Porto de Galinhas: La playa favorita de los brasileños




Tarde de domingo. Nubes gordas y esponjosas se pierden en el horizonte, mientras turistas y locales caminan por la principal avenida peatonal del balneario, que, la verdad, no se diferencia demasiado de otros miles que hay en Brasil. Los niños "regalan" artesanía a unos transeúntes que reciben el pescado hecho de hojas de palmeras con una sonrisa y no entienden que nada es gratis, por más que parezca. En las tiendas de bikinis, maniquíes de curvas imposibles e inconfundiblemente brasileñas muestran las prendas que estarán de moda este verano y seis gringos insolados caminan bajo las coloridas lámparas de papel que adornan la calle para la fiesta Junina de San Pedro y San Pablo que aquí se festejan con particular fervor. Una calle que esta noche recibirá a cientos de personas y bandas de forró -el más popular estilo musical de estos lares-, que harán bailar al pueblo juntito, pegado, con olor a cerveza, cachaza y sudor.

Es Porto de Galinhas. Un balneario situado a 63 kilómetros de Recife, capital del nordestino estado de Pernambuco y puerta principal a los variados atractivos de la región, donde, entre varios, destaca la Isla da Fantasia: el archipiélago Fernando de Noronha. Es el lugar donde, tras el fin de la esclavitud en 1888 en Brasil, seguían arribando barcos con esclavos africanos, para gastarlos cual combustible en las miles de hectáreas de plantaciones de caña de azúcar, esas que todavía alfombran los alrededores y gran parte de la región, con sus colinas de potentes verdes recortados sobre un cielo azul, igual al protector de pantalla del Windows. "Gallinas" era la clave para referirse a los esclavos. Gallinas son las mascotas que adornan camisetas, souvenirs y hasta teléfonos públicos de una de las playas preferidas por los brasileños. ¿Qué tiene de especial para que durante ocho años seguidos haya sido elegida como la mejor de Brasil por la revista Viagem y cuatro por Brasil Travel News? ¿Por qué venir a Porto de Galinhas?

LAS RAZONES DE GALINHAS
Uno. La serie de buenísimos resorts (uno al lado del otro) situados en la bucólica playa de Muro Alto, a unos kilómetros de Porto de Galinhas. La gracia es que hay uno para cada cual. Por ejemplo, si la idea es romance, los bungalows de Nannai Beach Resort son la opción (www.nannai.com.br). Para ir con niños, Summerville (www.summervilleresort.com.br), y si desea conocer uno nuevo de paquete, con un excelente spa y diseño chic, Enotel es el lugar (www.enotel.com.br).

Dos. Los kilómetros de playas de finas arenas y palmeras que, además, tienen una barrera de coral que provoca una sucesión de bellísimas piscinas naturales a lo largo de la costa. Aquí, principalmente frente a Porto de Gallinas, grandes y chicos pueden pasar el día alimentando peces de colores que hacen cosquillas en los pies y "pican" de la mano como palomas de plaza europea. Son verdaderos acuarios a los que es posible acercarse en pequeñas embarcaciones, por $ 3 mil.

Tres. La playa de Maracaípe, situada a ocho km del balneario, es paraíso de surfistas. Cercada por cocoteros y equipada con algunos restaurantes y relajadas posadas, su larga franja nos lleva hasta el "Pontal de Maracaípe" (en buggie, $30 mil por 24 horas, sin chofer), donde hay preciosos manglares y caballitos de mar que locales sacan del agua en frascos para fotografiar, aun cuando este es un santuario de estos particulares animales. Y cuatro: la playa de Carneiros que merece un párrafo aparte.

Para conocerla hay que llegar a un pequeño puerto situado en playa Guadalupe (45 km al sur de Porto) y tomar un mini ferry ($ 6 mil ida y vuelta) que, tras una media hora de navegación, arriba a una playa de postal, perfecta hasta el cliché: línea de palmeras, arenas finas como azúcar flor y un mar esmeralda y calmo debido a una barrera coralina. Aquí no hay resorts ni servicios, sólo el bar restaurante Bora Bora, donde un típico trío de forró ameniza las cervezas geladas, aguas de coco y pescados fritos con cebollas. No se desgaste tomando fotos tratando de "capturar" el lugar. Mejor disfrute de esta fotocopia del paraíso, porque en un par de horas llegará el ferry para sacarlo del sueño y volver a la realidad. Aunque por aquí realidad sean más playas de película con pececitos multicolores.

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