Sebastien Ogier: Como un príncipe

El francés ganó en Montecarlo la primera fecha del WRC, con Volkswagen copando el podio.




Etapa y media. Eso fue lo que alcanzó a liderar Sebastien Loeb en Montecarlo, primera fecha del Mundial de Rally. El francés, traído de vuelta a la especialidad donde fue nueve veces monarca por Citroën para intentar contrarrestar el dominio de Volkswagen, estaba cumpliendo lo que su equipo requería. Hasta un pequeño despiste, que le costó el abandono. Al final, terminó octavo tras reengancharse a la carrera, pero fue inevitable que la marca alemana copara el podio y, más encima, el bicampeón Sebastien Ogier arranque la temporada con un nuevo triunfo.

La apuesta de la marca gala por Loeb parecía acertada promediando la carrera en el Principado. Dominó las primeras especiales de la 83ª edición de la competencia, que, como siempre, ofreció sus asfaltados y sinuosos caminos con variables condiciones de adherencia, entre zonas secas, otras escarchadas y hasta con nieve.

Sin embargo, Ogier era conservador. Que ganase su compatriota en Mónaco no significaba mucho en su búsqueda del tricampeonato, toda vez que Loeb sólo participaría de esta carrera. Por eso, se especulaba con una estrategia conservadora de parte del piloto que ha dominado casi sin contrapeso la categoría desde que su compatriota dejó de competir para iniciar una trayectoria en el Mundial de Turismos.

Tras la octava especial, cuando Loeb debió abandonar por golpear y sacar la rueda trasera izquierda de su DS3, para retornar muy retrasado en la etapa sabatina, debido a la penalización que recibió al reengancharse. Volvió en el 15º puesto de la clasificación, mientras Ogier heredó la punta y no la soltó hasta ganar. Fue dosificando su ventaja, al punto que en algún momento se pensó, que el domingo, Jari-Mati Latvala, su principal rival, podría amagar la celebración del galo.

En el mítico tramo de Col de Turini, corrido ayer, como parte de los tres primes disputados en la jornada de cierre, Citroën dominó, y Loeb supo recuperar posiciones hasta terminar octavo, en una carrera que ganó siete veces. Por su lado Latvala trató de incomodar a su compañero de equipo. Pero Ogier, a estas alturas, no está para sustos.

"Es fabuloso. Estoy muy orgulloso, porque este es un rally muy difícil. Es el más mítico del calendario, y fue un verdadero Montecarlo hasta el final. Hasta en la Power Stage, que tenía 10 kilómetros, quedaba nieve en algunas  curvas", señaló el galo, quien fue más local que nunca, pues el parque de asistencia estaba ubicado en Gap, su ciudad natal.

El triunfo supuso el 25º triunfo de Ogier en el WRC, y el tercero en Mónaco, después del logrado en 2009, con un Peugeot 207, en el Intercontinental Rally Challenge  (IRC), y  el conseguido en 2013.

Ogier recibió el trofeo de manos del príncipe Alberto de Mónaco, siendo escoltado por sus compañeros Latvala y el noruego Andreas Mikkelsen, copando un podio con una sola marca, algo que no ocurría desde 2003, cuando el propio Loeb, por entonces una joven y emergente figura, encabezaba un trío de Citroën, acompañados por unos tales Colin McRae y Carlos Sainz, que comenzaban a heredarle el mando de la especialidad al alsaciano.

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