Columna de Paula Escobar: Ni soñada ni temida

Proceso Constitucional 2023


Es cierto que hay fatiga constitucional, que la mayoría de las personas está desafectada, hasta hastiada.

Pero por más cansancio que sientan quienes rechazaron el 4S, y por más escepticismo que experimenten quienes, en cambio, aprobaron -al ver una correlación de fuerzas muy desfavorables en el recién electo Consejo Constitucional- hay que mantener hasta el final la esperanza de que se pueda arribar a una Constitución que sea compartida ampliamente, que sea habilitante de distintos proyectos políticos y que provea un marco de estabilidad para las próximas décadas. Y que, en tal sentido, nos permita avanzar. Salir del estado de parálisis en que estamos sumergidos, que abona fantasías de soluciones mágicas autoritarias o populistas, o ambas.

“Esperemos ver el texto antes de chiflar”, dijo la expresidenta Michelle Bachelet, explicando su “optimismo estratégico” frente al proceso, para terminar pidiendo a las y los consejeros electos “estar a la altura de lo que se necesita”. Esa altura requiere asumir que pasar máquina a un sector es pan para hoy y hambre para mañana. La lección, como dijo recientemente el consejero electo Yerko Ljubetic en radio Duna, de no confundir “las matemáticas con la política”. Una cosa es tener la supremacía de los números, los votos, para aprobar algo sin considerar a quienes tienen otra postura, pero otra cosa muy distinta es la dimensión política de esa exclusión, es decir, sus consecuencias. Una de las cuales es la fragilidad de esas decisiones. “Y provocar una reacción, y no dar entonces la necesaria estabilidad democrática”, dice Ljubetic.

Los acuerdos a los que llegó la Comisión Experta esta semana son alentadores. Contra varios pronósticos, se ha sacado adelante la tarea: un anteproyecto para que el Consejo Constitucional revise desde el 7 de junio.

Hicieron un trabajo en que hubo diálogo plural y con frutos: todos cedieron para llegar a un resultado consensual, que no ha ido quedando ni refundacional pero tampoco gatopardiano, el otro riesgo que -incluso desde el Rechazo- se ha levantado. En lo que los comisionados -desde el PC a republicanos- acordaron esta semana hay cambios relevantes. Dos que destaco: importantes reformas al sistema político, como lo es el requisito del 5% de la votación para que los partidos tengan representación parlamentaria, u ocho congresistas en total (con una transición para la próxima elección). También se aprobó transitoriamente la paridad de salida si no se alcanza el 60/40% de representación de hombres y mujeres. No es perfecta, pero es un avance. (Quienes han criticado tan ácidamente y sin matices la paridad de salida, porque se “mete la mano en la urna”, no han dicho nada respecto de que esta norma antifragmentación también la “mete”, pues habrá quienes -aunque tengan gran votación- no asumirán su escaño si su partido no alcanza el umbral, y ese será cedido a otra persona de la lista, de un partido que sí lo haya alcanzado. Hay un doble estándar claro al respecto).

Y tan importante como los resultados, los y las expertas lograron destrabar sus momentos críticos de diferencia. Pudieron haberse quedado pegados ahí, cuando había posturas que se veían irreconciliables. Recordemos que incluso una comisionada planteó que podían entregar una hoja vacía al Consejo y no cumplir su mandato.

Pero primaron la racionalidad, el bien común y la comprensión de que el atrincheramiento paralizante no da para más. Demostraron que sí se podía sacar adelante acuerdos. Y van a entregar un material y un método al que no será fácil pasarle la aplanadora por parte del Consejo Constitucional. Pueden debatir, y cambiar lo que les parezca si tienen los quórums, eso es cierto. Y la matemática de los votos la tienen a su favor totalmente los republicanos y Chile Vamos. Pero, volviendo a Ljubetic: una cosa es la matemática y otra la política, y si los republicanos guardan en un cajón este esfuerzo que tiene consenso amplio, boicotearán el proceso.

El pragmatismo y el sentido de la responsabilidad deben primar en los 51 consejeros y consejeras, para que sean capaces de ir acercando a las personas con el proceso, cuya aprobación el 17 D no está para nada garantizada.

La clave es dialogar y ceder. Dialogar sin abrirse a cambiar -como han dicho algunos republicanos- es bastante inútil en este proceso. Hay que conversar para encontrar un punto común. Sólo así se podrá producir un texto constitucional amplio y habilitante, de corte más bien minimalista. La Constitución holandesa y la de Estados Unidos, las dos más longevas del mundo, comparten ese minimalismo, que permite no solo distintos proyectos políticos, sino también que cada generación se haga cargo de los desafíos de su era.

En fin: un texto que quizás no sea el soñado, pero con el que al menos nadie tenga pesadillas.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.