Columna de Paula Escobar: Venezuela y el diván

El presidente del Partido Comunista, Lautaro Carmona.
El presidente del Partido Comunista, Lautaro Carmona. Foto: Jonnathan Oyarzun / Aton Chile.


El líder del PC, Lautaro Carmona, validó la elección de Nicolás Maduro en Venezuela con el argumento de que “es obvio que no tengo otra alternativa, al igual que nadie más, que no sea asumir los resultados entregados por su institucionalidad”.

Es difícil exagerar el impacto que han tenido estas palabras dentro del gobierno, y la grieta que se ha levantado entre el PC y el resto del oficialismo.

Un cisma mayor, pues no implica solo una distinta visión sobre la política exterior o las relaciones internacionales, como se ha dicho, sino sobre la idea misma de qué es la democracia, qué valor se le da y cuál es el compromiso con ella. No es un debate sobre el tipo de democracia, sino acerca de la adhesión a lo que la más básica definición de democracia exige: elecciones limpias y transparentes, y que quienes pierdan reconozcan el triunfo y entreguen el poder de modo pacífico.

Nada de eso ha pasado en Venezuela.

Y no ha habido garantía desde antes de la jornada electoral del domingo. El régimen de Maduro ya había usado triquiñuelas para impedir la postulación de la candidata opositora favorita, María Corina Machado. Viendo que el candidato apoyado por ella, Edmundo González, tomaba tracción y encabezaba las encuestas, el régimen de Maduro decidió entonces sacarse la careta e interrumpir, como se sabe, la transmisión de la información sobre los resultados de las mesas. El resto de la historia es conocida: el CNC, órgano carente de independencia, proclamó a Maduro como ganador, sin la más mínima transparencia requerida, como es mostrar las actas que lo prueban. Máxime porque la oposición sí logró recuperar una gran mayoría de actas, que ha publicado, que muestran a González como ganador por amplia mayoría (y a quien Estados Unidos ya reconoció como tal).

Pero Maduro no ceja. Y hoy reprime brutalmente las protestas (Informe Human Rights Watch), hay muertos, desaparecidos, orden de captura para opositores -partiendo por Machado-, haciendo oídos sordos a las peticiones de la comunidad internacional. Incluido el único centro al que permitieron entrar, el Centro Carter, que fue lapidario en señalar que no hay estándar democrático en lo sucedido en Venezuela.

Que a pesar de todo esto el líder del PC chileno haya dicho que no le queda otra que aceptar los resultados es un parteaguas. La lógica de Carmona no se sostiene, especialmente viniendo de un país como Chile, que vivió una situación tan similar en 1988. Entonces, la gran pregunta era si la dictadura reconocería el triunfo del No. Había, hasta el final, la duda, que se disipó con la histórica frase del general Matthei. Pero si la institucionalidad de la dictadura de Pinochet hubiera hecho fraude en 1988, ¿habría que haber acatado lo que sostenía?

No es que haya una diferencia o matiz con la postura respecto de la del gobierno del Presidente Boric. Hay un abismo. Lo que para Lautaro Carmona es aceptable, para este gobierno es propio de “regímenes dictatoriales”. El Presidente Boric se ha situado como jefe de Estado y líder democrático de la región al condenar lo ocurrido en Venezuela y ha recibido de vuelta las iras de Maduro, que además de insultarlo, expulsó a los diplomáticos de la embajada chilena. Y no solo coinciden completamente con Boric los miembros del Socialismo Democrático, sino también el Frente Amplio. También han criticado a Maduro la nueva presidenta del Frente Amplio, Constanza Martínez, y la ministra Antonia Orellana, influyente ministra del comité político, le contestó firmemente a la eurodiputada Irene Montero, luego de que la exministra de Igualdad y número dos de Podemos dijera que “el pueblo venezolano ha elegido a Nicolás Maduro como Presidente”.

Dijo Orellana: ”Lamentable posición, Irene. La izquierda europea no debería ocupar a Venezuela como argumento para diferenciarse a la interna en sus países sin diálogo con quienes en Latinoamérica vivimos las consecuencias de la crisis humanitaria y migratoria que ha generado su mal gobierno”.

Es cierto que algunas líderes del PC han tenido diferencias con la postura de Carmona, sin embargo, aquello hasta ahora no ha cambiado la postura oficial del partido.

Muchos líderes del Socialismo Democrático han manifestado, con mucha razón, su profunda incomodidad con esta postura del PC. La diputada PC Carmen Hertz le dijo al senador Lagos Weber que debía conversar de eso “con su psiquiatra”.

Pero no es un problema terapéutico el que atraviesa el oficialismo, sino político. Estas definiciones son de la mayor relevancia, pues señalan postura en un clivaje esencial hoy: apoyo a regímenes autocráticos o democráticos. En Venezuela lo más básico de la democracia es lo que no se ha respetado.

No reconocer aquello, siguiendo la metáfora, tiene un nombre: negación.

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