Tres días con los diablos viejos
De lunes a miércoles seguimos a Bobby Charlton, Bryan Robson, Gary Neville y Nicky Butt: los cuatro ex jugadores que Manchester United trajo como embajadores a Chile, en una visita organizada por Concha y Toro. Un tour que los llevó a recorrer Santiago, generar histeria en un mall y que le ofreció a Charlton la posibilidad de mejorar su español.
Sir Bobby quería dar las gracias. Pero no sabía cómo.
-Quiero agradecerle a la viña Concha y Tori. No, no. Viña Concha y Tora.
Sir Bobby Charlton, el mejor jugador inglés de todos los tiempos, campeón del mundo, Europa e Inglaterra, a días de cumplir 74 años, había cruzado el mundo desde Manchester a Santiago, con escala en París, para agradecer la alianza que su club, el Manchester United, había firmado hace un año con la viña chilena. Y no había dejado que su edad, el jetlag, la diferencia horaria y el mínimo descanso de 20 minutos que tuvo en su hotel, lo frenaran. Ahí estaba, en una conferencia de prensa en el salón Premium del cine Hoyts del Parque Arauco, junto a otros ex jugadores de su club y ejecutivos de Concha y Toro, sin poder agradecerle correctamente a la viña que los había invitado. Sir Bobby, que en la cancha tenía un talento poco usual para marcar goles de distancia, ahora se tropezaba con la imposibilidad de un idioma distinto.
-Viña Concha y Torr…
Un año antes, en el salón de un hotel en Manchester, donde la alianza comercial entre Concha y Toro y el club de los diablos rojos se celebró, Sir Bobby había tenido el mismo problema. Sólo que en esa oportunidad, tuvo una excusa para arrancar antes, que nadie entraría a dudar. "Les pido perdón por tener que irme anticipadamente hoy -dijo esa vez-, pero es que Norma, mi mujer, está enferma. Y tengo que ir a cuidarla".
Ahora, cuatro horas después de haber aterrizado en Chile por primera vez desde que jugó la Copa del Mundo de 1962 en Rancagua, Sir Bobby Charlton estaba nuevamente ante el desafío de pronunciar ese nombre que tanto le costaba. Pero esta vez no iba a poder.
-Lo siento. Algún día lo diré bien.
El hombre calvo que el Manchester United pasea como leyenda viva, que habla frente a empresarios, obreros y estudiantes de todo el mundo contando la épica de su equipo, el club obrero de Manchester, que tenía la obligación de ofrecer espectáculo y trabajar duro todos los fines de semana porque eso pedían los hinchas, había encontrado un desafío más allá de su alcance: decir bien el nombre de esa viña chilena.
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Un día antes, el lunes, había llegado el primer grupo de la delegación. El mismo día que el aeropuerto aguardaba los aterrizajes de Alexis Sánchez, Humberto Suazo y Gary Medel, Bryan Robson y Nicky Butt (36) salieron de allí con un anonimato que nunca hubieran tenido cuando vestían de corto.
Robson (54) puede parecer un inglés más. Pero durante los 12 años que capitaneó al United como volante de quite, era la clase de tipo que los hinchas admiraban porque, a pesar de las fracturas y las lesiones, nunca salía de la cancha. Nicky Butt lo sucedió en su misma posición en 1993 y ahora, después de su retiro el año pasado, lo acompaña como leyenda del Manchester United.
Atrás de ellos venía la copa de la liga inglesa, guardada en un cofre metálico y custodiada por Jim. Jim, que se pone guantes para manipular el trofeo, ha viajado con él por Asia, Europa y América y nunca puede perderla de vista. Tanto, que cuando se sube a un avión, la copa viaja en el asiento de al lado.
Seis horas después, a las 15.30, el grupo salió a un city tour liderado por un guía llamado Leonardo que trató de encantarlos con la cara más sofisticada y elegante de Santiago. El recorrido los paseó por el Mercado Central, la Plaza de Armas, La Moneda y el Paseo Ahumada, pero lo que más le llamó la atención a los jugadores fueron dos cosas: un borracho que orinaba un árbol cerca de la Estación Mapocho y un niño sin polera que hacía malabares con una pelota de fútbol frente a la Catedral. Cuando Robson y Butt lo vieron, no pudieron evitar detenerse y preguntar si ese niño jugaba en algún club. Nadie sabía. El niño, que nunca supo quiénes lo estaban mirando, sólo agradeció cuando Butt se acercó para darle mil pesos.
Mientras caminábamos por el centro, Robson quería saber si habían buenos bares irlandeses en Santiago y Butt, que hacía su primer viaje como ex jugador y embajador del club, me dijo que le gustaba la calma de Santiago. Eso de caminar por las calles sin que lo reconocieran. Tener privacidad, dijo, era lo que más disfrutaba como mediocampista retirado.
Aunque todo eso cambiaría al día siguiente
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El Manchester United calcula que tiene 333 millones de hinchas en el mundo. Y eso es difícil de comprender hasta que uno ve lo que un grupo de cuatro ex jugadores-leyendas generan en un mall como el Parque Arauco, donde cientos de personas se apretaron para sacarse una foto con la copa inglesa o con ellos. Esto sucedió un martes a la hora de almuerzo. Nicky Butt se acordó de sus giras a Asia. "Pero allá era peor -me dijo-. Allá trataban de tirarte y sacarte la ropa".
Un poco más atrás iba Gary Neville (36), que había llegado a las 8.30 con Sir Bobby Charlton. Hace un año, cuando jugaba su última temporada como lateral derecho para el United, le pregunté a Neville qué imagen se le venía a la mente si yo le decía Chile. Después de dejar en claro que no era un ignorante y que había pasado el ramo de geografía en el colegio, respondió que los dos goles que Marcelo Salas le marcó a Inglaterra en un amistoso en Wembley.
Ahora, un año más tarde, le repetí la pregunta.
-Bueno, llevo como cuatro horas en tu país, así que la respuesta es la misma: los goles que nos metió Salas. Pero ahora sé que tienen buenos vinos. Por eso quise venir.
Durante todo ese día en que Sir Bobby no pudo pronunciar el nombre de Concha y Toro, tanto Charlton como Robson, Butt y Neville hicieron rondas de prensa, donde los reporteros les repasaban sus currículos deportivos una y otra vez, repitiéndoles lo grandes que fueron. Y cada vez que eso sucedía, los diablos viejos del Manchester United ponían la misma cara de cortesía incómoda. Porque en el fondo, como me diría más tarde Bryan Robson con una copa de sauvignon blanc, lo que más extrañan es estar en la cancha. "Una vez que te retiras, nadie te devuelve eso, la alegría de jugar. Pero no puedes lamentarte. Tienes que encontrar algo más que hacer con tu vida. Pero cada vez que un periodista te pregunta por tu pasado, tú te pones a recordar".
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Phil es uno de los guardias de seguridad del equipo. Dice que ha trabajado con el Manchester por 15 años, que tiene 51, que viaja a los partidos del primer equipo y que elige los viajes al exterior que toma. Chile era un imperdible: Phil no conocía el país ni Sudamérica.
Mientras esperamos en el patio a que los jugadores y staff del Manchester United terminan la cata privada que les preparó Concha y Toro en su viña de Pirque el miércoles, conversamos sobre lo difícil que es para los jugadores dar el salto de futbolistas a ex futbolistas.
-Hay tipos que lo toman muy bien, como Gary (Neville), porque desde antes estuvo muy metido en esto de ser embajador del equipo y participaba en actividades sociales del club. Pero ayer, cuando nos tomábamos unas cervezas, Nicky (Butt), que no está haciendo mucho, nos dijo que estaba empezando a aburrirse. Que le sobraba demasiado tiempo. No poder jugar al fútbol es un gran vacío que llenar.
Unas horas después, cuando ya los habían hecho bailar cueca con la presencia de los mineros Raúl Bustos, Juan Illanes y Samuel Avalos, un hijo de un empleado de Concha y Toro le preguntaría a los jugadores qué era lo que más extrañaban del fútbol. Nicky tomó el micrófono.
-Extraño ser parte de un equipo. Estar en un camarín, mirar a los lados y ver amigos, tipos en los que puedes confiar. Extraño la camaradería, esa sensación de que nunca vas a estar solo.
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La última actividad del miércoles era un almuerzo en la casona de la viña, en medio de un parque de 24 hectáreas. Ahí llegó la hora de dar los agradecimientos. Sir Bobby Charlton tendría, una vez más, que intentar reproducir ese nombre que le resultaba indescifrable.
Justo antes de la llegada del plato de fondo, Charlton golpeó su copa de tinto. Era la última oportunidad que tendría.
-Quiero darle las gracias a la gente de Concha y…Oh Dios, espero decirlo bien ahora, Concha y Toro. ¿Ahí bien?
-Sí- le respondió toda la mesa.
-Oh, no puedo creerlo. Creo que ahora, me puedo morir en paz.
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