Columna de Natalia Piergentili: Las palabras se las llevó el viento
Dar la palabra es el compromiso que se adquiere y que no está condicionado a cambios en el contexto, ya que se entiende que los acuerdos se toman con buena voluntad, con perspectiva, suponiendo la mejor versión o comportamiento del otro.
En el caso de la UDI, a propósito de su actuar en la votación de la presidencia del Senado, parece que los incentivos superaron la moral y la ética. ¿Hubiese pensado aquella UDI de los 2000, esa que se comprometía y todas sus bancadas actuaban en consecuencia que, 20 años después, eso que era un valor institucional de ese partido al cual se le podían criticar muchas cosas, pero que cuando se comprometía, aquello tenía un valor cercano a una ley, ahora no era confiable?
El problema es que cuando la confianza se pierde ocurre de golpe y no se recompone, o si se logra, siempre será a medias, ya que cada tanto se revisarán los archivadores donde aquel acto quedó guardado como un trago amargo.
Una de las cosas que agravan lo sucedido en este caso en particular es que, sumado al no cumplimiento, hubo falta de coraje para hacerse cargo de los verdaderos motivos. Si la definición era a todas luces romper el acuerdo, por qué no sincerar que, tanto el rebaraje de las fuerzas y las nuevas alianzas, como la mayoría eventual resultante de aquello, determinó su no cumplimiento. Por el contrario, optaron por buscar como excusas procedimientos y minucias revestidas de una importancia sagrada, para de esta manera creer que el deshonrar un acuerdo podía no tener consecuencias.
Distinta fue al menos mi experiencia negociando con la UDI y la derecha en el pasado acuerdo para un nuevo proceso constitucional, donde la buena fe y un interés mayor fueron la motivación y como resultado se escucharon argumentos, posiciones y, en lo personal, conocí personas que he aprendido a respetar en la diferencia. Como resultado de los principios que nos convocaron, la tónica fue, a diferencia de cuando las agendas son de ganancia corta, un diálogo centrado en el valor de la palabra y en la honorabilidad de las acciones.
Más allá de las consecuencias evidentes que estos sucesos tendrán, como la dificultad para volver a establecer un diálogo en la Cámara Alta, o la pugna por revisar la composición de las comisiones, lo más complejo es que esto puede ser un factor de polarización, de demora o peor aún, trabar reformas en carpeta que son de profundo interés y necesidad para la ciudadanía. La discusión tarde o temprano se retomará, pero con el fantasma de la desconfianza, del daño reputacional que tanto cuesta revertir y por, sobre todo, con el riesgo de que aumente la polarización la que solo trae decadencia, inacción y frustración.
Natalia Piergentili, expresidenta del PPD.