Columna de Gabriel Alemparte: Fondue en Ginebra, la receta para una mala reforma de pensiones

Foto : Andrés Pérez


Suiza es un país destacado por su orden y eficiencia, famoso por la precisión de sus relojes y su gente. Ese ambiente podría haber contagiado a los parlamentarios y miembros del gobierno, que participaron la semana pasada en la Asamblea de la OIT en Ginebra, para llegar a buenos acuerdos ad-portas de lo que ocurrirá en el Senado en reforma de pensiones. Pero las aguas no parecen tranquilas, ni menos precisas, ni en el reciente viaje, ni tampoco en Chile sobre este tema.

Pareciera que el gobierno aún no lee que en la Cámara de Diputados el proyecto fue aprobado para su discusión en general, y rechazado en particular, en las formulas propuestas para el destino de los fondos. En definitiva, el proyecto pasó en una carpeta vacía al Senado con la misma reforma desechada.

En Chile las declaraciones del senador Ossandón en un programa de TV abrieron el fuego cuando admitió que en un acuerdo de pensiones existirá “algún grado de solidaridad”. No ahondó en detalles, si ello significaba tocar el 6%, pero el único destino plausible que sea distinto a que los fondos se vayan íntegramente a las cuentas de los chilenos es que, con parte de la cotización, se cree un seguro de longevidad que aumente inmediatamente las pensiones de los actuales jubilados. Si fuese éste el camino podría analizarse. Lo que nadie ha logrado demostrar es que tan caro será ese seguro de longevidad y como se financiara. El gobierno quedó de presentar propuestas, y por cierto, no lo ha hecho, pues obtusamente desea seguir adelante con su agenda e insistir, incluso amenazando por medio de sus diputados, con retiros de no llegarse a acuerdo.

Pero Ossandón fue incluso más allá –como suele hacerlo- “Tenemos un deber moral de avanzar”, “salir de este Gobierno, sin esa reforma, me parecería un pecado mortal, estoy porque prime el bien común aunque sea dentro de este Gobierno, aunque sea con Boric, que no me gusta, se resuelva este problema”.

Lo del pecado y las razones morales prefiero, a diferencia de Ossandón, dejarlas fuera para pensar políticas públicas. No por nada, afortunadamente tenemos un Estado laico, pero por laico que es, es necesario también plantear soluciones que si buscan generar “solidaridad” lo hagan mediante rentas generales o mecanismos alternativos. Esto no es sólo un tema político, ni la disputa se lleva en esa cancha, dado que son los ciudadanos los que persistentemente han demostrado (véase la encuesta que se quiera) que prefieren seguir siendo dueños de sus fondos y entregarlos a la administración que mejor les parezca. Tampoco puede ser el cambio que algunos esperan, para conceder esta reforma pactando tácitamente que el gobierno desista de una reforma tributaria, eufemísticamente llamada “pacto fiscal”.

La forma y destino de una reforma de pensiones es matemática pura, siempre veremos el efecto de la manta de avión, esa que siempre es corta y si no nos tapa los pies, nos dejará la cabeza fuera o viceversa. Por eso, las soluciones deben ir más allá de la política. El gobierno con el rechazo particular de la reforma en la Cámara, de manera obtusa volvió a insistir en el Senado con la misma reforma, sabiendo que los votos no están.

¿Pero no están?. Al parecer, y según lo que se pudo ver de las postales en redes sociales de quienes asistieron, lo que comenzó a cocinarse en Suiza o en Santiago, más allá de Jara y más cerca de Marcel, es que podríamos estar asistiendo a la misma cocina de siempre y eso preocupa cuando se dispone de los fondos de los chilenos.

Por un lado, los senadores de oposición Moreira y Galilea siguen mostrando un afán por ceder, tentados como si hubiese una deliciosa fondue de queso suizo en la mesa. En este caso, han sido varios los que se han abiertos desde la oposición a una distribución 4-2 o 5-1; otros, lo han hecho incluso desde el Socialismo Democrático. “Un senador que se llama progresista propuso un 5-1″ sostuvo el diputado Jaime Araya, un PPD moderado anticipando que si no flota el 6-0 en la Cámara jamás lo hará la formula de 5-1, fustigando de entrada la propuesta de su correligionario Ricardo Lagos Weber; todo ello, sin ninguna evidencia que demuestre que tener puntos más o menos de cotización para reparto establezca un sistema sostenible en el mediano plazo.

La pregunta de fondo es cuánto porcentaje de nuestras cotizaciones esta la derecha, el centro e, incluso, parte del socialismo democrático, dispuesta a apostar para que el Estado lo administre a su antojo. Porque eso es lo que sería el “seguro social” en su esencia: un ente nuevo, que exigirá recursos estatales que hoy no se tienen, y que facilitará la participación de entidades estatales sobre el mercado de capitales chileno. Esta semana, el economista Claudio Bonilla -quien dedicó un estudio especialmente a la reforma del gobierno- puntualizó en la Comisión de Trabajo del Senado los múltiples riesgos a que el Estado tome control sobre los ahorros de los afiliados. Por otro lado, sin los votos sobre la mesa, la economista Andrea Repetto, más cercana a Marcel que a Jara espetó un “la derecha debe olvidarse del 6-0, o no habrá reforma”.

La pregunta no es sólo política, discrepo con Ossandón, no se trata de moral o de cuándo y en qué gobierno este tema se solucione. Lo importante es que el gato sea gato y cace ratones, esto es que la “fondue” propuesta no sea un plato que nos atragante a todos los chilenos para la estatización de fondos que finalmente no sepamos donde irán a parar, que horaden el sistema financiero y de inversión.

En mi opinión el mensaje es claro: No debemos dar puntos de cotización a ninguna instancia que implique reparto y menos si quien administra es un ente estatal. Es pavimentar el camino hacia una situación regresiva desde el punto de vista económico. Primero será un 1% o 2%. Mañana cuando el dinero no alcance para pagar los beneficios definidos en la ley debido a la pirámide demográfica de Chile (que no es distinta a la de los países de Europa donde el reparto está en vías de extinción), serán 5% o 10% los que tendrán que destinarse al “seguro social”, la puerta quedará abierta paulatinamente a un camino que hoy corre devuelta en el mundo.

¿Cómo va quedando esta fondue suiza entonces? La Ministra Jeanette Jara, quizás avizorando que a la receta le faltan condimentos para que vea la luz, aviva el fuego en una entrevista, echándole la culpa al empedrado (los “otros”); esto es, si la reforma no termina siendo aprobada durante la actual Administración, la culpa será para los de siempre: la oposición, el obstruccionismo, el poder omnímodo de las AFP y un largo etcétera de teorías conspirativas. Pero por cierto, y como siempre bajo el mando de este Gobierno, la culpa no será reconocida: Es la intransigencia del gobierno, el que con suerte supera el 30% de aprobación en las encuestas y no goza de mayoría en el Parlamento y, en este tema, su posición está por lejos de ser la mayoritaria en las encuestas.

Al lanzar esos dardos la Ministra no comprende que una reforma al sistema previsional se sustenta mediante pactos sociales de amplio alcance y que gocen con apoyo mayoritario. Eso implica que si hubo negociación en Suiza o en Santiago, o donde sea, tiene que tener dentro de sus parámetros que los puntos extras de cotización vayan a las cuentas individuales, borrar el “seguro social” y subir las pensiones actuales con PGU u otros mecanismos financiados con impuestos generales.

Los chilenos no podemos seguir pagando más impuestos indirectos al trabajo, y para que sumar la permisología o la inseguridad, que afectan claramente la inversión. El camino es el crecimiento económico y buscar impuestos directos y generales que apunten al aumento de la PGU como instrumento de solidaridad.

Sin eficiencia y crecimiento económico, la recaudación será más compleja y mayor la tentación a aumentar el destino de cotizaciones a un fondo social, que de social tendrá poco y de sin fondo mucho. Baste solo revisar cómo la última operación renta disminuyó en un 10% la recaudación impositiva en medio de una crisis que los chilenos sienten día a día. Por eso, todo lo demás son cargas, que más que buscar evidencia y eficiencia buscan ideológicamente dar cuenta de lo que la vocera Vallejo señaló hace unas semanas como una promesa incumplida del Gobierno: “acabar con las AFP”, como si esa fuese la solución a todos los males.

Tomando la palabra de Ossandón y –según corre en pasillos del poder de los Senadores Galilea y Moreira- no implica necesariamente entregar una victoria en bandeja al gobierno en un año de elecciones, algo que sería a todas luces inexplicable, más aún con una mala receta que sólo terminará perjudicando las pensiones de los chilenos y no solucionando el problema de fondo. Seamos serios, esto no se trata de quien gana o pierde elecciones, los líderes de verdad piensan en la próxima generación y no en la próxima elección, como pareciera que muchos lo hacen.

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