Columna de Natalia Piergentili: Cuando no es pascua en diciembre
Recuerdo que cuando pequeña frente a un hecho que era previsible, pero que no era correcto mi abuela con mucha ironía decía “Cuando no es pascua en diciembre” ya que pese a que lo que sucedía era algo esperado y dejaba de generar sorpresa, era algo que producía molestia, rabia y también lamentablemente resignación.
Este dicho ha venido a mis recuerdos a propósito de las filtraciones de las declaraciones de diversos imputados y testigos en el denominado caso convenios. Lo preocupante de esto es que se mediatice el proceso, lo que no significa no estar absolutamente de acuerdo con el deber y el derecho de ser y estar informados, sino más bien, la preocupación por el juicio mediático que se va construyendo y que no necesariamente coincide con lo que finalmente determina la justicia.
Sobre este último punto también es preocupante el que legítimamente podamos preguntarnos cuánto de la temperatura que se genera en la opinión pública, la que sin duda se alimenta también de las rabias cotidianas, de promesas incumplidas, y de desazón por todos los enormes y angustiantes pendientes sociales que tenemos, pueda influir en la performance de fiscales y otros actores. Figuras que ven en estas investigaciones una oportunidad de hacer justicia, por cierto, pero también de un minuto de fama.
El juicio público y mediático siempre está en los titulares mientras que los fallos y sentencias se escriben en espacios pequeños, casi cerca de la página de obituarios. Con esto solo manifiesto mi legitima preocupación por que recuperemos la confianza en las instituciones de la justicia y no estimulemos las filtraciones como herramientas de las investigaciones, porque inmediatamente me pregunto: ¿quién las hace? ¿con qué objetivo? ¿qué cobra? o ¿cómo lo retribuyen? por el favor concedido. Porque la culpabilidad, la determinación de delitos y las penas, son prerrogativas de la institución que como sociedad nos hemos dado para aquello.
Creo con vehemencia que los sentenciados por la justicia deben obtener las penas que el ordenamiento jurídico ha dado, como por ejemplo la cárcel. Pero con la misma vehemencia me niego a resignarme a los juicios mediáticos, no porque tenga algo contra la publicidad que se les da, sino porque no son justos, porque no hay debido proceso, no hay defensores ni pruebas, hay solo titulares, y frases de uno y otro lado para obtener un likes de más.
Tenemos que dejar de caer en la tentación de la revancha, de ver esas oportunidades pequeñas para dar un golpe de ventaja pasajera, porque donde debemos poner el foco es en los incentivos, en contar con procesos medibles, auditables y probos, ya que la falta de ética y de probidad están democráticamente repartidos en toda la sociedad y eventualmente destacan cuando aparecen en un sector político, o en una empresa, o en otras instituciones, pero mañana las tendremos en otro lugar.
Por ello, no podemos desviar el foco, debemos procurar atacar con la misma visibilidad las causas habilitantes de malas prácticas y transgresiones, junto con el deber de fortalecer las reglas que, como sociedad, vamos a acordar para combatir todo tipo de delitos donde sea que se presenten, se denuncien, se investiguen y se juzguen como tal en donde corresponde.
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