Slow Travel: Viajar bajo la filosofía de calidad versus cantidad

<img height="21" alt="" width="94" src="https://static-latercera-qa.s3.amazonaws.com/wp-content/uploads/sites/7/200907/438255.jpg" /> La tendencia de los viajes lentos cada vez gana más adeptos.




Todo partió por un McDonald's. A fines de los 80, el emblema de la comida rápida pensó que los cuarto de libra con queso combinaban a la perfección con el empedrado de la Plaza España, en Roma, e instaló una de sus sucursales, pero la protesta fue inmediata. El precursor de la resistencia fue el periodista italiano Carlo Petrini, quien, con el paso de los meses, fundó un movimiento llamado Slow Food (cuyo símbolo es un caracol), bajo la premisa de que la alimentación tradicional, basada en la biodiversidad, era el camino. Dicho movimiento fue creciendo y ramificándose en todas direcciones, hasta llegar al Slow Life. "Hemos perdido nuestro sentido del tiempo. Creemos que podemos darle significado a la vida haciendo las cosas rápidas. Tenemos la idea de que la vida es corta, pero es larga: el problema es que no sabemos cómo gastar nuestro tiempo sabiamente", dijo Petrini en una entrevista.

TIEMPO REESTRUCTURADO
"¿Si tenemos comidas lentas y ciudades lentas, por qué no viajes?, se pregunta Nicky Gardner, periodista de turismo y autor del manifiesto de los viajes lentos aparecido en la revista Hidden Europe. Porque es cierto que ahora nos movemos más alto, más lejos y más rápido, pero, usualmente el viaje es considerado como un inconveniente menor que se extiende entre el punto de partida y el de arribo, eclipsando el placer del tránsito por las ganas de llegar. Aquellos viajes trasatlánticos en barco durante meses que hicieron abuelos y bisabuelos -donde se creaban nuevas amistades y hasta familias- hoy no son más que postales en sepia.

"Los viajes lentos tienen la capacidad de reestructurar el tiempo, así como nuestra relación con los lugares, permitiéndonos participar de manera más íntima con los sitios visitados", agrega el manifiesto. En tal sentido, hoy la tendencia es otra: turismo de bajo impacto, relacionarse con los lugareños, devolver algo a las comunidades visitadas, buscar las pequeñas callecitas, sentarse en un café de antaño en vez de en uno moderno, etc. "Una semana en un villorio rural de la Provence francesa, puede decirte más acerca del país que visitar siete grandes ciudades del mismo país", dice Nicky Gardner.

CIUDADES LENTAS
Potenciado por el éxito del Slow Food, los italianos extrapolaron la idea a las ciudades. Brá, en el norte de Italia, fue la primera ciudad del mundo en obtener esta certificación, que exige cumplir varios requisitos agrupados en seis categorías como políticas medioambientales, infraestructura, potenciar productos locales y hospitalidad. También se necesita tener menos de 50.000 habitantes y  los cascos históricos deben estar cerrados al tráfico, por ejemplo. Actualmente, existen decenas de ciudades lentas en el mundo en países tan diversos como Alemania, Noruega, Reino Unido y España que, junto con otorgar calidad de vida a sus habitantes, lentamente comienzan a obtener los correspondientes réditos turísticos. Asimismo, grupos en Facebook, videos en YouTube y múltiples blogs entregan información respecto de las actividades en dichas ciudades.

- www.cittaslow.blogspot.com
- www.slowtrav.com
- www.slowguides.com

COMO SER LENTO
Parece de perogrullo, pero viaje lento. En lo posible, trate de evitar aviones y desplácese en ferries, buses locales, trenes (obviamente no bala) y no permita que las ganas de llegar a un lugar eclipse el placer que produce el viaje en sí. Una de las premisas es obviar cadenas hoteleras y de restaurantes, en pos de residenciales familiares, pequeños hostales y restaurantes de barrio. Tal vez donde se puede conocer de mejor forma la idiosincrasia del destino  visitado es a través de sus mercados y ferias libres. Explórelos.

Cuando esté cansado de caminar, siéntese en un café: se convertirá en parte del paisaje y no simplemente en un observador. Otra muy buena idea es comprar periódicos locales y trate de aprender frases del idioma nativo y haga lo que los locales hacen, no sólo lo que dicen las guías de viaje. Y finalmente, disfrute lo inesperado: trenes o buses perdidos pueden ser el inicio de una emocionante aventura.

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