Columna de Paula Escobar: Oficialismo y la ansiedad presidencial: ¿Y ahora qué?
Los muebles se salvaron, la debacle que pudo haber ocurrido, no fue. Eso se repite en el oficialismo, después de las elecciones de la semana pasada. Cierto, si se mide en cuanto a población gobernada distribuida equitativamente entre derechas e izquierdas, o en triunfos emblemáticos, como Viña y Maipú. Pero es un hecho que los resultados, aunque no catastróficos, fueron desfavorables, especialmente comparados con lo rutilantes que fueron -para PC y FA- las elecciones de 2021.
Fue a Chile Vamos a quien le fue rutilantemente bien esta vez. No se cumplieron los augurios del famoso “sorpasso” del P. Republicano. Y derrotas como la de Marcela Cubillos en Las Condes, entre otras, mostraron que las personas están cansadas de la agresividad, la hostilidad política y el derechismo a lo Milei. Ganó, en cambio, el “derechismo democrático”. Entonces, Evelyn Matthei quedó instalada en inmejorable posición para la presidencial.
En el oficialismo, en cambio, el panorama es difícil. La ministra Tohá está hoy consumida dando explicaciones de nunca acabar por el caso Monsalve y de nuevo amenazada de acusación constitucional. El gobernador Claudio Orrego tiene una cuesta arriba segunda vuelta contra Francisco Orrego, rostro del programa -y del estilo- Sin filtro, a quien la derecha apoyará con todo. Luego está el alcalde Tomás Vodanovic, la estrella progresista -junto a Claudio Castro (Renca)-, de estas elecciones. Ambos, sinónimo de buena gestión y estilo “con filtro”: no buscaron votos insultando al rival, sino con una serenidad que, sin duda, se valoró. Pero Vodanovic ha repetido hasta el infinito que no abandonará a los y las vecinas de Maipú. Es muy importante que desde el oficialismo no quemen el liderazgo de Vodanovic haciéndolo incumplir esa promesa. Un municipio marcado por los millonarios y truchos peluches y collares Swarovski de su antecesora, la alcaldesa Cathy Barriga, a quien el Ministerio Público investiga por los delitos de fraude al Fisco y falsificación de instrumento público, y quien dedica su arresto domiciliario a poner “contenidos” suyos en un sitio “de adultos”. Y cuyo marido, el diputado Lavín (ex UDI), fue allanado en el Congreso esta semana… Después de todo eso, los y las vecinas tuvieron esperanza con Vodanovic, quien les cumplió. Y lo premiaron con un arrollador 70% para que termine su tarea. Apurarlo a una candidatura presidencial prematura, que no quiere -y para la cual ha reconocido no estar preparado- abandonando, además, a sus vecinos, sería un severo daño. Para él, su sector y para la política en general.
Siempre está presente la figura icónica de la expresidenta Bachelet. Pero ella ha reiterado que no está disponible para ser candidata, pero sí para trabajar por la unión y la renovación del progresismo. Renovación de caras y, especialmente, de ideas. Ahí hay una clave: más que la búsqueda desesperada y frenética de “nombres”, primero el progresismo debe acordar y explicar su visión de futuro. Si bien defiende una sociedad donde no prime el más fuerte, ni donde cada cual se rasque con sus uñas, también debe ser capaz de reconocer los deseos y miedos reales de la sociedad actual. Tomarse en serio, como dice la filósofa Renata Salecl, que hoy las ansiedades más intensas están también relacionadas con perder lo que se tiene y con que los hijos vivan peor que los padres.
En definitiva, ganar o perder con ideas claras y consistentes. Hay lecciones que aprender: para el actual Socialismo Democrático fue fatal cuando, en 2017, dejó de lado al expresidente Ricardo Lagos por Alejandro Guillier, solo porque este marcaba más en las encuestas. Guillier no tenía ni programa, sino un “compendio”... Perdieron, pero más grave aún, perdieron sin un norte, sin propósito, sin visión para Chile.
Y hay que recordar que el Presidente Boric ganó también por quienes -sin ser sus seguidores- temieron que ganara Kast y el ideario del P. Republicano, tan admirador del trumpismo y el bolsonarismo. El Socialismo Democrático se cuadró con Boric y se armó una “coalición de coaliciones” -¿anillos?- de un día para el otro. No hubo tiempo ni espacio para ese debate programático, para hacer síntesis, para discutir hacia dónde ir y con qué medios y velocidades. Hoy eso es de la mayor relevancia, especialmente tras lo ocurrido en los últimos cinco años, y lo que ha dicho la ciudadanía en cada una de estas elecciones, incluida la última: la segunda vuelta de la próxima presidencial muy probablemente no será contra Kast, sino contra Matthei. Por tanto, la estrategia no podrá ser solo votar “contra” (en que el foco está en la identidad del contrario y no en la propia). El progresismo debe dejar de buscar ansiosamente nombres a quienes aferrarse, sino abocarse a una propuesta y un programa que le dé -y que le haga- sentido.
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