Columna de César Barros: Basura regulatoria
En los años 60/70 se desarrolló por parte de los profesores MacKinnon y Shaw (Stanford University) el concepto de “represión financiera”: la mala regulación/sobrerregulación que ahogaba el desarrollo financiero de países en desarrollo, y con eso su crecimiento. Una asesoría de ellos al gobierno de Corea del Sur en los 60, llevó a ese gobierno a liberalizar las tasas de interés, reducir los encajes a los bancos, terminar con las cuotas dirigidas del crédito, y al uso y abuso de éste por parte del Fisco. Desde entonces, Corea del Sur no ha dejado de crecer y desarrollarse, con un mercado financiero potente que respalda a sus industrias y a sus exportaciones.
En el Chile de hoy asistimos a una verdadera “represión de la inversión” sobrerregulada por decenas de entidades y leyes que se entrecruzan e impiden llevar a cabo importantes proyectos. Los ejemplos son infinitos: Paposo de Colbún, Altos de Tablaruca, Statkraft, Alicante Albatross, Newen Kurfürstendamm, Itahue-Hualqui, mil concesiones/relocalizaciones de centros de cultivo de salmón, y podría seguir “in aeternum”. Las cifras de la última década y de este año en particular lo avalan.
Inicialmente los economistas consideraban buena la regulación que impedía la libre competencia: los carteles de precios, las posiciones abusivas. También los daños a terceros: polución, congestión, etc. Pero luego otra escuela de pensamiento (public choice) sostuvo que reguladores y políticos eran cooptados por grupos de interés y por los propios regulados, en contra del bien común, en busca de mayor poder (los burócratas) o de “bolsones de votantes” (los políticos) y de mayores utilidades los grupos regulados, lo cual ponía en duda las bondades de la regulación.
Ahora, con cientos de grupos de interés presentes, y una gran dispersión de partidos políticos, los “bolsones de votos” se han multiplicado en forma exponencial: animalistas, verdes, ecologistas, notarios, conservadores de bienes raíces, feministas, pueblos originarios, grupos de vecinos, arquelogistas, etc, etc,: a cada uno le han “regalado” una ley y/o norma que impide alguna actividad económica. Cientos de regulaciones “ad hoc” para conquistar a esos grupos específicos. Y así estamos llenos de “basura regulatoria” que impide o demora “sine die” las inversiones. Si estas regulaciones hubieran estado vigentes desde antes de los 90, no tendríamos las carreteras que hoy tenemos, tampoco existirían las industrias del salmón, de la madera y de la pesca. La minería seguiría siendo solo Codelco y algo más. O sea, una vuelta de golpe y porrazo a los 70.
Chile no soporta más regulaciones cruzadas, inconsistentes y anuladoras de la inversión, que es la base del crecimiento y del desarrollo, porque “bolsones de votantes” han cooptado al Parlamento, a los jueces, a los ministerios, y hasta a la CGR. Y por eso no crecemos: no es el Banco Central, es la regulación asfixiante.
Y por eso no es cosa de ponerle un parchecito aquí y otro parche allá. Chile necesita cirugía mayor. Y si no la hacemos y les mantenemos los “regalitos regulatorios” a cada grupo de interés que ha aparecido, o está por aparecer, seguiremos, como dice Jorge Quiroz, con desesperanza, en la frustración y la decadencia. Hay que botar de un golpe " la basura regulatoria”.
Por César Barros, economista