Columna de María José Naudon: Amnesia selectiva del oficialismo

Foto: Mario Tellez


Hace unos días, la vocera subrogante, Nicole Cardoch, afirmó no recordar que hubiera habido enfrentamientos directos entre Carabineros y su sector político durante el estallido social. Su declaración no solo distorsiona la memoria histórica reciente, sino que también intenta construir una narrativa conveniente que, con total desfachatez, suaviza las enormes tensiones del pasado. La ministra Etcheverry salió al paso, tratando de justificar lo injustificable. Alegó que la autoridad no estaba haciendo una evaluación histórica del proceso, que la crítica no equivale a contradicción y que esta forma parte natural del ejercicio democrático. Sin embargo, las palabras de Cardoch dejan en evidencia la dificultad de enfrentar el pasado (o la conveniencia de olvidarlo) cuando se ha desacertado tanto.

La amnesia voluntaria no solo ocurre en política, sino es un tema fascinante en la literatura. Aparece en clásicos y grandes novelas, explorando la capacidad de los personajes para negar u olvidar aspectos de su pasado. En Crimen y castigo, Raskólnikov busca, a través del olvido, escapar de la culpa de su crimen y liberarse de su tormento interior. En La peste de Albert Camus, los habitantes de Orán caen en una especie de amnesia colectiva frente al sufrimiento de la plaga, negando la gravedad de la situación hasta que se ven forzados a confrontarla. Este mismo impulso de olvidar o negar el pasado también se encuentra en la Ilíada, donde héroes como Aquiles luchan por dejar atrás las consecuencias de sus acciones en el campo de batalla, eligiendo el olvido de su ira y los conflictos internos para centrarse en la gloria.

Entonces hagamos memoria. Gabriel Boric, en su rol de diputado, fue de los primeros en expresar su indignación contra Carabineros. A raíz de la muerte de Francisco Martínez en Panguipulli, Boric no tuvo reparos en calificarlo como un hecho que “debe indignar a todo Chile y el mundo”,añadiendo una dura condena con un “basta por la chucha!”. Boric no dudó en calificarlo como un brutal asesinato (hoy sabemos que la Corte Suprema ha decretado sobreseimiento definitivo, por haber actuado el imputado en legítima defensa propia), al tiempo que calificaba al gobierno de Sebastián Piñera como “cómplice activo de esa locura”. Lo mismo ocurrió cuando el entonces diputado cuestionó duramente la caída de un manifestante al río Mapocho; “esto es un intento de asesinato, quienes lo hicieron son criminales, y quienes lo defienden cómplices”, escribió el 3 de octubre de 2020. Pocos días después sostuvo “En enero propusimos reforma profunda a Carabineros. El gobierno no puede seguir ignorando su crisis. Carabineros debe ser intervenido ya, no pueden seguir matando”.

Algo similar ocurrió con Camila Vallejo, Nicolás Grau, Antonia Orellana y suma y sigue.

Habrá quien ponga énfasis en el cambio que estos personeros tuvieron al llegar al gobierno, cosa que es cierta y conveniente para el país, pero no es posible olvidar que esas críticas desmedidas, esas palabras inflamatorias, tuvieron consecuencias gravísimas. Desde las amenazas a la estabilidad de las instituciones hasta el aumento de la violencia y la inseguridad. Restar importancia al debilitamiento de las fuerzas del orden, como si se tratara solo de un ejercicio académico, es un lujo que el país no puede permitirse. La seguridad y el orden público son pilares de cualquier democracia.

La evolución es positiva, la amnesia selectiva -o, peor aún, el negacionismo consciente- no lo es. La política no es un ejercicio de olvido conveniente, sino que exige aprender de los errores y mirar al futuro con responsabilidad; jamás con amnesia ni con ceguera.

Por María José Naudon, decana Escuela de Gobierno, UAI.

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