Columna de Gabriel Alemparte: Reforma de pensiones, las urgencias pasan, las...
Hay apuro, de eso no hay duda, llevamos casi una década en ello, pero como bien dijo un líder empresarial, la urgencias pasan, agregando de manera castiza “las cagadas quedan” (la frase no es mía para no herir susceptibilidades). Ya a estas alturas, reforma educacional, reformas tributarias varias que ahogan a la clase media y las PYMEs, cabe preguntarse si la frase -exabrupto mediante- no se transformó en una triste realidad a la hora de la creación de política pública. Un serio ex constituyente del primer proceso, otrora alto funcionario y puntilloso parlamentario, me contaba que en medio de la mejor demostración del exceso y la locura que hemos vivido estos años -ese circo paroxista de cancelación que fue la primera Convención Constituyente- una convencional de la Lista del Pueblo, ante una demostración de evidencia empírica de dicho constituyente, le espetó un “compañero, la evidencia es oligárquica”. El mejor tono del debate al que también nos hemos acostumbrado a la hora de hacer políticas públicas en el Congreso en los últimos años.
Sin duda, apremia zanjar la situación de tantísimos pensionados a quienes sencillamente no les alcanza. Apura que los jóvenes que han comenzado a trabajar en estos tiempos convulsos tengan una mejor base para ahorrar en un futuro que cada vez se complejiza más, por cierto.
La reforma previsional debería apuntar a lo anterior. Más allá de las consabidas deficiencias que existen en la propuesta del gobierno, la discusión parece estar un día cerca de un acuerdo y, al otro, otra vez al borde del despeñadero. Ante este escenario, es una completa irresponsabilidad ponerle un plazo perentorio a los senadores de la Comisión de Trabajo para que voten -como si estuvieran entre la espada y la pared- un proyecto que de contenido tiene poco y de acuerdos, nada. Recordemos que lo que pasó de la Cámara al Senado en el verano último, fue sólo la idea de legislar en una carpeta vacía de elementos para una reforma tan compleja.
La ministra Jara, secundada por la vocera Camila Vallejo, son quienes apuntalan y pisan el acelerador, con sus declaraciones llevándolas al límite de querer demostrar, o bien consignar, que si la reforma no se resuelve, no será por un proyecto de mala factura del gobierno, cuya única promesa “ideológica” era la “profunda idea” de ser “la tumba del modelo”, a través del fin de las AFP. Incluso, ad portas de la última cuenta pública, la vocera lo confesó aun con desparpajo, ese que campeó en esa Convención donde, “compañero, la evidencia era oligárquica”. A veces, lo que se busca dejar “para el acta de la historia” es que si la reforma no se aprueba, lo que se pretende es tener a quien culpar; los mismos de siempre:, las AFP, el modelo, los empresarios, la configuración planetaria, alguna teoría del complot, por último al imperialismo o la CIA o “j’ueron los pacos” (ya uno se acostumbró a todo).
Quienes conocemos el trabajo legislativo sabemos que es imposible votar un proyecto sin compromisos de indicaciones sobre la mesa, ni acuerdos, y sin esperar siquiera los resultados o un informe de la Mesa Técnica que el propio Ministerio del Trabajo acordó formar. Por lo demás, ya estamos en julio, y no se han escuchado más que grillos de las promesas que la ministra Jara realizó en enero -a mi sector- los partidos de centro que aprobaron en general el proyecto de reforma en la Cámara de Diputados. ¿Dónde está el estudio encargado a la OCDE sobre seguros de longevidad? ¿Dónde está la propuesta en ese sentido que se le prometió al Partido Demócratas con el fin de asegurar los votos? Supuestamente, iba a estar listo en mayo, pero no lo hemos visto, no se ha escuchado palabra del mismo, y así y todo, la ministra Jara ha buscado avanzar a matacaballo con su mala reforma.
Creo que detrás de este apuro hay otra explicación. Hace una semana, la secretaria de Estado admitió que las elecciones de alcaldes, concejales y gobernadores regionales eran motivo de atención, ya que votar la reforma con cercanía a esa fecha suponía una ralentización en las labores del Congreso. Más allá del consabido efecto electoral que implica un accionar intenso por parte de los partidos políticos, los municipios y gobernaciones no pueden hacer cambio alguno en materia previsional. ¿Acaso pretende la ministra -en sus legítimos intereses- apostar por una elección parlamentaria? De ser así, aquello la obligaría a dejar su cargo actual en octubre próximo. Eso podría explicar su insistente apuro. Es poco probable que se vote dentro de este mes en la Comisión de Trabajo del Senado. ¿Qué se debe zanjar? El 6% de cotización adicional debería ser destinado a cuentas individuales, en virtud de la rentabilidad y de valorar la capacidad de ahorro que compromete cada trabajador. Se han reportado avances desde la centroderecha de ofrecer un porcentaje de esta cotización adicional como un aporte (o préstamo) intergeneracional, transitorio, a las mujeres del cuarto y quinto quintil que tienen las peores tasas de reemplazo. Es como si de verdad no hubiésemos aprendido nada en 40 años. ¿Olvidamos ya acaso el carácter transitorio del impuesto a los combustibles, que, supuestamente, iba a ser utilizado para la reconstrucción de Chile tras el terremoto del ´85, impuesto que todavía pagamos hoy?
¿Acaso la centroderecha, pero también desde el centro que configuramos, vamos a “pisar el palito” una vez más y adoptar un mecanismo que de transitorio no tendrá nada y será un aporte de todos los trabajadores al Estado para que lo administre a su gusto? ¿Alguien reparó en que el Estado no sabe siquiera cuantos trabajadores trabajan bajo su dependencia, o que el fraude de las Fundaciones ligadas al oficialismo, es tres veces, sí, tres veces el fraude de Carabineros? ¿Existe algo transitorio en Chile que no se convierta en permanente? ¿A ningún político le temblará la mano el día de mañana para solicitar que este porcentaje que se aporte (o se preste) aumente en el futuro al doble para hacer frente a cualquier nuevo desafío de nuestros jubilados futuros? Los tendrán, dado la crítica situación demográfica de nuestro país donde, a 2070, tendremos casi un trabajador activo por dos jubilados. En resumen, a nadie le conviene apurar la votación sobre la reforma de pensiones en estos momentos. La única que se ve beneficiada es la ministra Jara, que podrá mostrar un avance -aunque sea pírrico- de su reforma, y patear para adelante, al que venga, el problema que arrastraremos.
El camino debe ser tomarse el tiempo necesario para que gobierno y oposición lleguen a acuerdos serios y en beneficio de los chilenos de hoy como los del futuro. Para eso, falta tiempo para estudiar alternativas como el seguro de longevidad, que ha propuesto Demócratas con firmeza como opción real. Si es necesario esperar hasta después de las elecciones, más allá de octubre, quizás con la ministra Jara fuera del Gabinete, entonces habrá que hacerlo, en pos de avanzar en una reforma que mejore las pensiones de verdad. El apuro actual sólo pavimenta el camino hacia una mala reforma, una que sólo le traerá réditos de corto plazo a un gobierno escuálido en logros, para endosar el problema al que venga. Los que vengan, parecen tener apuro en sacarse el problema que heredarán.
A este paso, es cuando las urgencias pasan, y ya sabemos lo que pasa…
Por Gabriel Alemparte, abogado.