Columna de Paula Escobar: Lanata y las sombras de Milei

Jorge Lanata


Grande, siempre elegante como un dandy, filoso, experto en la esgrima verbal, la estampa del periodista argentino Jorge Lanata era fuerte como un roble, pero su cuerpo estaba débil, y hacía mucho tiempo. Tuvo muchas crisis de salud, pero esta última fue la definitiva. Antes de morir, el lunes 30, estuvo internado varios meses.

Fundador de diarios como Página 12 -¡qué impacto su aparición en 1987!- trajo energía y renovación al periodismo latinoamericano. Crónicas escritas con maestría, humor, irreverencia, con punto de vista. Sus salas de redacción estaban llenas de jóvenes talentos detectados por él con ojo clínico. Fundó más medios y revistas, y luego saltó a la radio y la televisión. Las hizo todas. Era uno de los más influyentes, premiado y amado, odiado y seguido. El rating lo acompañaba, así como las polémicas, a las que no les temía, sino que parecían energizarlo.

Una de las últimas cosas que hizo antes de caer internado fue querellarse contra el Presidente Javier Milei. En abril de 2024 presentó, a través de sus abogados, una demanda penal por injurias y otra civil por reparación. Lanata lo había criticado por la presencia y participación del embajador de Israel en una reunión de su gabinete, convocada por el Presidente argentino de urgencia tras el ataque de drones y misiles lanzados por Irán contra Israel.

“Lo que no me parece bien es que un embajador extranjero, sea de Israel o sea belga, esté en una reunión de gabinete en Argentina”, opinó Lanata.

La respuesta del primer mandatario transandino no se demoró ni se midió en intensidad. “Jorgito, no mientas. En la reunión el embajador contó la visión oficial de Israel y luego se retiró, dando así comienzo a la reunión formal del CC (Comité de Crisis). Críticas, sí. Mentiras, no. ¿Decir la verdad requiere sobre?”, escribió Milei en X, ex Twitter, donde postea muchas veces al día. El “sobre” se refería, por cierto, a sobornos.

Acusado, entonces, de ser coimeado, Lanata le dio dos días a Milei para retractarse. No lo hizo. “Me parece una barbaridad que el Presidente esté acusando al periodismo de ilícitos…En el fondo, que te llamen ensobrado (sobornado) es acusarte de un ilícito”, dijo, y procedió a demandar. “Los periodistas tenemos que unirnos y ponerle un punto a Milei”, aseguró.

Traigo esto a colación porque en las disputas por la hegemonía dentro de las derechas latinoamericanas, el bukelismo y el mileísmo seducen y ganan terreno, y no solo con sus adherentes ultraderechistas. Y así como quienes quieren emular a Bukele en Chile no dicen -o no les importa- que el “modelo” del salvadoreño implique saltarse el Estado de Derecho, los “Mileilovers” no ven -o no les importan- las sombras de su gestión (aumento de la pobreza, por ejemplo) y sus rasgos iliberales. En este caso, su falta de respeto a la libertad de expresión, valor fundamental de la democracia.

Lo de Lanata no es aislado, él mismo lo dijo en su querella: Milei está en “un ataque incesante a la prensa”. Tiene un récord de agresiones a los periodistas que osan criticarlo: 56 suyas, 64 de miembros de su gobierno, además de amenazas a la transparencia (FOPEA). Sus legiones de tuiteros hostiles lo secundan en estos episodios de bullying hacia medios y periodistas; una evidente intimidación.

Milei dice ser liberal, pero nada es más iliberal que ese tipo de conductas.

Una derecha democrática, liberal, sin complejos, debiera hacer de su diferencia con estos liderazgos iliberales de ultraderecha un gran valor. Y explicar esa diferencia, y por qué el respeto al Estado de Derecho, a las garantías constitucionales de las personas, el respeto a la libertad de expresión, a la labor de la prensa, al derecho a manifestarse de quienes piensan distinto del gobierno, son clave para la democracia. Y no solo referirse a aquello cuando esos valores son amenazados y atacados desde gobiernos de otro signo; especialmente debe hacerse cuando son de su sector quienes los están atacando.

Lo dijo muy nítidamente Lanata en su querella: “La libertad que está en juego es de quienes piensan distinto a la autoridad”.

El periodista murió sin saber el resultado de su acción penal. Pero ya el haberla puesto sobre la mesa deja instalada una gran señal y una gran alarma, que las derechas chilenas -algunas, muy encantadas con el líder de la motosierra- deben ser capaces de ver.

Cuando Lanata murió, el lunes 30, los homenajes fueron muchos, y los liderazgos más importantes se refirieron a su partida. Milei, en cambio, guardó silencio. Y muchos “libertarios” mileístas salieron a denostar, a “cancelar” a Lanata cuando ya estaba muerto.

La palabra final la tuvo otro grande del periodismo, Martín Caparrós: “Por si faltaran homenajes, qué alegría que los peores fascistas argentinos ataquen a Jorge Lanata. Falta su presidente y ya están todos”.

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