Sorbos de la Copa América




El primer autogol de la Copa América correspondió a un chileno: Luis García ante Argentina, en el estadio Parque Pereira, de Montevideo, en octubre de 1917. El arquero Manuel Guerrero contó: "Don Guillermo Palacios Bate, periodista y dirigente de Valparaíso, me había ofrecido un reloj de oro si los argentinos no me hacían ningún gol. Perdimos 1-0, pero me gané el reloj, pues el tanto me lo hizo un chileno. Fue autogol".

La final de ese segundo sudamericano, Uruguay 1- Argentina 0, fue dirigida por el árbitro chileno de origen escocés Juan Henry Livingstone, padre del afamado arquero Sergio Livingstone.

En 1918, hubo de postergarse el campeonato por la epidemia de gripe que reinaba en Río de Janeiro, sede de este certamen (cualquier semejanza con el virus Zika y los Juegos Olímpicos es coincidencia). Las autoridades brasileñas solicitaron que se realizara al año siguiente, lo que les fue concedido. Para dirimir al campeón, se tuvo que apelar a un encuentro de desempate y Brasil ganó por la cuenta mínima a Uruguay.

Pese a actuar de local en la Copa América 1920, disputada en el estadio Valparaíso Sporting Club, de Viña del Mar, Chile ocupó el último lugar del torneo por cuarta vez consecutiva.

El puntero derecho Pedro Calomino, de Argentina, impresionaba con su destreza para hacer la bicicleta: llevaba la pelota junto a la raya y a la carrera daba un salto como si pedaleara. Fue campeón en el torneo de Buenos Aires 1921.

En la Copa América de Montevideo 1924, el arquero de Chile fue Aníbal Ramírez, padre de Jaime, mundialista en 1962 y en Inglaterra 1966.

Han cambiado un tanto las cosas en el fútbol. En la Copa América 1926, jugada en los Campos de Sports de Ñuñoa, el capitán David Arellano pidió a su equipo:

-¡Tres salud por Bolivia!

-¡Bolivia, salud!

-¡Bolivia, salud!

-¡Bolivia, salud!

Y en el partido siguiente aparecieron chilenos y uruguayos enlazados y portando sendas banderitas bicolores y tricolores. Saludaron:

¡Efe a, efe e, efe i, efe o, efe u! ¡Fra, fre, fri, fro, fru! ¡Chile! Y recorrieron unidos del brazo, toda la cancha.

Le preguntaron a Carlos Cariola, presidente de la Federación de Foot Ball de Chile:

-¿Cuál fue su rato más amargo del torneo?

-"Les diré francamente: la molestia más grande que experimenté fue la de ver llegar al señor Bonifacio, representante de Argentina, acompañado de una mujer de vida non sancta, a los Campos de Sports, y sentarla junto a las damas distinguidas que ocupaban la tribuna oficial".

Los enviados chilenos descubrieron en el estadio la venta de café en vasos de papel en la Copa América de Argentina 1946. Mientras el árbitro llamaba a los capitanes a sortear el lado, disfrutaron el vasito de café caliente que apenas costaba 15 centavos argentinos.

Durante la Copa América de Brasil 1949, caminaban por las veredas de la playa de Copacabana, en Río de Janeiro, el médico Antonio Losada y algunos jugadores de la selección chilena, que andaban de paseo. Chuleta Andrés Prieto, el Mico López y otros se entretenían chuteando las piedras que encontraban en el camino, con tan mala suerte que una le dio justo en un tobillo a Losada, produciéndole intenso dolor. Airado, se volvió a ellos para increparlos: "¡Tienen siete metros y medio del arco, una pelota grande y no aciertan una! Aquí, con una piedrecita de este porte dan justo donde no deben dar".

En la Copa América de Lima 1953, Enrique Hormazábal sufrió una fisura ante Uruguay. Cuando le entregaron la radiografía, llevó las manos a la cara y rompió a llorar como un niño. En los siguientes sudamericanos, Santiago 1955 y Montevideo 1956, Cua-Cuá Hormazábal convirtió seis y cuatro goles, respectivamente.

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