Columna de Natalia Piergentili: 8M, yo te quiero libre
Lamentablemente en este siglo ser mujer sigue siendo más complejo que ser hombre a la hora de poder elegir en libertad o sencillamente, en igualdad de condiciones, los proyectos de vida que uno desee. No ahondaré en los muchísimos y serios estudios que evidencian las brechas de género, que las cuantifican y que explican el por qué se producen. Lo que si me importa es reflexionar sobre aquellos factores que las cifras no pueden explicar, que son básicamente los sesgos inconsecuentes y los imaginarios culturales, los que parecen estar tatuados, trasmitiéndose de generación en generación y que, a pesar de los avances, su evolución es mucho más lenta y compleja.
Lo primero es señalar que los temas de “genero” y sus inequidades no son un tema solo de las mujeres, muy por el contrario, el que aún no accedamos a ciertos espacios académicos, científicos, políticos, empresariales entre otros, le resta al país de contar con inteligencia y talento que sin duda haría de Chile un país con más ingresos, con mejor política, y con mejores investigaciones, ya que aunque muchos no lo entiendan, la inteligencia está democráticamente repartida y el hecho de que no esté todo ese potencial al servicio de la sociedad es una pérdida invaluable.
Nuestro país aún tiene mucho rezago, por ejemplo, en el reconocimiento legal de la corresponsabilidad parental, ya que, a pesar de los avances, el derecho a sala cuna sigue ligado al trabajo remunerado de la madre por lo que existe un evidente desincentivo a la contratación de mujeres porque somos más “caras”. Siendo que además no nos autorreproducimos y la natalidad es un valor para la sociedad, junto con señalar que han sido mayoritariamente los hombres quienes históricamente han decidido sobre nuestros cuerpos y sobre el derecho a decidir sobre estos. En ese debate nos llenamos de abalanzas al rol y al valor de la maternidad, pero a la hora de cargar a toda la sociedad el costo del cuidado quedamos al descampado.
Por ello, también es de esperar que el Programa Nacional de Cuidados que está en formulación no perpetúe el rol de las mujeres en esa tarea. Es deseable que a quienes se cuidan que son especialmente niños, ancianos y postrados, cuenten con una oferta pública integral y digna, que cubra sus necesidades de salud y recreación y que la política no se limite solo al pago de las mujeres de la familia que cumplen hoy ese rol de manera esforzada postergando sus proyectos de vida.
En el sector económico es imperativo incorporar más mujeres a los espacios de toma de decisiones de empresas públicas y privadas, no solo por los innumerables estudios que acreditan como aumenta el PIB del país y el estado de resultado de las empresas, sino porque también debemos afirmar que no somos la cuota de habilidades blandas, de diálogo o de conciliación que las empresas necesitan, sino que somos simplemente un porcentaje del talento que no está presente y que se requiere incluir tomando en cuenta además del género, la expresión de la diversidad de este, en pensamiento, creencias, experiencias vitales etc. No solo más mujeres sino más mujeres diversas.
En la arena política también es sabido que los horarios, la duplicidad de roles y de jornadas que cumplimos hace que seamos pocas las valientes. Pero cuando pasamos esa primera barrera viene otra invisible pero maciza que es la forma en que se nos evalúa. No es recomendable que hablemos duro y menos en lenguaje poco coloquial, así también, pese a los esfuerzos de muchos partidos políticos que, por conveniencia o convicción han integrado estos temas como parte del debate, este sigue siendo un tema de nicho, que no es para muchos comparable con otras desigualdades sociales sobres las cuales si hacen propuestas o las declaran de manera vehemente como inaceptables.
El camino es largo, la responsabilidad de quienes podemos ser una voz es grande, pero la convicción de que ese tatuaje donde se determina el rol, el lugar, los colores que usamos, las cosas a las que jugamos, las carreras que estudiamos y el comportamiento social que se espera de nosotras, debe ir desdibujándose para que mi hija y todas las niñas puedan elegir. Esa si es libertad.
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