Columna de Natalia Piergentili: Se hará justicia

Manuel Monsalve.
Foto: Catalina Batarce / La Tercera


“Se hará justicia” fue una serie de televisión norteamericana que se emitió también en nuestro país desde mediados de los 80 hasta mediados de los 90. Se trataba de un drama judicial en el que se abordaban una gran variedad de conflictos, reflejando así las distintas opiniones y posiciones respecto a muchos temas diversos.

Los protagonistas de la serie eran los miembros de un prestigioso bufete, y en cada episodio se presentaban uno o dos casos judiciales, tanto penales como civiles, que los abogados preparaban y después se mostraba el desarrollo del juicio, con sus repercusiones en los implicados, hasta el fallo final. Recordé esta serie porque, pese a los elementos emotivos que condimentan a un programa de televisión cada capítulo, dejaba la sensación a los televidentes de que “la justicia” o lo que la audiencia valoraba como “justo” imperaba en los desenlaces de los casos, más allá de las características sociales, raciales, y/o emocionales de cada uno de los que estaban en el estrado.

Qué importante sería entonces dejar de escuchar las frases que inundan por estos días las redes y los medios de comunicación como: “Me alegra ver a Kathy Barriga esposada, pero debieron ponerle el chaleco amarillo” o “al fin han tomado detenido a Monsalve luego de un mes en que caminaba tranquilo por la calle”.

Lo que debería generar satisfacción no es lo morboso de cada caso, de saber cómo recibieron a Barriga en su primera noche detenida, o quién le dio un abrazo, o si Monsalve, luego de su formalización, quedará en prisión preventiva, dónde esta se haría efectiva, o si el marido de tal o cual se enroló para las visitas a los centros penitenciarios. Lo que debería darle tranquilidad a la opinión pública y a los medios es que frente a estos u otros hechos de alta connotación pública, tanto la labor investigativa de las policías, como la acción de los fiscales, han permitido constatar que estamos en procesos donde mediante la aplicación de la ley se ejercerá “Justicia”.

Por otra parte, no me gusta la política que, a propósito del caso Monsalve, impugna, caricaturiza y cancela al feminismo, invisibilizando su aporte como un principio relevante y orientador de las políticas de gobierno y que además se ha materializado en avances sustantivos, como la ley de los “papitos corazón” y las leyes antidiscriminación.

Tampoco me gusta la política del empate, donde el foco está en sacar cuentas para atacar al sector del frente, señalando que es allá y no acá donde hay más estiércol. Esa me parece una política miope e inconducente, ya que el problema no está en la militancia o domicilio ideológico de quienes están siendo investigados por la justicia, el problema es que no se sale de esta confrontación para trabajar en los incentivos que, dentro de la política y de la sociedad, debemos construir para evitar que personas con la moral trastocada logren espacios de poder, ya sea por la vía del nombramiento, como a través de las urnas.

Lo imperativo es fortalecer las instituciones, procurando mejores estándares en todas ellas, con la convicción de que para eso está la POLÍTICA para organizar de mejor manera la sociedad, para promover el bienestar de las personas, para resolver conflictos, y construir sentidos comunes en torno a los desafíos de los países. Hoy, y no mañana, la política debe implementar medidas para prevenir la distorsión que se presenta -transversalmente- de la ética en el ejercicio del poder.