Urumqi cierra sus 200 mayores mezquitas para evitar más violencia

La medida no pudo evitar protestas en los accesos a los templos, como sucedió en la Mezquita Blanca, cuando un grupo de la etnia uigur musulmana convocó una pequeña protesta que puso a prueba el despliegue militar.




Las 200 mayores mezquitas de la ciudad musulmana china de Urumqi permanecieron cerradas hoy, día de culto de esta religión, para evitar más altercados étnicos como los del pasado domingo, los peores en el país asiático en dos décadas, con al menos 156 muertos y un millar de heridos.

Sin embargo, la medida no pudo evitar protestas en los accesos a los templos, como sucedió en la Mezquita Blanca, cuando un grupo de la etnia uigur musulmana convocó una pequeña protesta que puso a prueba el despliegue militar.

Otro tanto sucedió en la mezquita de Döng Körük, en el epicentro de la violencia, donde unos mil uigures consiguieron finalmente acceder al templo para orar, después de pasar la semana escondidos en sus casas debido a los linchamientos que sufren por parte de la etnia mayoritaria china Han desde el martes.

Los chinos han acusan a los uigures de haber provocado la matanza del domingo, tras la cual fueron detenidos más de 1.400 uigures, mientras que éstos, que reconocen que hubo miembros de su etnia que atacaron a chinos, dicen que la mayoría de muertos se produjeron por la represión policial china.

La protesta devino violenta después de que un grupo de estudiantes uigures organizara una marcha para criticar la pasividad de Pekín por el linchamiento y la muerte de dos miembros de esta minoría en el sur de China.

Según testigos presenciales, los cuerpos antidisturbios desplegados hoy en la Mezquita Blanca detuvieron a varios de los uigures que protestaban por su cierre, mientras que en la de Yang Hang, la mayor en la ciudad, con capacidad para 3.000 devotos, las autoridades informaron del cierre "por la seguridad del público".

Quien quiera cumplir con el "salah" o rezo, uno de los cinco pilares del Islam, que lo haga en casa, venían a decir las notas pegadas en los muros de las mezquitas, cerradas toda la semana.

El cierre hoy de los templos aumentó la tensión entre la minoría uigur, ya que otras mezquitas de menor tamaño frecuentadas por la minoría Hui, de rasgos similares a los chinos pero musulmanes, sí permanecieron abiertas.

La confusión, el caos de datos y las acusaciones mutuas continúan en medio de lo que las autoridades chinas aseguran que es una vuelta a la normalidad, forzada gracias al despliegue de más de 20.000 efectivos policiales y militares.

Los grupos uigures en el exilio aseguran que el número real de víctimas es de hasta 800.


APARENTE NORMALIDAD
La capital de la provincia musulmana china de Xinjiang está bajo la ley marcial desde el lunes, y el toque de queda al tráfico, que se imponía cada noche, se levantó en la madrugada del jueves.

Aunque ayer la ciudad había vuelto a una aparente normalidad y los uigures empezaban a salir de nuevo a la calle a instalar sus puestos de frutas y verduras y a reparar los destrozos causados por los Han, la protesta de hoy demuestra la fragilidad de esta "paz".

Los chinos salieron el martes al unísono a la calle a pesar del corte de comunicaciones como internet, la telefonía fija o los mensajes de texto de móviles, armados con palos e incluso armas blancas, con los que atacaron los negocios uigures y lincharon a sus miembros en venganza por la violencia del domingo.

Hoy el Buró de Asuntos Civiles de Urumqi informó de que "las familias de civiles inocentes muertos el domingo" recibirán una compensación de casi 30.000 dólares por fallecido.

Xinjiang, una región del tamaño de Europa Occidental poblada por centroasiáticos, caucásicos, chinos y turcos desde hace siglos, es junto al Tíbet uno de los polvorines étnicos del oeste de China, pero irrenunciable para la tercera potencia económica por su riqueza en petróleo y otros recursos naturales.

"Estas protestas, como las del Tíbet de hace 18 meses, reflejan el fallo profundo de las políticas étnicas de Pekín", señaló hoy Nicholas Bequelin, investigador de la ONG de derechos humanos Human Rights Watch, quien añadió que "los uigures, como los tibetanos, tienen una historia, cultura, religión e idioma distintos del resto de China, formados en un anillo de oasis de la Ruta de la Seda".

Tras alternar siglos de independencia, invasiones y protectorados chinos, las tropas comunistas entraron en la región en 1949 y desde entonces el número de colonos, emigrantes pobres procedentes de otras áreas chinas, ha pasado de un 6 a un 40 por ciento de 20 millones de xinjianeses, señala Bequelin al explicar el conflicto.

Los uigures, de origen turco, han visto en las últimas décadas cómo un buen número de chinos han, pero no todos, aumentaban su prosperidad, mientras que la mayor parte de la etnia local vive en la pobreza y apartada del milagro económico chino.

El conflicto étnico se extiende por toda la región, ya que las autoridades en Kashgar, la segunda ciudad en importancia, están pidiendo a los extranjeros que se vayan por su seguridad, explicó una estadounidense residente en China, mientras que los chinos han están abandonando la región por tren y por avión.

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