta mucho decir No.
Según el estudio, 44% de los adultos chilenos era incapaz de negarse ante los hijos, superados sólo por los mexicanos (48%), los ecuatorianos (51,5%) y los venezolanos (55,6%). En nuestro país, el 57,5% de los padres de entre 35 a 54 años declara que les cuesta decir que no a sus hijos.
CAMBIO PROFUNDO
¿Culpa, facilismo o libertad mal entendida? De todo un poco, opinan los especialistas. Según las investigaciones, esta "Generación Sí" -que comprende a un amplio rango de padres, con edades entre los 35 a 55 años- está caracterizada por la pérdida de la autoridad parental y por la creencia de que hay que educar con libertad.
Carlos Welti, sociólogo del Instituto de Investigaciones Sociales de México, está convencido de que esta última creencia es uno de los cambios más profundos que generó el modelo económico: "Esto se produce por una sociedad en donde los valores están centrados en el beneficio personal. Por tanto, las reglas de convivencia pasan a un segundo plano. Se piensa que las instituciones, incluyendo a la familia, no deben imponer reglas para normar la conducta, ya que esto atenta contra la libertad", dice.
El castigo para los padres de la "Generación Sí" tiene una connotación negativa. Y cuando imponen alguna penitencia, basta que el hijo empiece a llorar para que sea retirada. En una encuesta desarrollada por el sitio británico Mumsnet, por ejemplo, tres de cada cuatro padres solía ceder frente a las rabietas de sus hijos.
Cuando el niño se convierte en adolescente, el panorama empeora. Los llantos ante un no se transforman en portazos. Los padres, cercanos a los 50, sienten una brecha generacional marcada por la tecnología. "Para un papá de 54 años es difícil estar conviviendo con su hijo y tener poco en común. Las diferencias son mayores y por eso intentan ser amigos de sus hijos, para no distanciarse tanto", dice Raúl Carvajal, sicólogo infanto juvenil de la Clínica Santa María. Seis de cada 10 chilenos de 45 a 55 años reconoce que les es muy difícil dar un no como respuesta a sus hijos.
"Dejamos muchas facilidades y libertades a los hijos. El problema en Chile es que no sabemos manejar esta crianza. No hemos aprendido a inculcarles a los niños que, además de derechos, también hay deberes. Estamos en la transición entre el modelo autoritario y el democrático", dice Carvajal.
EL CASO DE LATINOAMÉRICA
Pero claro, la culpa también tiene su rol en esto. Según una encuesta de la U. Central, un 58% de los padres consideraba que el tiempo que pasaba con sus hijos era insuficiente o muy insuficiente. Y eso basta para que, de forma compensatoria, digan sí más frecuentemente.
Eso no es todo. Las largas jornadas laborales, por lo menos en Chile, también llevan a los padres a evitar los conflictos. "Los padres ceden porque tienen cierto grado de indolencia. Prefieren dejar la responsabilidad de crianza en manos de otro. El estilo paternal chileno está siendo así. Criar necesita sacrificio, pelear y es difícil desde el punto de vista emocional. Mucha gente no está dispuesta a eso", dice Guillermo Gabler, siquiatra de Clínica Alemana.
El análisis que hacen en Ecuador, en cambio, es completamente distinto. "Los padres no tienen sentimiento de culpa. Sólo que siempre están atentos a facilitar o proveer condiciones para el mejor desarrollo de los hijos. Algunos pueden malinterpretarlo y ceder en todo lo que el niño les pida", dice el sicólogo ecuatoriano Pablo Picerno.
Venezuela es caso aparte. Ahí, la figura paterna es casi nula, dice Alejandro Moreno, sicólogo y director del Centro de Investigaciones Populares en Caracas. "Aunque estén casados, la familia cultural venezolana es matricentrada. Es decir, constituida por una madre y sus hijos y, de forma tangencial, por el padre. Ella establece una relación de complicidad, sobre todo con los varones para que permanezca siempre a su lado", explica. De esta forma, padre y madre compiten por la atención del niño. Mientras la madre no puede negarse, el padre intenta conquistarlo asistiendo a lo que le pide y, en caso de ser una hija, los papeles se cambian. Quizás por eso los venezolanos son quienes más rápido ceden cuando sus hijos le piden algo nuevo en el supermercado.
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